Horacio Giberti, un imprescindible olvidado

´Horacio Giberti: Memorias de un imprescindible’ es un libro de lectura obligada para quien desee conocer los laberínticos caminos por los que se ha escurrido la compleja trama socio política argentina de los últimos 50 años. Giberti es un indispensable para entender por qué, cómo y de qué modo aún hoy la Argentina le cuesta salir del proyecto agroexportador de materias primas.

Gabriela Pirlo

Lomas de Zamora, 6 septiembre (AUNO) – Horacio Giberti (1918-2009) fue ingeniero agrónomo, docente, investigador, periodista, escritor, maestro, historiador y funcionario; y supo calzarse con profesionalidad e inagotable talento todos y cada uno de las múltiples cualificaciones profesionales en las que se desempeñó.

Giberti fue una rara avis en el espectro de la función pública y privada argentina: Su desempeño honrado generó amor y odio, pero nunca su figura ha permanecido ignorada, ni su pensamiento y conducta libre de controversias.

“En mi vida procuré siempre tomar partido y considero que no tomar partido refleja en todo caso un signo de debilidad antes que una virtud”, aseguró al periodista Diego Ramírez durante unas entrevistas en 2008 y que dieron lugar al libro Horacio Giberti: Memorias de un imprescindible.

El libro, bellamente escrito, deja que el lector caiga en la insaciable curiosidad por el análisis exhaustivo y científico de la economía política argentina del último medio siglo.

Defensor de la soberanía alimentaria

Giberti gustaba calificarse como ‘experto en generalidades’. Quizás porque más que lo agropecuario le quitaba el sueño la economía política, la planificación económica, la defensa de la soberanía alimentaria, la geografía, la historia aplicada a la complementación y contextualización en el marco de una visión integral hacia lo agropecuario vinculando a la producción con valor agregado y agroindustrial.

Giberti fue además inspector de granos para el Ministerio de Agricultura durante el gobierno de Edelmiro J. Farell, asesor de la Sociedad Rural, del Banco Nación y de la CGE durante el primer y el segundo gobierno de Perón; también docente en la UBA, titular del INTA en el gobierno de Frondizi, secretario de Agricultura de Cámpora y en los últimos años presidente del Instituto Argentino para el Desarrollo Económico, entre otras actividades.

Entre sus valiosos aportes, se destaca el libro Historia económica de la ganadería argentina publicado por primera vez por Editorial Raigal en 1954. Fue autor del proyecto del Impuesto a la Renta Normal Potencial de la Tierra de 1973, que buscaba poner a disposición del país todo el potencial en una propuesta redistributiva, la fallida Ley Agraria que provocó una dura reacción quizá superior a la rebelión de las patronales agropecuarias de 2008.

Giberti, que no le esquivaba a la polémica, llegó a desmitificar la
representatividad de las patronales del campo y el carácter “bueno” y “ausente de maldad” que dicen caracterizarlas. Esas mismas corporaciones se opusieron a la creación del INTA y más recientemente a la Resolución 125.

No ahorró críticas a la formación profesional agrónomo: “Hay un problema de comunicación y un problema de formación. Pienso que en muchas carreras se forma a la gente para el ejercicio profesional individual y no para el ejercicio social. Por ejemplo, en agronomía ahora es cada vez más común que se piense en un ingeniero agrónomo al frente de una empresa o asesorando a empresas; no se piensa en un ingeniero agrónomo en la función pública con obligaciones sociales”, dice en el libro de Ramírez.

Del antiperonismo al peronismo

Entre los temas del libro de Ramírez está, por supuesto, Perón. Antiperonista confeso, Giberti se atrevió a la autocrítica: “Demoré años en aceptar conscientemente que el 17 de octubre de 1945 había sido una auténtica manifestación popular. Eso tardé bastante en aceptarlo. Yo he dicho más de una vez que la historia pasó a mi lado ese día y no me di cuenta, y creo que fue así”.

Y añade, por si quedaban dudas: “El de Perón es el primer gobierno que hace una planificación de la economía”, al referirse al segundo plan quinquenal de la segunda presidencia de Perón, en el que se hicieron proyecciones cuantitativas sobre la producción, pero que no se lograron concretar por la aplastante sequía y el boicot de los sectores productivos en el período 1952-55.

Giberti no dudó en elogiar hacia el final de su vida y haciéndose cargo de su antipatía por el General los logros de la gestión justicialista: Ley de Arrendamientos, reafirmación del Estatuto del Peón, Nacionalización del Subsuelo y el fallido Segundo Plan Quinquenal.

Respecto del INTA, este organismo fue creado por el decreto ley 21.680/56 a instancias de Raúl Prebisch, que por entonces estaba también en la CEPAL. Pero no fue Frondizi, como muchos creen, quién le ofrece a Giberti la presidencia de esa entidad. Quién le propuso e insistió en el nombramiento fue Rogelio Frigerio, aún cuando Giberti ya había demostrado, en cuanta ocasión se le había presentado, su falta de afinidad política con el titular de la UCRI y presidente entre 1958-1962.

El ataque al INTA

El INTA había recibido embates jurídicos, de índole técnica; críticas de implementación de política agropecuaria y cercenamiento continuo a las estaciones experimentales por parte de las mismas patronales que dicen tener la representatividad del ‘hombre de campo’. “La creación y consolidación del Inta trajo aparejada una revaloración de la profesión, además de una propagación de la tecnología, e implicó un cambio en la enseñanza de la agronomía”, dice Giberti en ese mismo libro.

Por momentos coloquial, por momentos técnico, pero siempre con palabras simples e implacables el ingeniero Giberti desglosó a lo largo del texto una serie de ideas: “Pienso que los partidos políticos no volvieron a tener la importancia que deberían tener – y que tuvieron en su momento -; y fueron cediendo ante las entidades gremiales. Eso explica en parte que ahora la SRA y compañía puedan gritar tanto y los partidos aparezcan relegados. Hoy los políticos no se animan a contradecir la posición de las entidades porque en seguida los maltratan, no les reconocen ninguna autoridad, cuando tendría que ser a la inversa”.

Giberti también explica la Resolución 125: Fue “absolutamente indispensable para que los precios internos no sufrieran una enorme variación”. Pero advirtió que el Gobierno partió desde un punto de vista errado porque “adopta una medida prácticamente sin explicarla y sin fundamentarla”. Es decir, que Giberti consideraba correcta la medida, pero notó una falla en su difusión y en su intento de implementación.

“Me parece absurda la idea de que tenemos que consensuar. Creo que ese es uno de los errores del gobierno, incluso expresado por la propia Presidenta dando a entender que había que crear una unidad de acción, como superando las divergencias. Yo creo que jamás se puede llegar a la unidad de pensamiento. Lo lógico de una sociedad es que haya conflictos entre los beneficiarios y los perjudicados”. Y aclara: “La unidad, en el sentido de que todos piensan lo mismo, me parece un absurdo que ignora una realidad económica. Y la realidad económica, indefectiblemente, va siempre contra el bienestar general que no se haya expresado por el minúsculo grupo de los sectores económicos concentrados”, asegura.

Para Giberti, “un gobierno democrático no tiene que pedir permiso para gobernar y no necesita consensuar, porque se supone que si lo han elegido es para que lleve a cabo determinada política. En Argentina siempre hubo intereses que atentaron contra el desarrollo nacional”.

Ramírez, Diego, Horacio Giberti: Memorias de un imprescindible, Buenos Aires, Centro Cultural de la Cooperación y Universidad Nacional de Quilmes, 2011.

AUNO 06-09-12
GP–HRC