Lanús, mayo 30 (AUNO).- ¿Fueron muchos los cambios introducidos por Jorge Almirón a este equipo? La respuesta es sí, pero también no. Aunque resulte ambigua.
La primera gran decisión de Almirón fue mantener el mismo esquema táctico del ciclo anterior: el 4-3-3 que Guillermo Barros Schelotto mantuvo a rajatablas y que al momento de su partida realzó como uno de sus grandes logros.
“Siempre jugamos con tres delanteros, en cualquier cancha”, remarcó minutos después de conseguir la clasificación a la Copa Sudamericana tras superar en el repechaje al club de sus amores, Gimnasia y Esgrima La Plata, en la ciudad de las diagonales.
Pero al 4-3-3, Almirón le hizo algunos retoques. En primer lugar, le devolvió el arco a Fernando Monetti, que en los últimos seis meses de la Era Guillermo había perdido el puesto ante Matías Ibañez.
En defensa, ratificó al paraguayo Gustavo Gómez y, sobre todo, a Diego Braghieri, cuestionado por algún sector de la parcialidad ‘granate’.
También, más allá de la caída en su rendimiento, mantuvo a Maximiliano Velázquez en el lateral izquierdo y le respetó la capitanía. Por el otro lateral, José Luis Gómez se quedó desde su arribo de San Martín de San Juan con el puesto gracias a sus buenas proyecciones ofensivas.
En el mediocampo, el ex entrenador de Godoy Cruz e Independiente, entre otros equipos, pateó el tablero y antes del inicio del torneo le comunicó a Matías Fritzler, uno de los jugadores insignia de la última etapa del ciclo de Guillermo y más identificados con el club por integrar el plantel campeón en 2007, que no lo iba a tener en cuenta.
Iván Marcone, en silencio, arribó desde Arsenal, se quedó con el puesto —por el que también competía un campeón 2007 como Agustín Pelletieri— y se transformó en una pieza clave para este equipo.
A Román Martínez, Almirón le devolvió la confianza y el ex jugador de Tigre recuperó el nivel que lo había catapultado a ser contratado en su momento por Estudiantes de La Plata para convertirse en el sucesor, nada menos, de Juan Sebastián Verón, el jugador más importante de la historia del conjunto platense.
Pero fue en el ángulo izquierdo del triángulo del mediocampo donde Almirón tuvo su gran acierto. Luego de un arranque dubitativo de Nicolás Aguirre decidió incluir a Miguel Almirón en su lugar. Y la joven promesa paraguaya que había arribado al club seis meses antes, no lo defraudó.
En el tridente ofensivo, Almirón apostó a la experiencia del recién llegado Pablo Mouche para jugar con perfil cambiado desde la izquierda, en lugar de jugadores de las inferiores como Gonzalo Di Renzo o el propio Junior Benítez, figura en la final frente a San Lorenzo.
También con perfil invertido le respetó la titularidad a Lautaro Acosta, uno de los ídolos de los hinchas granates, aunque con el correr de los partidos en muchos momentos intercambió su lugar con Mouche o Benítez. Su velocidad y determinación para no dar ninguna pelota —por lejos que parecía estar— por pérdida fueron vitales para generar faltas a favor, penales, amonestaciones y/o expulsiones frente a varios rivales.
Pero quizás el mayor acierto de Almirón fue tomar la recomendación de los directivos del club de repatriar al goleador de 2007, José Sand, quien luego de varios frustrados regresos, finalmente retornó al club donde se vio su mejor versión.
Las lágrimas en la conferencia de prensa del día de su vuelta generaron una ilusión y motivación especial entre los hinchas, quienes entendían que el regreso de uno de sus ídolos podía ayudar a pelear al equipo cosas importantes.
Si bien los goles y la determinación de Sand hicieron el resto, Almirón tuvo la intuición de darle al correntino la chance de volver, algo que Guillermo —en su momento— negó de forma rotunda en un par de ocasiones.
Pero las diferencias entre ambos equipos no sólo estuvieron en la formación e intérpretes elegidos sino también en la forma, la idea de juego. Así, Lanús empezó a priorizar la tenencia de la pelota como arma fundamental para poder defenderse.
Salir jugando desde abajo, tocar preferentemente la pelota siempre a ras del piso y rotar de forma permanente para generar opciones de pase, fueron algunas de las marcas distintivas de la idea de juego de Almirón.
Los jugadores rápidamente se convencieron de la forma y los resultados ayudaron para afianzarla. Así, los permanentes cambios de frente con pases de 45 metros tan característicos en la etapa de Guillermo, fueron dejados de lado por pases cortos, siempre en busca del compañero mejor ubicado.
A la hora de defenderse, Almirón decidió mantener la marca en zona y convenció a los delanteros de que debían ser los primeros defensores. Sand, Acosta y Mouche, al que la larga inactividad producto de una lesión pareció complicarlo más, iniciaron cada una de las búsquedas para recuperar la pelota, secundados por Miguel Almirón, Martínez y Marcone.
La mejor versión del equipo de Guillermo se vio en la Copa Sudamericana 2013, cuando Leandro Somoza, Diego González y Víctor Ayala conformaban un mediocampo combativo. En cambio, con Almirón la presión y el esfuerzo físico fueron relegados por una mayor presión sobre la pelota y una posterior rápida salida para contragolpes, otra de las mejores armas del flamante campeón del fútbol local.
AUNO 30-05-16
CMA-MFV