“Volvimos en el buque inglés Canberra. Nos pusieron una etiqueta en el brazo y nos dieron de comer. Mi idea era que nos iban a traer en una bodega como prisioneros, encadenados, me hice toda la película. A los que podían les dieron compartimientos, y a otros nos tocó dormir en unos sillones en un salón grande. Las tropas inglesas se sacaban fotos con nosotros: no podían creer que éramos soldados. Me acuerdo que estábamos en un salón grande donde había un piano, y uno de los ingleses preguntó si alguien sabía tocar. Un soldado argentino dijo que sí y se sentó a tocar. Arrancó con las estrofas del Himno Nacional. Al darnos cuenta nos pusimos todos de pie y a cantar. Cuando se dieron cuenta de que era nuestro himno, ¡lo sacaron del piano a patadas en el culo!”
Ricardo Pablo Mariotto. Ex Soldado Clase 62 – Comando de la 10º Brigada de Infantería Mecanizada del Ejército Argentino de La Plata
“(…) volvimos a Puerto Belgrano, a unos 30 kilómetros de Bahía Blanca. Entramos a puerto, y desde ahí en ómnibus volví a mi casa. Bajé del micro alrededor de las siete de la mañana, en mi pueblo Carlos Spegazzini, y recorrí las 6 cuadras que separan la ruta 205 de mi casa, caminando en soledad, y pensando qué triste final tuvo la contienda de la que fui partícipe… No había nadie esperándome, recibiéndome, después de haber estado en una guerra defendiendo a mi patria. Solo, así, en soledad, llegué a mi casa. Abracé a mi querida madre, que no sabía nada de mí desde mi partida, 4 meses atrás.
Dardo Antonio Adobatto. Ex Cabo 1° Maquinista Clase 57. Suboficial de la Armada Argentina
“Cuando vi a mi madre me quería matar: parecía como si ella hubiera estado en la guerra. Los nervios y la angustia de saber de mi suerte le cerraron el estómago, pensando cómo estaría yo”.
Ricardo Alberto Rojas. Ex Soldado clase 62. Batallón de Infantería de Marina.
“En un momento me acerqué al teniente Castillo. Le pregunté qué pasaba. Me miró y me dijo: “No me joda, soldado”. Y ahí nomás lo vi llorar como un niño. Era la primera vez que veía a un oficial llorar. Le volví a preguntar qué sucedía. “Nos rendimos, la puta madre”, fue su respuesta.
Gabriel Salgado. Ex Soldado clase 62. Regimiento 3 de Infantería General Belgrano
“Tuve que salir a la calle a vender bolsitas de residuos, calcomanías y otras cosas, vestido de combate. Lo hacía en el planetario, o en colectivos y trenes. Lo hacíamos en parejas. Mientras mi compañero repartía los productos, yo hablaba e intentaba aflojar a la gente que, en un principio no nos miraba del todo bien”.
Jorge Alberto Altieri. Ex Soldado clase 62. Regimiento de Infantería Mecanizado 7 Coronel Conde, La Plata. Herido en combate.
“Es inevitable ponerse a pensar en las muertes que nos hubiéramos evitado con sólo dar un trabajo en esos primeros diez años después de la guerra.”
Marcos Augusto Giménez. Ex Soldado clase 62. Grupo de Artillería Aerotransportado 4.
“Llegué a mi casa en Monte Grande el 27 de junio a las diez y media de la noche. Estaban todos acostados. Entré, nos abrazamos y lloramos. Lo primero que hicimos fue sentarnos a tomar mate y hablar. Ellos querían charlar de lo mío y yo quería hablar de otra cosa.Era difícil decirle a tu mamá que no querías hablar después de haber pasado casi 60 días llorando preocupada por vos. Pero había cosas de las que no quería hablar.”
Roberto Bielick. Ex soldado clase 62 – Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada Nº 9 de Río Mayo
“Todas las noches venían dos personas que nos decían que no contáramos ni dijéramos nada. Si habíamos visto algo que no correspondía, no había que contarlo. Ellos sabían dónde vivíamos y nos apretaban. Incluso nos hicieron firmar una declaración jurada para que no pudiéramos hablar sobre la guerra una vez que saliéramos del hospital. Con la democracia, todos hablamos, todo se fue al carajo. Cada uno dijo lo que tenía que decir.”
Hugo Bulacio. Ex Soldado clase 63. Batallón Logístico 9. Comodoro Rivadavia.
AUNO-15-05-2017
AG/LEO