Lomas de Zamora, octubre 15 (AUNO).- “Má, quedate tranquila, vos fijate el agua que yo en un rato vengo”, le dijo Marcelo Zalazar a su mamá Norma, antes de que lo viera por última vez el 7 de marzo de 2011, cuando fue asesinado por un policía que hoy fue condenado a diez años de prisión. “Se puso la chomba y se fue, no me olvido más”, recordó. Marcelo tenía 18 años y la vida por delante. Era el menor de cuatro hermanos, estudiaba de día y, de noche, salía a cartonear con su papá por las calles de Villa Fiorito, donde actualmente vive la familia.
El Tribunal Oral en lo Criminal Nº2 de Lomas de Zamora condenó al agente de la Policía Federal Pedro Bustamante a diez años de prisión por “homicidio simple en concurso real con lesiones graves” y por ser el único autor de ese crimen. A sus 31 años, hacía seis meses que se había incorporado a las fuerzas de seguridad. Después de ser detenido ese mismo día, fue exonerado y buscó trabajo como remisero.
Alrededor de las 9 de la noche del 7 de marzo de 2011, Marcelo estaba con su amigo Matías Rolón andando en moto. Ese mismo día, unos minutos antes, Bustamante se retiraba después de haber cumplido 12 horas de servicio. También iba en su moto, vestido de civil y con el arma reglamentaria encima. En la esquina de Ejército de Los Andes y Camino Negro se encontró con Marcelo y su amigo. Según la causa, los detuvo para identificarlos y los dejó ir, pero los siguió de cerca con la moto.
A las pocas cuadras, a Marcelo se le rompió la cadena, por lo que se vio obligado a parar. Bustamante los alcanzó y comenzó un “altercado”, una pelea, entre los tres que terminó cuando el agente sacó su arma y disparó dos veces. Una bala fue a parar al pecho de Marcelo y la otra en el hombro de Matías, mientras se agachaba para socorrer a su amigo.
Minutos más tarde, y en medio de una multitud de gente que se acercó a ver qué era lo que pasaba, ambos fueron trasladados a un centro asistencial. A Matías le diagnosticaron “lesiones graves” que lo inhabilitaron para volver a su trabajo por unos meses, pero Marcelo falleció a las pocas horas.
Esa misma noche, Bustamante era trasladado a la Comisaría séptima donde, al día siguiente, fue interrogado por una fiscal, lo que marcó el inicio del proceso judicial. Pasó tres meses en la cárcel y, por un fallo del juez de Garantías, fue excarcelado y aguardó en libertad la llegada de su juicio oral.
Durante el proceso, familiares, amigos y vecinos de Marcelo y Matías acapararon la sala. Bustamante sólo se limitaba a estar sentado al lado de su abogado. Cuando decidió declarar ante el tribunal, explicó que “se sintió robado” por dos jóvenes que iban en moto, “que llegó a escuchar que uno le dijo al otro: ‘ya fue, quemalo’” y que por eso disparó, que no sabe “porqué” lo hizo ni recuerda qué sucedió después. Invocó ante los jueces la figura de “emoción violenta”, lo que hubiera constituido un “atenuante” en la escala penal y una pena menor en caso de un veredicto condenatorio.
Su abogado defensor alegó durante una hora y media que, al tratarse de un “intento de robo”, Bustamante había disparado en “legítima defensa”, por lo que solicitó su absolución. Mientras tanto, la fiscal y el abogado de la familia Zalazar sostuvieron que “en su condición de agente policial, un simple altercado no lo habilitaba a sacar su arma y atentar contra la integridad física de una persona”, y que “al tirar del gatillo, Bustamante sabía perfectamente que iba a provocarle la muerte a alguno de los dos”.
Tras semanas de debate, el tribunal integrado por los jueces González, Carranza y Van Schilts, decidió condenar a Bustamante a diez años de prisión “por ser penalmente responsable del homicidio simple de Marcelo Zalazar y ocasionarle lesiones graves a Matías Rolón”. También se ordenó su inmediata detención, por lo que Bustamante se encuentra ahora en el penal de Florencio Varela.
La familia Zalazar, si bien ahora respira más aliviada, sostiene que “diez años no alcanzan para pagar la vida de Marcelo”. Su madre Norma lo describió como “un chico que amaba la vida” y contó que, cada mañana que ella se levanta, piensa que lo va a volver a encontrar ahí sentado en el sillón del comedor de su casa. “Cuando yo me separé, él se hizo cargo de todo. Dirigía la batuta en casa con nosotros y en la esquina con sus amigos. Su ausencia se siente mucho pero, de alguna forma, yo siempre lo siento a la par mía”.
MP-AFD
AUNO-15-10-13