Gregorio, de 70 años, afirmó estar “harto” de los controles horarios, sanitarios y alimentarios, y explicó que por ese motivo intentó escaparse del hogar hace dos semanas: “Me sentía ahogado y quería ser libre”, argumentó. Al poco tiempo, los vecinos lo encontraron y tuvo que regresar.
Según sus amigos del geriátrico en que está internado, una familia con “muchas obligaciones” y “poco tiempo para ocuparse” de ellos son las razones por la que la mayoría está en ese tipo de residencias.
Lucía, de 60 años, vive en un hogar de Temperley y reconoció a esta agencia que la internación fue una decisión suya porque sentía que ya era “una molestia” para su hijo. Una de sus compañeras de hogar, Marta, también de 60, explicó que la decisión fue “consensuada” con su familia, “que tenían muchos problemas y poco tiempo” para atenderla.
Aún así, lo más común es que la familia tome la determinación sin consultar al abuelo: “A mí me tiraron como un trapo viejo y nadie me viene a visitar”, se quejó Joaquina, de 62. Cualquiera sea la razón, la vida de los abuelos que dejan sus hogares para habitar los geriátricos cambia radicalmente.
Según las mujeres y los hombres internados en geriátricos de Lomas de Zamora consultados por AUNO, la calidad de vida dentro de una institución depende de la voluntad de integrarse de cada uno. “El que se aísla probablemente jamás se adapte y vea todos los puntos negativos”, aseguró Juan, de 80 años, que hace 14 vive en un geriátrico.
Algunos abuelos aseguraron sentirse “contenidos” por el ritmo de vida “institucionalizado” de las instituciones donde hay determinados horarios “para levantarse, bañarse, tomar la medicación, comer y acostarse”, según enumeró Jacinta, de 64. Mientras que algunos otros prefieren recordar su pasado y no pensar por qué sus familias no los visitan asiduamente los fines de semana o en fechas de festejo, otros las justificaron: “Debe ser que están muy ocupados”, dijeron.
No obstante, los consultados por AUNO explicaron que la vida en los hogares no se limita sólo al cumplimiento de las necesidades básicas y que en muchos de ellos se realizan actividades recreativas como talleres literarios, de costura, cocina, gimnasia especial, tejido, torneos de cartas, dados y bochas.
Entre las actividades más “disfrutadas” destacaron los debates, que comúnmente giran en torno a la confusión de la ancianidad con la niñez: “El chico trabaja sobre lo que quiere saber, mientras que el anciano lo hace sobre las certezas que obtuvo en su vida”, concluyó Jacinta.
EG-AFD
AUNO-09-11-07
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