Carmen de Patagones: una ciudad, un país

La tragedia de Carmen de Patagones dejó de nuevo en evidencia que del afiebrado proyecto de meter a la Argentina de prepo en el primer mundo solo quedó el saldo de miseria y violencia.
Opinión.
Por Daniel Casal.

(AUNO-TERCER SECTOR*) Es por esto que cuando el ministro Daniel Filmus dijo hace unos meses, en una conferencia en España que en la Argentina había chicos que asistían armados a las escuelas nadie se sorprendió.
El bombardeo de mensajes de inseguridad y el culto a las armas lleva a naturalizar algunos hechos que, al final, puede derivar en el peor de los escenarios.
Pero, no es secreto para nadie que en gran cantidad de colegios en la provincia de Buenos Aires se llevan armas de diversa magnitud y los directivos, maestros y toda la comunidad educativa se encuentran muchas veces sin respuestas.
Pero, ante esto, se proponen también soluciones del “primer mundo” que difícilmente apunten a solucionar los problemas de raíz, como, por ejemplo, que se bajen la edad para imputar a los menores. Esto es actuar solo sobre las consecuencias con criterios de dudosa justicia.
También se pretende tomar la matanza que conmueve al país como un caso aislado, producto de psicopatologías individuales o familiares.

Poco se habla de la cultura del éxito o de supervivencia del más fuerte que se pretende imponer a cualquier a precio.

O de la violencia que debe tapar la violencia y del colchón de armas donde se recostó la vida cotidiana.

Las soluciones siguen pasando, mal que le pese a los pregoneros de la intolerancia, por fomentar los valores de la solidaridad, la inclusión social y erradicar en forma acelerada la marginación.

Con estos puntos cardinales a la vista se puede hablar sí de paliativos inmediatos como el debate en las escuelas o en los propios hogares, con el fin de ahuyentar los fantasmas de otras tragedias similares a las de Carmen de Patagones.
*Agencia Universitaria de Noticias y Opinión
Revista Tercer Sector

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