Hay algo que singulariza aún más la trayectoria de García Márquez: su vinculación con la política. Fueron esas ideas, vinculadas a la Revolución Cubana, las que llevaron a la derecha norteamericana a prohibirlo por comunista, y a la izquierda ortodoxa a criticarlo, entre otras cosas, por su relación con el ex jefe de gobierno de España Felipe González o con el ex presidente de los Estados Unidos Bill Clinton.
También fueron esas ideas las que lo enfrentaron con intelectuales contemporáneos. Quizás el punto de inflexión en su relación con otros escritores de su generación esté en el confinamiento del poeta cubano Heberto Padilla, detenido en 1971 junto con la poetisa Belkis Cuza Malé, acusados por el Departamento de Seguridad del Estado de actividades subversivas contra el gobierno.
En forma inmediata, un grupo de intelectuales, entre los que se encontraba Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Simone de Beauvoir y Carlos Fuentes, entre otros, se manifestó contra el arresto. Eso se plasmó en una carta pública a Fidel Castro. Sin embargo, el peso de los nombres no hizo mella en las ideas de García Márquez que se mantuvo o, mejor dicho, intentó mantenerse al margen de la controversia. Gesto que le valió el enojo de algunos de sus colega.