Ramón Ayala debe ser el músico de folclore que más kilometraje tiene encima. O al menos el que estuvo en lugares más insólitos. En el ’62, en plena revolución cubana, viajó a la isla invitado por el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos. En ese semillero de intelectuales conoció a Salvador Allende, Rodolfo Walsh y al Che Guevara. Yo he cantado tus canciones en los fogones de Sierra Maestra, cuenta que le dijo el Che cuando lo conoció. El Mensú era la canción predilecta de los rebeldes a la hora de marchar. Después inició un viaje por el mundo, durante 10 años, desde España hasta Tanzania, pasando por el Líbano y Kurdistán.
“Yo iba con un espíritu casi periodístico a esos lugares. Tomaba conciencia de todo donde yo iba andando, de los acontecimientos que parecen simples y cotidianos, pero que son maravillosos y únicos, magnos, porque tu vida esta pasando por ahí. Entonces cuando vos te encontrás con tribus y gentes que viven en el desierto y tienen músicas propias, desiertos propios, arenas, camellos, decís pero la puta, esto es de película”.