(AUNO-TERCER SECTOR*) Requisas, humillaciones, maltrato físico y psicológico. Estos son algunos padecimientos que sufren quienes visitan a sus familiares en prisión y que los convierten también en víctimas de la experiencia carcelaria. Ante esta situación la Fundación Tido puso en funcionamiento hace dos meses un grupo de ayuda que acompaña y orienta a los familiares de detenidos por este arduo camino.
“Es un grupo de reflexión y acompañamiento psicológico”, explica una de las coordinadoras y co-fundadoras, Delia Zanlungo, al definir la tarea que realizan. Se trata de personas que hablan de sus experiencias durante sus visitas a la cárcel y de lo que sucede afuera, en el entramado burocrático. “Es un aprendizaje colectivo” que apuesta por el tratamiento de los problemas puntuales de las personas. “La gente que viene a las reuniones sabe que nadie va a sancionar a alguien por hablar”, agrega la psicóloga.
La idea surgió casi por casualidad hace dos meses: “Pensamos que no estaba instalada la necesidad de hablar de estas cosas”, recuerda, y asegura que “compartir las vivencias calma”. Es que las mujeres, que representan el 70 por ciento de las personas que visita a algún familiar detenido según estimaciones de la organización, “tienen pudor o vergüenza” de admitir su situación. “Muchas mienten al respecto y dicen que su marido o hermano está trabajando o de viaje”, reconoce Zanlungo.
En este contexto la coordinadora habla de ‘victimización terciaria’, “un término teórico que explica el padecimiento psicológico y físico de aquellas personas que no cometieron ningún delito pero pagan una condena social” por su vinculación familiar con el detenido.
Por esta razón en la institución ven con preocupación lo difícil que resulta que la mujer se acerque a las reuniones. “El rol de la mujer siempre se lo asoció con dar, cuidar y acompañar” aunque “nunca tuvo un espacio de posibilidades en este tipo de tareas”, completa la coordinadora Laura Cirom. El stress, la ansiedad y la angustia que sufren estas personas son alimentados por incidentes tan pequeños como que alguien se adelante en la fila para entrar a la institución carcelaria, que un abogado dilate en exceso los tiempos de un caso o por las abusivas requisas que sufren al ingresar al penal. Pero Cirom aclara enseguida: “No damos asesoramiento legal, sino una orientación sobre cómo proceder y manejarse en el ámbito judicial”.
En el grupo destacan dos inquietudes principales de los familiares que concurren a las reuniones: “Hay una urgencia legal en todos ellos. Quieren respuestas rápidas sobre los casos. También tienen mucha necesidad de contar lo que les pasa”, subraya Cirom. Las charlas son gratuitas y cumplen una función “catártica” que ayuda a las personas a sobrellevar la difícil tarea de asistir a sus parientes presos.
El organismo de acompañamiento se creó gracias a la idea de dos psicólogas a las que pronto se sumó una estudiante de derecho. Las tres voluntarias que integran el apoyo grupal recuerdan los trabajosos días “en que repartíamos volantes en frente a la cárcel de Devoto y en las combis que partían a Ezeiza”. Esos mismos días en los que tuvieron la visión de considerar a la mujer y su familia como “sujetos sociales con opciones” frente a tanta angustia e incertidumbre.
La Fundación Tido trabaja desde 1985 en la defensa de los derechos de la mujer y en los últimos años amplificó su tarea en la búsqueda de alternativas frente a la desintegración social. En su sed funciona la Casa Abierta Alfonsina Storni, donde los vecinos de Villa Crespo participan de actividades culturales y foros de discusión.
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Cómo comunicarse:
Fundación Tido: Teléfono: 4776-6478. Castillo 460, ciudad de Buenos Aires.
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*Agencia Universitaria de Noticias y Opinión
Revista Tercer Sector