“Ernesto se convirtió en el ‘Che’ en Bolivia, en una mina, donde nos enteramos que los reclamos de los mineros indígenas se acallaban con ametralladoras.” Ese fue el momento en que “nació el Guevara revolucionario”, en la opinión de Carlos “Calica” Ferrer, el amigo del revolucionario argentino con quien en 1953 compartió su segundo viaje por Latinoamérica.
En el marco de una conferencia brindada en la Universidad de Lomas de Zamora y con motivo del 40 aniversario del asesinato de Guevara, Ferrer destacó que no obstante aquella experiencia “definitoria” en Bolivia, el “Che” ya había sido “entrenado militarmente” en su juventud en Alta Gracia, Córdoba, “con paseos a caballo, horas de nado y caminatas entre piedras”.
No obstante, argumentó “Calica”, la “politización” del revolucionario que relata en su libro “De Ernesto al ‘Che’” contempló cuestiones familiares y sanitarias que pudieron determinar su futura militancia: “Su niñez en un medio familiar socialista y anticlerical, el ‘handicap’ físico que le sumó su lucha contra el asma y su vehemencia e inquietud que se manifestó en dos aventuras anteriores”, enumeró.
Los viajes a los que se refirió Ferrer fueron el realizado con Alberto Granado, que fue recuperado en la película “Diarios de motocicleta”, una reconstrucción “tan real como emocionante” según “Calica”, y otro emprendido con anterioridad “a bordo de una bicicleta con motor y durmiendo en hospitales, comisarías y alcantarillas”, según relató el hombre que se enteró de estas cuestiones a través de las cartas que el joven “Che” envió a su familia.
Es que las familias fueron “siempre amigas, más allá de las peleas” comunes entre sus hijos, desde que el padre de “Calica” fue el primer médico de la familia Guevara en ese Alta Gracia “descampado y desolado, con un clima ideal para las afecciones pulmonares” de las que sufría Ernesto, hasta sus últimos años como vecinos en Buenos Aires.
Esa amistad que lo legitima para recordar al “Che” en igual medida que el hecho de haberse aventurado a “hacer la Ámerica” junto a él se fortaleció en la escuela: “Ernesto tenía notas malísimas, y su conducta no era lo mejor; pero siempre se destacó como líder y como una persona sensible que más allá de su asma no dudaba en regalarle su abrigo a nuestros compañeros que lo necesitaban”, caracterizó Ferrer.
La relación se expresó no sólo en las palabras de “Calica”, sino también en una serie de fotografías de él y Guevara durante sus infancias, adolescencias y viajes por el oeste sudamericano que se proyectaron en la Universidad de Lomas de Zamora. En una de ellas, “la que lo pinta de cuerpo entero a Ernesto”, según describió, se ve a un “Che” de cinco años con una venda en su frente: “Le habían dado un hondazo”, explicó Ferrer.
Luego de un panorama de su relación en su niñez, “Calica” comentó algunas de las principales anécdotas de su viaje por Bolivia, Perú y Ecuador, ese que debía terminar en el encuentro con Granado en Venezuela pero que quedó trunco porque el “Che” siguió hasta Guatemala para “defender la revolución de Jacobo Arbenz Guzmán”, electo en 1951 y derrocado en 1953 por un golpe de Estado.
“A Ernesto le faltaban trece materias para recibirse de médico cuando me invitó a hacer el viaje, un año antes de emprenderlo. Le dije que estaba loco, y obstinado y peleador como siempre me desafió. Al año, el 7 de julio de 1953, lo tenía refregándome el título en la cara y la escuchaba a su madre pidiéndome que le cuidara a Ernestito, mientras nos despedía en Retiro”, evocó “Calica”.
Si bien el plan era comenzar por Chile, el ímpetu de Ferrer por llegar cuanto antes a Bolivia pudo más, y sólo con sus pasaportes y el deseo de entrar “al país más revolucionario de entonces” cruzaron la frontera casi en sintonía con un intento de toma revolucionaria de un cuartel en Santiago de Cuba, “donde un joven llamado Fidel Castro empezaba a hacer la revolución”, según apuntó el compañero de Guevara.
Allí se encontraron con un país “en plena reforma agraria, donde se habían disuelto las fuerzas armadas y nacionalizado las empresas”, pero también con un mundo nuevo para las habituales experiencias que compartieron desde niños: “Fútbol y desfiles en la Quiaca, los constantes amoríos de Ernesto, su poca habilidad para el baile y su facilidad para el deporte”, enumeró.
Luego, Ferrer conferenció sobre su llegada a Perú, cuando en la frontera quedaron sus libros y su libertad, pues fueron detenidos. Pero “la facilidad de palabras” del “Che” logró recuperar su libre albedrío, aunque no así los tomos, y siguieron ofreciéndose en los mercados como ayudantes de carga a cambio de aventones, según exteriorizó sus recuerdos “Calica”.
En un paseo por la porción peruana del lago Titicaca –siempre según el relato-, perdieron su cámara de fotos y desde el patio de un hotel donde les habían ofrecido asilo vieron “uno de esos típicos argentinos que te encontrás en cualquier parte del mundo”, un cura católico vendía terrenos en el cielo a los indígenas, y fue allí cuando Guevara confirmó su ateísmo.
“A Venezuela no nos dejaron entrar –denunció Ferrer-, y cuando asistimos al cónsul, nos dijo de muy mala manera que la única forma de entrar era pasando sobre su cadáver, a lo que Ernesto respondió que no lo mataríamos, pero que sí entraríamos pisándole la panza.”
Tras un breve paso por el país boricua, los caminos de ambos se separaron cuando el “Che” siguió a Guatemala para defender el gobierno revolucionario constitucional de Arvens, y luego hacia México, donde finalmente se embarcaría junto a otros 81 militantes en el “Granma”, un pequeño buque con el que desembarcaría finalmente en Cuba, en un episodio que incluyó el asesinato de 70 de los viajantes revolucionarios en manos del gobierno cubano.
No obstante, los doce “sobrevivientes”, con Guevara y Fidel Castro a la cabeza, “permitieron la revolución en Cuba, una experiencia maravillosa y ejemplar”, según opinó Ferrer.
Ya hacia el final de la conferencia, el compañero de aulas y rutas del “Che” resaltó frente a los estudiantes universitarios y docentes presentes que “quienes mataron a Guevara pasaron a la historia como asesinos, mientras que Ernesto vivirá por siempre en nuestra memoria como lo que fue: un tipo coherente entre lo que decía y hacía, con ideales puestos al servicio de la revolución y la construcción de un mundo mejor”.
LP-AFD
AUNO-17-10-07
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