12 de Octubre de 2004: Un año más de resistencia

Como en otros puntos del país, organizaciones de aborígenes se congregaron frente al Congreso Nacional para reclamar por el reconocimiento de los derechos indígenas. Acompañados por docentes, padres y alumnos de escuelas porteñas reivindicaron al 12 de octubre como el Día de la Resistencia de los Pueblos Originarios.

Por Sebastián R. Ochoa

(AUNO-TERCER SECTOR*) El director de escuela Enrique Samar escuchó entre sueños la lluvia que tenía que caer justo en el día que recién empezaba. Había convocado a establecimientos educativos de la zona del Bajo Flores para participar de los contrafestejos por el Día de la Raza esa tarde frente al Congreso. Pero las nubes atentaban contra la concurrencia, que necesitaba el permiso de las madres. Así y todo salieron después de clases. Tomaron el subte en Virreyes y a las seis y media el contingente de 15 chicos y 16 adultos se sumó a los trescientos reunidos para recordar al 12 de octubre como el Día de la Resistencia de los Pueblos Originarios.
Convocados por 25 organizaciones de aborígenes, la gente había pasado por el lugar desde las 10 de la mañana, cuando comunidades indígenas de todo el país montaron ferias de artesanías y subieron al escenario para mostrar bailes y canciones. Bajo el cielo oscurecido el único color lo daban las banderas, que por algo lucían los tonos del arco iris, y los trajes de músicos y bailarines.
Enrique Mamanis, del Movimiento Indígena, recordó los motivos del encuentro. “El 12 de octubre de 1492 comenzó el genocidio más grande cometido a la humanidad, con más de 90 millones de hermanos muertos en todo el continente. Ese día empezó la invasión, la evangelización, el colonialismo y la dependencia política, social y económica, y el saqueo del patrimonio cultural. Ese día el sol se eclipsó para nuestros ancestros”, leyó del documento que año tras año desde 1982 sale a la luz sin todavía ser escuchados como quisieran.
Julián, jujeño de 60 años, consideró que la cuestión aborigen “tiene que ser política de Estado. El gobierno actual escucha, pero eso no quiere decir nada”, evidencia enfundado en un piloto blanco. “Vivimos como el pueblo argentino, y queremos lo mismo: educación, seguridad y salud”.
Mamanis explicó a AUNO-Tercer Sector que el documento de denuncia de los pueblos originarios se hizo con la idea de ir quitando los pedidos que se fueran cumpliendo, pero “cada vez se agregan más injusticias por las que reclamar”. Prueba de ello es que en un principio el escrito contaba con dos hojas. Ahora son cuatro.
En el texto reafirman su dignidad como “naciones milenarias de este continente, rompiendo cadenas de esclavitud y de doctrina católica, como así también una imposición social y política que, por ser de estructura vertical e individualista, es acumulativa, egoísta depredadora y autoritaria”.
Contra este modelo, sigue el documento, “los pueblos originarios sostenemos la armonía de la naturaleza, que nos vuelve a reunir hermanados por la memoria y la dignidad por nuestros ancestros, siendo concientes de que toda la vida viene de la tierra y vuelve a ella para continuidad del ciclo de la vida”.
Y exigen “la derogación del decreto 7/12 del 11 de octubre de 1917, que declara fiesta nacional al Día de la Raza, porque privilegia a la raza española por sobre la única que existe, la humana. No existe cultura superior o cultura inferior, sino diferente”. En cambio, proponen que el 21 de junio sea fiesta nacional “ como Año Nuevo indígena, por ser el día del solsticio solar”. Para el movimiento indígena, La fecha debería ser “feriado como señal de reconocimiento de que vivimos es un estado pluricultural y multilingüe”.
También solicitan “el reconocimiento de los derechos indígenas que figuran en el artículo 75 inciso 17 y 22 de la Constitución Nacional” y la “devolución del patrimonio cultural, que no tiene que ser declarado patrimonio de la humanidad porque de ese modo se avala otra forma de despojo”.
Sicus, bombos, cornamentas y caracoles fueron herramientas de manifestación. No hacía falta mucha pericia musical, bastaba con tener ganas de soplar. Natalia de la Puente, una sicuri de La Boca, reconoció con sentimiento: “Me considero indígena, por más que también tengo sangre de afuera, porque prefiero reconocerme como de esta tierra y defender los derechos de los pueblos originarios, que son nuestros derechos”.
“Hoy nos arrebatan los más primordial, que es la tierra. Por eso hay que dar lucha”, agitó Natalia. Piensa, como todos los presentes, que “nunca tuvimos una respuesta concreta a nuestros pedidos. Por eso estamos acá”.
Desde lo alto de los edificios algunas caras seguían el acto. En la puerta del Teatro Alvear, una señora se largó a aplaudir con gesto de satisfecha a la caravana que cantaba “Cinco siglos resistiendo, cinco siglos de coraje”. Varios transeúntes la imitaron. Después, la reacción se volvió habitual. Con su colorido sonoro la marcha era un espectáculo del que podía participar cualquiera.
El encuentro fue convocado, entre otras, por la Coordinadora 12 de octubre, el Centro Colla, el Instituto Americano de Arte Indígena, la Comunidad Toba de Derqui, integrantes del pueblo mapuche, el Movimiento Indígena formado por parlamentos del pueblo aymará, la Comunidad V Siglos de Qué, Comunidad Colla de Hurlingham y la de José C. Paz, la Comunidad Indígena de Tilcara y la Comisión Interamericana de Juristas Indígenas de Salta.

Al llegar a la avenida 9 de Julio algunos autos daban bocinazos perturbadores. El reloj del Obelisco marcaba las 8.18, y la garúa insistente que los había perseguido todo el día se detuvo. Una voz desprevenida, a lo lejos, gritaba “vayan a laburar”. Con los wipala como arco iris a cuestas, la congregación volvió por Avenida de Mayo hasta donde había empezado todo.
Otra vez frente al Congreso, se distribuyeron en círculos de musiqueros y danzantes para decir “sí a la reivindicación de los pueblos originarios”, y continuar la protesta. Hasta ser escuchados.

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*Agencia Universitaria de Noticias y Opinión
Revista Tercer Sector
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