(AUNO-TERCER SECTOR*) “¡¡Hagan Algo!!!” El reclamo con mezcla de ruego se repite en la pantalla del televisor como consigna cada vez que un delito se consuma. Las radios capitalinas destinan mecánicamente al menos un móvil para que no falte ni un solo día la cobertura policial.
La inseguridad parece estar concentrada solamente allí, donde el hecho delictivo se hace presente.
El grito cerca del micrófono, la voz multiplicada por diez, cien o mil estremece el corazón del televidente. ‘Que nos den una respuesta ya’, exigen frente a la cámara. Y de eso se trata, de reclamos mediáticos y de respuestas automáticas: más leyes, más rigidez, más cárceles, más cambios en las cúpulas ministeriales y también más renuncias.
Encerrados en un círculo vicioso, los habitantes de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano deberán aceptar que en gran medida el reclamo fue oído y asimilado: después de aquella movilización convocada por el ingeniero Blumberg, un grueso importante de las medidas que figuraban en el petitorio presentado acaban de ser sancionadas en el Congreso, y el Poder Ejecutivo propone invadir las calles de uniformes en un intento por no ser acusado de inacción.
Lo que no va a poder explicarse con facilidad es cómo es posible que habiendo hecho algo nada haya cambiado. Y temerario será pensar en cuál va a ser la próxima exhortación que saldrá de las gargantas desesperadas.
Quizás no falte mucho para que las voces tronen por más y avancen por un camino sin retorno, azuzadas por esa mirada unívoca que cada vez con menos disimulo se filtra en los medios de comunicación provocando la fractura terminal de una sociedad mientras el miedo se apodera de ella.
O quizás sea el momento de sacarle las capas a la cebolla y empezar a preguntar si las reacciones espasmódicas van a tener el resultado que se busca. ‘Hacer algo’ significa buscar la manera de terminar con la ola delictiva y en ese sentido resulta paradójico que se pida que las fuerzas de seguridad actúen cuando se conoce su participación en muchos hechos delictivos, sobre todo en los secuestros. Como tampoco deberá dejarse de preguntar por qué se incrementan los casos de secuestros después que una purga arrasa con jerarquías policiales.
Las preguntas muchas veces generan más preguntas y más inquietud. Y una sociedad inquieta y preguntona quizás sea el escenario más apropiado para generar cambios profundos y para dejar de ver a la inseguridad por el ojo de la cerradura.
Se podría preguntar también qué grado de vinculación con el delito tienen las estructuras corruptas de las instituciones que desde el Estado deben proteger a los ciudadanos. Y preguntarse cómo ponerle fin a la brecha social que cada vez es más profunda. Se podría, quizás así ver a ‘la seguridad’ en un contexto más amplio donde sea legítimo reclamar también ‘Hagan algo!!!’ por un trabajo seguro, un plato de comida seguro y un techo seguro.
*Agencia Universitaria de Noticias y Opinión
Revista Tercer Sector