En su primer día de gestión, el presidente de Brasil Jair Bolsonaro firmó el decreto 870/2019 que dispone la eliminación de los programas destinados a la comunidad LGBTIQ del Ministerio de la Mujer, de la Familia y de los Derechos Humanos. Para el activista y consultor de la UNESCO Eliseu Neto la disolución de la Secretaría de Educación, Alfabetización, Diversidad e Inclusión (Seradi) provocará “efectos nocivos” y advierte que desde el gobierno se plantea un “discurso engañoso” sobre la igualdad.
En entrevista con AUNO, Neto, coordinador nacional de PPS Diversidade, asegura que Brasil mantiene un “machismo cultural” que se expresa en la “falsa lucha contra la ideología de género” y sugiere conformar una “militancia judicial” para hacer frente a un “retroceso mucho más peligroso” de lo que esperaba.
¿Cuáles son los consecuencias a corto y largo plazo de la exclusión de la comunidad LGBTIQ en las políticas del Ministerio de la Mujer, de la Familia y de los Derechos Humanos?
Si bien la Secretaría Nacional de Promoción y Defensa de los Derechos Humanos ya se encontraba cerrada desde hace un tiempo, desde allí se planteaba un espacio de articulación para expandirse en la cultura, en la comunicación; es decir funcionaba como un “lobby gubernamental”. Sin embargo, desde hace bastante tiempo presenta un tratamiento “muerto”. Las delegaciones de derechos humanos fueron cerradas, a la par de un legislativo más conservador.
Ahora percibo la instalación de un enemigo. Por medio de la Secretaría de Ciudadanía se intenta marcar un nuevo discurso de ‘todos somos iguales’ y de ‘romper privilegios para combatir el odio’, pero bajo ese mensaje de igualdad, se plantea que los derechos de las personas gays y trans son iguales cuando no es verdad, porque necesitan políticas exclusivas, de salud diferenciada, entre otras. Por eso, creo que si bien las campañas de diversidad continuarán, otras, como la de reconocimiento por la identidad, van a presentar una diferencia.
Estoy muy preocupado por los cambios que se instauran desde el Ministerio de Educación. Hoy la Secretaría de Diversidad fue absolutamente extinta y allí sí se necesitan políticas públicas. Aquí entonces percibo que pueden sufrir modificaciones y tener un efecto más nocivo en primer momento. Incluso antes del gobierno de Michel Temer ya se mostraba un retroceso. Por ejemplo, en el plan nacional de educación o en la retirada de la palabra “género” de algunas escuelas.
¿Por qué más del 50 por ciento del electorado brasileño decidió acompañar la “lucha contra la ideología de género” encarada por Bolsonaro, en un contexto de surgimiento de movimientos como #MeToo y de minorías sexuales?
No considero que Bolsonaro haya sido electo por su pauta conservadora, más allá del fenómeno mundial de un nuevo progresismo feminista. Lo que le permitió llegar a la presidencia fue el haberse colocado como un candidato antisistema, y en Brasil, ese antisistema es visto contra los partidos políticos, es decir, nada relacionado al comunismo, al socialismo, que se emparenta con una militancia un poco más agresiva. Así, Bolsonaro se mostró como una propuesta de partido bien de derecha y liberal, contra la corrupción y contra sistema. El Partido de los Trabajadores (PT) es visto más corrupto, por lo que la decepción del electorado llevó a votar a Bolsonaro.
Todo eso junto a un fenómeno de hombre blanco, hetero, que siente que pierde privilegios frente a un nuevo rol que se plantea para las mujeres. En suma, el electorado de Bolsonaro lo tomó como un impulso para establecer un nuevo discurso.
Según datos de la ONG Grupo Gay da Bahía, Brasil es el país con mayor tasa de travesticidios en el mundo, y los ataques a la comunidad LGBTIQ aún continúan siendo “riesgosos”. Sin embargo, emergen exponentes culturales como Pabllo Vittar (cantante y drag queen brasileña). ¿A qué responde esta dualidad?
La explicación de base se da en que tu planteo corresponde a dos Brasil totalmente diferentes. Por un lado, están los estados más abiertos como Río de Janeiro, San Pablo y Brasilia, mientras que por el otro, están los estados del interior como Nordeste o Maranhão, la cultura gay es más apagada. Es por eso que Brasil presenta una migración LGBT muy marcada: salen de las ciudades del interior, cargados de preconceptos, hacia las grandes ciudades donde hay una mayor aceptación que encuentra su modo de expresión por medio de la cultura.
Además, percibo que el brasileño es machista, y junto con el catolicismo y el sector evangélico —que se ha ido acrecentando y organizando políticamente— necesitaron de un enemigo, que en un primer momento fueron las mujeres y ahora es la comunidad LGBT, y plantean una lucha contra la “ideología de género”. Esto se ve en los niños en los colegios que presentan un machismo cultural, de no aceptación de personas trans, no binarias, autopercibidas. Entonces, la gente, inscripta a ese machismo cultural se incomoda con estos nuevos planteos.
Por eso, ante la falta de conocimiento y la poca difusión de políticas públicas, vemos como en las ciudades más pobres se reemplaza por un pastor, que es un actor muy importante en esas comunidades, o bien por un enorme aparato en prestaciones, la televisión, que permite que se consolide esa fuerza con gran influencia cultural cada vez mayor. Por ejemplo, cuando Temer estaba en el gobierno, se encaró una campaña de uso de preservativos encabezada por Pabllo Vittar y los comentarios se focalizaron en que era un transexual, que no necesitaría de preservativos. Esto demuestra una total ignorancia sobre enfermedades sexuales transmisibles, y eso es grave porque en Brasil crece el contagio de VIH. En San Pablo, un 25 por ciento de LGBT están infectados, en Porto Alegre ya se presenta como una epidemia. Somos el único país de América Latina en donde crece la tasa de portadores en adolescencia. Además, en las escuelas muchos profesores no se animan a hablar sobre esto, o no están capacitados y dentro de las familias no se preparan a los jóvenes para prevenir.
Al mismo tiempo, Brasil es el país con más muertes en la comunidad LGBT. Entonces, las expresiones culturales como “Las Paradas Gays” —un movimiento mundial que se da en las calles— pueden ser abiertas pero esa fuerza todavía no pueden verse en alguna organización política, es decir, no trasciende al campo político.
Gráficos: Carlos Dileo
*¿Cuál cree que sería la mejor estrategia para hacer frente el alza antiderechos?
Algunas propuestas desde el PT fueron conversar con el Gobierno, aunque considero que no es para el momento. Lo que se debe hacer es un activismo judicial. En 2012 la Justicia ya había dado un paso muy importante a favor de la lucha contra la homofobia y transfobia. El Supremo Tribunal Federal ordenó al gobierno una respuesta a los ataque antigays y racistas. Creo que ese es el camino, aunque no sé si tendremos la misma suerte. Además, muchas de las pautas y promesas que ha planteado el nuevo presidente son absolutamente inconstitucionales. La ley de mordaza, el combate contra la ideología de género, son palabras electorales pero que no resultan factibles, aunque el Congreso también se plantee como un panorama difícil con el ingreso de personas con total inexperiencia.
Hay que pensar muy bien, hacer una militancia que debe organizarse, aprender de política, depender menos del Estado y apostar más por alianzas civiles, como LGBT en las empresas, en las universidades, en el aspecto político, en la Defensoría Pública, es decir, crear una red de personas para asegurarse ante la derecha. Por ejemplo, con el casamiento gay que quiere ser derrumbado. Hay que recurrir a la Justicia para preservarlos frente a un retroceso mucho más peligroso de lo que se esperaba.
Gráficos: Carlos Dileo
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