El expresidente y actual senador Carlos Saúl Menem falleció hoy a los 90 años en el sanatorio Los Arcos, de la ciudad de Buenos Aires, confirmaron allegados a la familia del exmandatario riojano.
El senador ya había atravesado complicaciones de salud: estuvo internado en el Instituto del Diagnóstico y Tratamiento por una neumonía bacteriana bilateral y hace algunas semanas debió ser hospitalizado por una infección urinaria que le provocó dolores y el incremento de la frecuencia cardíaca.
Menem, exgobernador de La Rioja, asumió la Presidencia el 8 de julio de 1989 hasta el 10 de diciembre de 1995. Además, representó a esa provincia durante quince años continuados desde su banca de senador.
“Síganme, no los voy a defraudar”, es una de las frases políticas más recordadas de campañas electorales de la Argentina. La había empezado a emitir el candidato cada vez que cerraba un acto con vistas a las calientes elecciones internas del peronismo que se realizaron el sábado 8 de julio de 1988.
Estaba en juego nada más y nada menos que la fórmula presidencial y, en esa ocasión, el riojano nacido en el pequeño pueblito de Anillaco derrotó en casi todo el país al binomio compuesto por Antonio Cafiero y José Manuel de la Sota, que también era una fórmula muy fuerte.
Con inocultable sabor bíblico, aquellas seis palabras después las siguió repitiendo para las presidenciales del 14 de mayo de 1989, e incluso figuraban debajo de su foto en afiches. Fue electo presidente al derrotar a la fórmula radical integrada por el cordobés Eduardo Angeloz y el bonaerense Juan Manuel Casella.
Seguramente que esas frases, como la de “Argentina, levántate y anda”, se las habrá sugerido algún joven colaborador y después funcionario.
En medio de una hiperinflación fenomenal, asumió la Presidencia el sábado 8 de julio de aquel año, porque el entonces presidente Raúl Alfonsín debió ceder anticipadamente el gobierno a raíz de la presión de la oligarquía diversificada, a quien había calificado como “fascista” en el recordado acto en la Rural casi un año antes.
“Salariazo y revolución productiva” fue otra de las promesas repetidas hasta el hartazgo por el candidato. Superada la inicial hiperinflación menemista, llegó Domingo Cavallo como ministro y el uno a uno (un peso, un dólar) como una de las mejores ficciones políticas a través de la Ley de Convertibilidad.
Después del aplastante triunfo del peronismo en las elecciones legislativas de octubre de 1993, Menem le impuso la reforma de la Constitución al radicalismo. Así fue que en agosto del año siguiente la Carta Magna quedó reformada, con la posibilidad de una reelección presidencial.
Bajo otra promesa de campaña “vamos a pulverizar la desocupación”, el entonces presidente se presentó a la reelección el 14 de mayo de 1995, cuando logró más votos que seis años antes, en medio de una descomunal desocupación y el desguace y enajenamiento de las principales empresas del Estado nacional.
Los medios opositores al “menemismo”, básicamente, se encargaban de criticar las exterioridades de Menem y no el enajenamiento de las principales empresas del Estado nacional, ni el tendal de desocupados que iba dejando el proceso neoliberal.
La indignación mediática apuntaba al presidente que manejaba una Ferrari, comía pizzas con champán en Olivos, se hacía hacer un aeródromo en Anillaco, jugaba el golf, se abrazaba con los Rolling Stone en Olivos o porque la farándula femenina se hacía manosear por ese campechano con camisa celeste y corbata amarilla.
Los medios, que en los albores del siglo XXI están entregados de alma a las noticias falsas, relinchaban de placer en aquellos encuentros veraniegos, y la exclusiva en Olivos para algunos diarios, en el tórrido verano del ’96, para cubrir la reunión de Menem y el elenco de la película Evita integrado por Madonna, Antonio Banderas y el director, Alan Parker, entre otros.
Abrazo e indultos
A escasos tres meses de “no los voy a defraudar”, Menem decretó los indultos para los principales jerarcas de la última dictadura cívico militar, a cabecillas que se habían levantado contra el gobierno de Alfonsín, a quienes habían conducido la guerra por Malvinas y para miembros de las agrupaciones de civiles de la guerrilla.
Lo hizo durante un acto que encabezó en la Sociedad Rural de Chamical (a mil kilómetros de la Capital Federal y a 150 kilómetros al sur de la capital riojana), el sábado colmado de grisura del 7 de octubre de 1989. No se animó a hacerlo el 17.
Ese anuncio lo realizó un día antes de las celebraciones en honor a la Virgen del Rosario de Polco, cuyo santuario se halla a escasa distancia de la sierra que corta los Llanos riojanos, en el Departamento Chamical, y que es una de las principales fiestas populares religiosas de la Argentina.
Esa decisión dictada bajo el signo de la impunidad tenía, como antecedente inmediato las leyes de Punto Final y Obediencia Debida aprobadas durante el gobierno del radical Raúl Alfonsín.
El 29 de diciembre de 1990, Menem completó el indulto al liberar a los dictadores y represores Jorge Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola, Emilio Eduardo Massera, Ovidio Pablo Ricchieri y Ramón Camps. E incluyó además al ex jefe de Montoneros Mario Firmenich (encarcelado en 1984) y al ex general Carlos Guillermo Suárez Mason, que estuvo detenido tres años.
Menem había beneficiado también a quien fuera ministro de Economía de la dictadura civil y militar de 1976: José Alfredo Martínez de Hoz, procesado durante la democracia por los secuestros de los empresarios del rubro textil Federico Gutheim y su hijo, Miguel, ocurridos en 1976.
Pero antes del acto en Chamical, Menem apenas asume le entrega el manejo de la economía a un pulpo cerealero. Como señal, faltaba algo más durante esos primeros días de julio en la Rosada: saluda, abraza y besa a Isaac Rojas, el ex marino furioso antiperonista de la Fusiladora de 1955. Lo hace en la casa del dictador.
Durante la dictadura
Patillas y melena como Facundo Quiroga, Menem fue gobernador de La Rioja entre 1973 y 1976. Había asumido la gobernación durante un acto en el pequeño poblado de San Antonio, en Los Llanos del sur riojano, donde nació aquel caudillo. Después, en 1983, fue nuevamente electo gobernador, y en 1987 fue reelecto hasta 1989, cuando renunció para asumir en la Presidencia.
Después de la muerte de Perón y durante el período de Isabel Martínez, le intervinieron el Partido Justicialista de La Rioja y gracias a negociaciones políticas evitó que le intervinieran la provincia.
Apenas llegó el golpe del 24 de marzo de 1976, Menem estuvo preso en el entonces Batallón de Ingenieros 141 de La Rioja, después lo llevaron al barco 33 Orientales, en el puerto de Buenos Aires, y también en Magdalena, cerca de La Plata.
Residió en Mar del Plata y Tandil, como parte del domicilio “forzoso” que le había establecido la dictadura. Al finalizar ese tipo de residencia, en febrero de 1980, retornó a La Rioja para reiniciar la actividad política, pero fue detenido nuevamente bajo ese mismo sistema y trasladado a Las Lomitas, Formosa.
Así fue que finalmente es alojado en la casa particular de la familia Meza, en aquella localidad, que se había ofrecido a hospedarlo. Fue allí donde mantuvo un romance con Marta Meza, hija de sus anfitriones, relación de la que nació Carlos Nair. Menem obtuvo libertad de movimiento en enero de 1981, ocasión en que se fue otra vez a La Rioja para recomenzar la actividad política.
Quien fuera dos veces presidente nació el 2 de julio de 1930. Sus padres, Saúl Menehem (1898-1975) y Mohibe Akil (1907-1977), eran ambos de Siria.
Relaciones carnales
Es imposible hablar del ciclo menemista sin mencionar el Consenso de Washington, cuyas políticas para los países como la Argentina se podrían resumir: disciplina fiscal, reducción de inversión estatal, o llamada gasto, tipo de cambio competitivo, apertura comercial, endeudamiento, desindustrialización, privatizaciones o enajenamiento de empresas estatales clave, desregulaciones y desaguace del sistema educativo, entre otras, de alto impacto negativo.
Más que un consenso se trataba de una dictadura internacional impuesta por las potencias altamente industrializadas, que apuntaba (apunta) a aplicar políticas de desindustrialización para países como la Argentina.
Menem estableció una política exterior, sobreactuada, de relaciones carnales con Estados Unidos, totalmente desfavorable para los intereses de la Argentina. Durante su mandato ocurrieron los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA, el escándalo con la venta de armas a Croacia y Ecuador, la voladura de la Fábrica Militar de Río Tercero y Malvinas, desaguisados que habían empezado con el envío de dos naves de guerra y helicópteros a la guerra contra Irak, en 1990.
Al sistema mediático sostenedor de las dictaduras no le importaba que Menem comiera pizza o anduviera en Ferrari por una ruta. Las grandes patronales festejaban y eran parte de la fiesta menemista, aunque también con apoyo del grueso del PJ y de amplios sectores de la sociedad.
Se celebraba porque Menem había decidido enajenar y/o entregar YPF, Aerolíneas Argentinas, petroquímicas, Agua y Energía Eléctrica, Gas del Estado, la telefónica Entel, el Correo Argentino, el espectro radioeléctrico, varias plantas de Fabricaciones Militares, Altos Hornos Zapla, las líneas marítimas ELMA, Obras Sanitarias de la Nación (OSN), aeropuertos, astilleros, Yacimientos Carboníferos Fiscales, Somisa, canales y radios; y concesionó ramales ferroviarios.
El decreto 817/92 (del 26 de mayo de 1992) de entrega de los puertos o actividades portuarias tendientes a la reorganización administrativa y privatización; transporte marítimo, fluvial y lacustre; practicaje, pilotaje, baquía y remolque; y de regímenes laborales (flexibilidad) parece un acuerdo exigido por Gran Bretaña en el siglo XIX.
La frutilla de todos esos postres fue la privatización del sistema previsional a favor de los bancos, configurando una de las mayores estafas de la historia de la Argentina. Así fue que Menem dejó un Estado en terapia intensiva, como parte de ese proceso neoliberal que venía de lejos, pero que el riojano profundizó, y que explotó en mil pedazos en 2001.
AUNO-14-2-21
HRC-SAM-MEM