El Festival Transterritorial de Cine Underground, una singular experiencia organizada por diversos colectivos audiovisuales, tuvo su tercera edición en Buenos Aires y en distintas ciudades latinoamericanas, con una programación de cerca de 200 producciones en más de veinte sedes de exhibición no tradicionales.
La iniciativa arrancó hace algo más de tres años, cuando diversos grupos audiovisuales, entre ellos “Mil Metros bajo tierra”, comenzaron a realizar ciclos semanales y decidieron celebrar su crecimiento con un ciclo de proyección de películas en varias sedes, durante unos días. La intención desde el origen fue generar un espacio para las diversas producciones audiovisuales de bajo presupuesto que quedaban excluidas de los circuitos oficiales de producción y difusión.
La singularidad de este Festival radica en su carácter autogestivo, descentralizado y de libre circulación. Su construcción colectiva busca oponer resistencia a la lógica de la industria cinematográfica argentina, con una crítica a las exhibiciones oficiales, en las que muchas de las producciones que se proyectan no tienen espacio.
Asimismo, se concibe como una herramienta de visibilización y coordinación. “De visibilización de aquellas obras audiovisuales de baja circulación, de colectivos de realización, de espacios culturales no tradicionales y problemáticas concretas relacionadas principalmente al medio audiovisual y a su entorno de producción y difusión. Y de coordinación, porque es una actividad que se ha organizado cada año en forma abierta y horizontal, simultáneamente con varias ciudades”, explicó a AUNO – Tercer Sector Marcelo Páez, uno de los organizadores del Festival.
Esta modalidad permitió, en todas las ediciones, coordinar, poner en contacto y hacer circular producciones inéditas, experimentales o fuera del sistema industrial en espacios no tradicionales como bares, centros culturales, bibliotecas, colegios, galerías, paredes en la vía pública, universidades, cooperativas y comedores.
En esta tercera edición, algunas de las sedes fueron el espacio comunitario “La Gomera”, el centro cultural “El Umbral”, las instalaciones de FM La Tribu, Galería “Una Casa”, centro cultural “La Sala”, Cooperativa Grafica “LaGerman”, “La Casa de Raúl”, Galería Crimson, Parque Los Andes – Santuario del Gauchito Gil, Hotel BAUEN y “Huerta del baldío”, entre otras.
“El objetivo central es un intento de consolidar algo que existe, la articulación de grupos de realización, de espacios de exhibición, de colectivos que se dedican a difundir y a generar ciclos, de medios de comunicación digitales independientes, con un anclaje concreto en los movimientos sociales urbanos. En Buenos Aires, como en tantas otras ciudades, existe una gran necesidad de mostrar material expresivo, pero también de contrainformación y de experimentación con el lenguaje”, explicó Páez.
Si bien están vinculados con diversos movimientos políticos y sociales, por la exhibición de producciones en espacios no convencionales para la proyección de material audiovisual, los organizadores enfatizaron su diferencia con el BAFREECI – Festival Free de Cine Independiente Libre y Gratuito de Buenos Aires – festival que se caracteriza por estar organizado “desde la militancia política activa, una forma de protesta concreta contra la mercantilización de la cultura, una acción política”
“La idea del Festival Transterritorial surge, en cambio, cuando se intenta generarlo con gente no militante, cuando intenta introducirse en el mundo del cine, de la producción audiovisual, que proviene de escuelas de cine, donde existen formas de trabajar y líneas estéticas muy concretas”, aclaró Páez.
El camino del INCAA
Si bien en los últimos años muchos colectivos de producción audiovisual independientes han crecido y adquirido una gran importancia, sigue existiendo un fuerte cuestionamiento sobre el rol que juega el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) con respecto a sus políticas de fomento y apoyo a proyectos que impliquen mostrar miradas más complejas, distintas de las que rigen los parámetros cinematográficos industriales.
“La concreción de instancias de producción y exhibición de este tipo de cine es un trabajo dificultoso en nuestro país. La mayoría de las producciones que proyectamos en este Festival han quedado excluidas de los circuitos oficiales por su estética, por el perfil de los festivales oficiales, por su posición política o ideológica, por no contar con un grado de experimentación suficiente con el lenguaje o por ser proyectos generados por estudiantes de cine”, sostuvo Páez en el diálogo con AUNO-Tercer Sector.
Y concluyó con una ironía: “Al no contar con políticas concretas de apoyo por parte del INCAA, para generar sentidos, miradas y lenguajes distintos, los caminos alternativos son pocos, aunque no imposibles, y los oficiales se convierten en un infructuoso ‘Camino del INCAA’”.
Un festival que “pasa aquí y allá”
A través de asambleas abiertas y participativas se consensuó la grilla de programación de las proyecciones, conformada por más de 200 cortos, medios y largometrajes de ficción, documental, experimental y fantástico, sin exclusión de ningún género, formato, norma o duración. También se acordó que la entrada a las proyecciones sea libre y gratuita.
El modo de circulación y difusión del Festival se dio, principalmente, a través de diversas herramientas digitales, sitios en internet, blogs y fotologs. Muchos de los miembros, participantes y organizadores del Festival son ciberactivistas, con lo cual se realizó un trabajo virtual que les permitió conectarse con gente afín, con intereses comunes, en otras ciudades del mundo.
Simultáneamente, el Festival se realizó en ciudades latinoamericanas como Cuzco, Montevideo, Bogotá y Asunción. En estos días pasó por Rosario, y está programada su realización en Barcelona para enero de 2008.
Otra de las particularidades de este Festival se da a través de las diferencias de funcionamiento de los colectivos, que se apropian de esta herramienta y la transforman en sus espacios concretos de acción. En Montevideo, por ejemplo, está concebido como un espacio itinerante y en Rosario se concentra en un solo espacio. “Es una herramienta experimental, no hay bases, no hay una centralidad. Sí una referencia, pero no es la idea que se replique en otros espacios”, aclaró Páez.