“La gente tiene que entender de una vez que la marihuana es menos nociva que el alcohol”. Emilio Ruchansky es certero y, como buen activista, no tiene pudor de hablar de un tema que a priori suena polémico: la regulación de sustancias psicoactivas. El periodista, a partir de numerosos viajes que hizo a países que probaron una alternativa hacia la denominada “guerra contra las drogas”, escribió el libro “Un Mundo con Drogas”.
Ruchansky milita por la despenalización del consumo personal desde hace muchos años, y gran parte de su trabajo se ve reflejado hace más de nueve años en la revista de cultura cannábica THC, en donde se desempeña como editor adjunto. “La revista es política y no partidaria, tal vez sea la única que existe políticamente en serio”, sentencia el periodista.
El entrevistado contesta las preguntas tranquilo y paciente, algo que no se condice con su situación actual: está por viajar a Rosario a presentar su libro por el interior del país. A la mitad de la entrevista, un inminente llamado interrumpe por unos minutos la entrevista, por lo que Ruchansky pide perdón con mucha amabilidad: “Estoy bastante al palo”.
¿Cómo nace Un Mundo con Drogas?
La idea nace a partir de una información que yo había conseguido en Holanda cuando viajé en 2012 para una serie de notas que publiqué en THC; reportajes a distintos pensadores, empresarios y activistas holandeses, es decir, logré entrevistar algunos personajes claves que son difíciles de llegar y que llegué gracias al activismo. Por otro lado conocía cosas de Suiza porque había entrevistado gente para Página/12. Cuando se anuncia lo de Uruguay también, lo de Bolivia siempre lo seguimos, en la revista algo habíamos publicado, entonces empecé a ver que ya había una masa suficiente como para mostrar que habían otros países que estaban probando modelos alternativos; una de las cuestiones que siempre traba este debate de la clase política en Argentina es “está bien, la guerra contra las drogas fracasó, pero la legalización tampoco se pudo demostrar que sirva”.
Y a partir de esa búsqueda, ¿hubo algún cambio?
La verdad es que en medio de la investigación apareció la palabra regulación, lo que cambió mucho la discusión y la mejoró drásticamente. Entonces a partir de eso también traté de buscar países como Holanda donde no hay una regulación del todo pero hay ciertas normas, es decir, es más reglamentación que regulación ya que está reglamentada la venta y no la producción: la idea era empezar a mostrar los estudios que ellos habían hecho y los buenos resultados que habían tenido para los modestos objetivos de la política de droga que tenían, que era separar marihuana de heroína, en este caso; esta idea vuelve a aparecer en Uruguay con la idea de separar marihuana y pasta base, ya que también estuvo presente en la discusión de leyes este principio de que la puerta de entrada es el dealer y no la sustancia.
El capítulo sobre Holanda lo relatás de una manera muy especial, ¿qué te pasó con ese país?
Lo interesante es que pude viajar a Holanda en un momento en que se estaba discutiendo ese sistema por parte de la derecha, y el capitulo se nutrió de algo más que “lo lindo que son los coffee shops” sino de cuál es la discusión política que la derecha le sigue dando a esto. En 2012 casi terminan por quebrar el sistema a partir del “Weed Pass”, una movida que pretendía no dejar entrar extranjeros, por lo tanto se fundirían los lugares ya que los holandeses no fuman tanto cannabis, es decir que uno de los pilares de este sistema justamente son los extranjeros. Lo que pasa es que no existen estos lugares en países con muchos habitantes como Francia, Alemania o Bélgica. En Página/12 escribí un artículo muy interesante comparando la situación holandesa con un antiguo suceso en el que los ingleses se iban a casar a Escocia y cómo eso había funcionado durante muchos años como una zona liberada; Holanda era un poco eso ya que la gente iba a comprar y a llevarse mucha hierba, lo que fue uno de los grandes problemas que también se ha reglamentado. Pero el problema es la prohibición, el problema no es Holanda.
¿Cuál fue tu objetivo general en un primer momento?
Con esos materiales lo que quiero lograr o propongo, es ir hacia un debate más informado, ver que hay formas de salir (del prohibicionismo), que esas formas no son fáciles, pero que hay distintas opciones para regular, reglamentar, como el caso de España al pasar del autocultivo al cultivo cooperativo. Esta es una idea sustentable, mantiene el precio bajo, no lo “carteriza”, y no deja a manos de las empresas; vos tenés que pensar que nosotros tenemos ejemplos de regulación de drogas que son el tabaco y el alcohol. En el caso del tabaco hubo muchísimo tiempo donde las compañías ponían publicidad y hacían cualquier cosa, eso también genera un miedo que a mí me parece que tiene sus justificaciones y creo que eso es lo que hay que discutir, es decir, hagamos una buena regulación, no cometamos el error que cometimos con el tabaco y el alcohol y todavía estamos reparando que es dejarlo en manos del mercado, que pueden poner publicidad y pueden hacer cualquier cosa con el producto. El objetivo mío es eso, proponer un debate más informado y también acercar documentación a los especialistas que se están formando en esto: médicos, jueces, asistentes sociales, psicólogos, psiquiatras.
¿Le da otro tinte el contexto internacional?
Es una fotografía que hay que tomar teniendo en cuenta que el año que viene, en la UNGASS (la Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas), se va a discutir internacionalmente el paradigma actual represivo y prohibicionista. No sé si va a haber grandes cambios, pero creo que esta masa de países se está moviendo; Uruguay se está moviendo, Holanda siempre se ha movido y también otros países donde hay o hubo guerra como México y Colombia.
¿Podrías hacer alguna comparación o diferenciación entre las sociedades que visitaste?
Es difícil compararlos. Yo traté de describir cada sistema, como la lingüística enseña. Lo que sí hay en el caso europeo, y que se puede comparar tranquilamente, es que las políticas que describo aparecen cuando entra en escena el uso inyectable de drogas a una escala no sé si considerable pero sí visible y empieza a haber contagio de Hepatitis C o HIV, y mucha gente consumiendo en la calle. Ahí nace la reducción de daños. Vos fijate que esa epidemia se vivió en España, en Holanda y en Suiza. Cada uno respondió de manera distinta como país o sociedad; la respuesta española de unirse ante la misma represión, porque España al principio reprimió, de ahí salió el tema del cannabis. En Holanda salieron los “coffee shop” porque las autoridades se dieron cuenta de que era mejor resguardar a la gente que solo quería consumir marihuana y no dejarla en contacto con la gente que vende otras drogas como cocaína o heroína, y Suiza abrió las salas de consumo controlado.
¿Y entre Estados Unidos y Uruguay?
Existen conexiones. EEUU y Uruguay están los dos regulando al mismo tiempo y hay mucho intercambio de información: los dos están creando una forma de mercado, porque tienen que supervisar la producción, controlar a su manera el precio, cada uno con su impronta, pero los dos están regulando. La regulación de EEUU también es fuerte, pero vos fijate que en Colorado no se puede fumar cannabis en la calle, es decir, es una locura; vos en Uruguay te podés fumar un porro en la calle, y en Colorado podés comprarla legalmente pero no podés fumarla en la calle. Vos decís “bueno, la gente fuma adentro de su casa”, pero fijate que es bastante represiva la ley, Uruguay ni siquiera lo puso en discusión ya que pensó que si se puede tomar alcohol y fumar tabaco, ¿por qué no se va a poder consumir cannabis en la calle?
¿El prohibicionismo responde sólo a un negocio o tiene que ver con nuestra sociedad? – A las dos cosas, creo que hay mucho miedo en la sociedad, y a eso no hay con que darle. Es una sociedad a la que se le inculcó la idea de que el consumo de sustancias está directamente relacionado con la violencia, y yo te diría que ese es el gran problema que tenemos; como dice un legislador en el libro, “le han podrido la cabeza a la gente por treinta o cuarenta años”, entonces hay que desarmar eso. A la vez hay muchos intereses que tiran combustible a ese miedo, y generan esta hoguera por la cual se persigue por igual a los consumidores, traficantes de poca monta, soldaditos, lavadores y grandes mafiosos. Aunque caen muy pocos los lavadores ni los banqueros ni los financistas, es decir, muy poco. Últimamente se está moviendo la Procelac y se ven casos más grandes, pero el tema es que la cárcel está llena de gente pobre y eso no cambia. También está el problema político y ciertos intereses en juego, hay gente que le interesa meter más policías y militares en toda esta discusión y a la vez, hay mucha discriminación. Ese es un tema importante que no se toca en este debate, ya que la base de todo el problema es la discriminación: se discrimina a una persona por consumir drogas que hoy son ilegales y mañana pueden ser legales.
¿Encontrás una solución a toda esta cuestión?
Hay que generar nuevos parámetros, si nosotros lográsemos que la gente entienda de una vez que la marihuana es menos nociva que el alcohol; la campaña por la regulación en Colorado hace foco en esta cuestión. Tenemos que poder trabajar sobre el tema sin discutir cosas obvias, porque sino sentís que empezás siempre de cero. La THC construye su propia base, creo que la revista es una revista política, tal vez la única que exista políticamente en serio, es decir, su existencia es política, no es una revista partidaria. Forma el debate.
Se dijo que el proceso de Uruguay no era aislado sino que era un proceso de cambio en el que se unieron las minorías, ¿te parece que va por ahí la cosa?
El camino que tomó Uruguay es el que hay que tomar: somos pocos, hay que unirnos (risas). Estamos bajo la misma bota conservadora, entonces tanto los LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y trans) como otros derechos postergados de segunda y tercera generación como los temas penitenciarios, el aborto, la agenda feminista, sería interesante unirla ya que nos cruza; al menos mi vida personal y laboral me ha cruzado en estos diez años que he hecho periodismo, me encanta el tema trans y lo he trabajado mucho en Página/12 y no soy el único, (Cristian) Alarcón antes de mí trabajó sobre el tema de las villas. Las luchas están vinculadas, deberían vincularse más todavía pero somos humanos y no somos tantos, con el tema drogas tenemos pequeñas y muy pocas instituciones, todavía está muy en la ilegalidad y ese es el problema.
*Nota realizada para la materia Taller de Periodismo Gráfico
AUNO 19-09-2015
SB-AFG