Choferes de colectivos: protocolos, salarios y miedo al contagio

No es homogéneo cómo se conducen las empresas respecto de las medidas sanitarias y los sueldos de sus empleados. Hay casos, como el de la línea 266, en que se manifiestan tensiones. Conductores comparten testimonios sobre el impacto de la pandemia en su labor.

Lomas de Zamora, mayo 25 (AUNO).- El transporte público es uno de los pocos motores del país que no se detuvo en la pandemia de Coronavirus. Si bien el flujo de pasajeros se redujo considerablemente por el aislamiento obligatorio, hay un sector de trabajadores que pone el cuerpo todos los días a pesar de los riesgos considerables que eso conlleva: los choferes de colectivos.

Existe un protocolo de seguridad, establecido a fines de abril tras un paro de choferes por la Comisión Nacional de Regulación de Transporte (CNRT), que todas las empresas deben cumplir a rajatabla. Incluye la disposición de barbijos, alcohol en gel, un nylon que mantenga protegido al chofer, control de temperatura antes de entrar a trabajar y que todos los pasajeros viajen sentados a una distancia considerable con tapabocas. Sin embargo, del dicho al hecho hay un trecho.

A fines de abril la línea 266, administrada por la compañía Expresso Villa Galicia-San Juan S.A. (EVGSA), fue golpeada por la infección cuando uno de sus choferes dio positivo. Un día después, 14 empleados fueron aislados, y la falta de cumplimiento del protocolo de seguridad creó una tensión entre los trabajadores y la empresa que hasta el día de hoy sigue en pie.

“Todo está muy tenso y nosotros hicimos las denuncias correspondientes sobre lo que no cumplen los empresarios”, explicó en diálogo con AUNO un delegado de la 266 que prefirió preservar su identidad. “La empresa no cumple nada, es todo un circo lo que hace para cuando vienen los canales”, criticó con un tono de voz nervioso, e insistió en que no quería hablar porque “fue un acuerdo al que se llegó con los delegados, hasta que vuelvan los compañeros”.

La delicada situación y el pacto de silencio entre los empleados hicieron que éste fuera el único testimonio que este medio pudo conseguir sobre el conflicto en la 266. Sin embargo, hay otras empresas, como San Vicente, que tuvo un manejo de la situación un poco más beneficioso para los trabajadores. Eso opinó Lucas, chofer de 27 años que trabaja en la línea 51 que hace el recorrido de Cañuelas a Plaza Constitución.

“Lo bueno es que te toman la temperatura antes de entrar. Al principio no nos daban, pero luego nos brindaron alcohol en gel. Entonces hay otros recaudos y estoy más tranquilo”, explicó el chofer.

Un caso más similar al de la línea 266 es el de la empresa Monte Grande S.A, que posee, entre otras, la línea 501. A mediados de mayo, uno de sus empleados dio positivo de Covid-19. No obstante, la principal diferencia con EVGSA es que no existe una situación tensa con la compañía, según Francisco, que conduce un colectivo 394, otra de las líneas administradas por Monte Grande S.A. Aseguró que está “tranquilo»: «La compañía, dentro de todo, toma recaudos, como cuando uno llega al Cruce de Lomas y desinfectan el colectivo”.

“Yo higienizo el colectivo, lo baldeo. Antes lo hacía cada tres días, ahora todos. Luego nos pusieron un nylon que nos protege del contacto más que nada por la saliva”, puntualizó.

Así como no es homogénea la aplicación de los protocolos, no lo es tampoco la cuestión salarial. Tanto Lucas como Francisco trabajan con una citación previa de sus respectivas empresas. Por lo general, alternan los días libres con los laborales, y cuando no se trabaja la compañía pasa la jornada como una licencia, que es paga. Así es en el caso de San Vicente. “Desde que arrancó la cuarentena se viene laburando un día sí y un día no, y nos dan días pagos”, subrayó Lucas, que en su turno cubre 11 horas de recorrido.

Francisco, que trabaja ocho horas diarias, no sabe cuál es el estado de los días de suspensión, y explicó que al cuerpo de choferes no le “han dicho qué es lo que van a pagar”. “No nos cuenta como suspensión, pero no sabemos si nos van a pagar el día o no. Calculo que sí, pero estamos en esa intriga”, explicó. AUNO intentó contactarse con representantes de la Unión Tranviarios Automotor (UTA), pero no obtuvo respuesta.

Miedo e inseguridad

El recorrido que hace Lucas atraviesa Plaza Constitución, los partidos de La Matanza, Ezeiza y Cañuelas. En el momento en el que se redactan estas líneas, hay 6202 casos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 511 en La Matanza, 110 en Ezeiza y nueve en Cañuelas. Básicamente Lucas se mete casi todos los días en el foco infeccioso de Argentina. Inevitablemente, por el riesgo que corre, admitió que no quiere ir a trabajar.

“Lo que menos querés hacer es ir a la empresa”, afirmó. No le tiene miedo al coronavirus. “Yo soy muy terco para cuidarme, nunca lo hice”, se definió. Sin embargo, ahora se cuida porque vive con sus padres, de 57 y 59 años, y su papá tiene EPOC. “Me agarra a mí y es una gripe. A él lo mata”, aseveró.

El recorrido de Francisco es más corto. Atraviesa los partidos de Lomas de Zamora y Esteban Echeverría, donde hay 153 y 103 casos respectivamente. Sin embargo también “está complicado”, según sus palabras, porque convive con su esposa, que fue operada de un tumor, y su nuera, que padeció leucemia. “Trato de no entrar en pánico, pero estoy muy complicado”, lamentó el chofer. “Cuando empezó todo entraba, me sacaba la ropa, me lavaba las manos y comía, pero ahora me saco la ropa, me baño y recién cuando salgo saludo”, detalló.

“El miedo siempre está porque tenés que salir. Salís de tu casa y lo tenés. Al principio yo no lo tenía, pero cuando uno se mete en el tema se va preocupando más”, analizó Lucas, quien además pidió “la implementación de otro método para el cuidado, porque el nylon no lo hace”. “Tenemos que estar aislados siempre porque estamos expuestos también a la inseguridad”, remarcó. “Hay que mejorar las condiciones de seguridad”, coincidió Francisco. “Todos los choferes le ponemos la mejor onda, pero el nylon te saca vista porque está ondulado y la luz no te deja ver bien.»

El trato con los pasajeros

Lucas nota cómo sus pasajeros viajan con miedo a ser infectados por el cambio que tuvo su trato con ellos. “Hoy es nulo. Antes la gente te decía buen día, cómo andás; y ahora nadie habla”, contó, y agregó que “el pasajero tiene mucho miedo. Se sientan distanciados, nadie va sentado al lado del otro. Se esparcen por el colectivo”.

La preocupación de Francisco apunta más a la falta de cuidado que al hecho de contagiarse en sí: “Me molesta que no se tomen en serio el aislamiento. Por ejemplo, ves que hay gente que va a visitar amigos porque llevan cerveza o van en pareja, y me enoja”. A pesar de esto tiene “el mismo trato cordial con todos”.

La relación entre compañeros también se vio fragmentada. «Antes, en la cabecera de la terminal siempre estaban los mismos. Tomábamos mate, ahora se cortó todo. Nadie jode mucho, se van al colectivo. Tenés 20 minutos de descanso y se encierran adentro”, lamentó Lucas.

Por su parte, Francisco explicó que sus compañeros “viven todo con angustia, porque nadie sabe qué va a pasar o cuándo va a terminar esto”. Parte de la angustia que sus colegas sienten, para el chofer, se debe a que el Gobierno había autorizado a partir del 20 de abril la vuelta del servicio normal, a pesar de que no había gente en la calle. Los choferes, entonces, «se amontonaban en la empresa».

Respecto a las relaciones gremiales, Lucas aseveró que los delegados de la línea 51 “desaparecieron”, y especificó que “son todas personas mayores de las que no quedó nadie”. “No hay alguien que te brinde un poco de tranquilidad”, sentenció. Aunque también reconoció que “siempre mandaron comunicados pidiéndole cosas a la empresa”. Francisco dijo que el cuerpo de delegados de la empresa colabora en la desinfección de coches. «No hay conflicto, hay miradas personales diferentes», concluyó.

AUNO-27-05-2020
EB-MDY

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