Lomas de Zamora, noviembre 21 (AUNO).- Una vez más el sur del Conurbano se convierte en escenario para la literatura. No hay hadas ni príncipes, sino historias que coinciden en la marginalidad, la corrupción, la muerte y los negocios. Tres son las obras que reflejan esa realidad. Dos se basan la feria La Salada, en Lomas de Zamora; la otra toma el conflicto entre los vecinos de un barrio de italianos llamado Villa Giardino y los ocupantes de los terrenos de Acuba, en Lanús. Todo con aroma a Riachuelo.
Al parecer, la turbiedad del Riachuelo ejerce un magnetismo por historias igual de sucias y pestilentes como sus aguas. La muerte, la delincuencia, la corrupción y tantos otros dramas plagan una de las zonas más pobres y peligrosas del país. “Sangre salada” y “La Salada-radiografía de la feria más polémica de Latinoamérica”, de los periodistas Sebastián Hacher y Nacho Girón, respectivamente, se ocupan del negocio informal más grande del mundo latino.
El primero relata a partir de una serie de crónicas el día a día en el paraíso de la ilegalidad, así como también los orígenes de la feria. “Se armaron y cayeron en la feria ni bien se escondió el sol. Esperaron en la orilla del Riachuelo, agazapados como si fueran a tomar por asalto un tren en el lejano oeste. Cerca de la medianoche apareció el hermano del policía a cobrar las comisiones. El primero en encararlo fue Mirtha”, cuenta Hacher acerca del comienzo de la familia Sepúlveda en el negocio del estacionamiento del predio ferial.
Y continúa:
–Esta parada ahora es mía –desafió.
–Tuya las pelotas –respondió el otro.
Cuando el capo hizo un ademán de sacar un arma de la cintura del otro lado aparecieron los amigos de Mirtha con media docena de pistolas. Algunas estaban oxidadas, otras parecían piezas de museo, pero no era cuestión de averiguar si funcionaban o no. Esa noche Mirtha dirigió el tránsito de remises, organizó a los choferes y cobró una comisión por cada viaje. De madrugada volvió a su casa y le contó las novedades a Raúl.
–Nos quedamos con la parada –le dijo.
–¿Por qué?
–Porque me siento capaz.
Por su parte, Girón publicó “el primer libro de investigación sobre la feria más polémica de Latinoamérica. Relata su historia jamás contada, con su saga de tensiones permanentes y traiciones interminables”, según reza la contratapa.
Dejando de lado la traza literaria que sí abunda en “Sangre salada”, “La Salada-radiografía de la feria más polémica de Latinoamérica” prefiere ahondar en el entramado político y social que nació a orillas del Riachuelo, con el más que conocido esquema de coimas y corrupción que hace de la feria el mercado central de las prendas falsificadas, donde los mismos empleados que cosen para la marcas originales también lo hacen para sus puestos.
Orígenes, crecimiento y consolidación de un negocia que lleva dos décadas y que tiene 250 réplicas repartidas en todo el país. “Bueno, muchachos, ni me tienen que explicar cómo es esto porque yo tengo calle…”, fue el inicio de Jorge Castillo, uno de los fundadores del paseo de compras Punta Mogote, en una reunión para arreglar la coima y acelerar los trámites de habilitación de su emprendimiento, relata Girón en su libro.
“Entre una cosa y otra, cerremos en $ 500 mil”, le contestaron los
Autodenominados gestores municipales, para dar así comienzo al tercer mercado que competiría con las preexistentes Urkupiña, bajo el mando de Enrique Antequera, y Ocean.
Acerca de los primeros conflictos entre vecinos, el autor expone la visión de los dirigentes de Punta Mogote y de Urkupiña: “’Como ellos arreglaban con la Municipalidad y con la Policía, a mí me generaron muchos problemas; venían a cerrarme y se armaban unas batallas campales que salían en todos los medios’, afirma Jorge Castillo. ‘Es verdad, al principio se dio una pelea total. Jorge dice que le mandábamos a la cana, pero es mentira. Nosotros jodíamos al municipio para que les cayeran las autoridades políticas. Lo que pasaba es que iban y les ponían la faja de clausura. Después él rompía la faja y recién ahí llegaban las fuerzas de seguridad’, se defiende Enrique Antequera. Eso sucedió, por ejemplo, el 14 y el 18 de octubre de 1999”.
Por fuera de los límites de Lomas de Zamora, una vez adentro de territorio de Lanús, pero siempre con el característico hedor del Riachuelo, Josefina Licitra expone en “Los otros. Una historia del conurbano bonaerense” un conflicto entre vecinos de barrio de italianos llamado Villa Giardino y un asentamiento denominado Acuba, en referencia a la Asociación de Curtiembreros de Buenos Aires que es la poseedora del predio. (Ver “El resentimiento entre ellos… )
Llegados tras la Segunda Guerra Mundial, los “tanos” se afincaron en una zona fabril que amenazaba con crecer y prosperar. Décadas más tarde, otros inmigrantes –bolivianos, paraguayos, peruanos y algunas familias del interior del país— llegarían con los mismos sueños y con la misma creencia: que el lugar les daría trabajo y una vida digna. Ambos fueron defraudados.
Sin embargo, la desesperanza y el fracaso no los unió. Por alguna razón, no lograron convivir de manera pacífica. Y la mejor forma de evitar problemas, al parecer, fue un muro. Un paredón de 300 metros levantado “para mantener a raya la tensión social que suele haber entre los barrios”, explica la autora al comienzo de su obra.
“El muro terminó siendo una solución endeble destinada a romperse. Llegó el día, sí, en el que alguien rompió el muro y armó un hueco. Ese agujero, dicen los tanos, permite a los negros entrar a Giardino y robar, romper, roer todo aquello que tocan. Ese agujero, dicen los negros, es el conducto que tuvieron que inventarse para acceder de forma directa a las escuelas, las plazas y las salas sanitarias de la zona, tres espacios públicos donde el recelo se presenta como una condición del aire: los negros respiran la distancia de los tanos. También respiran su miedo.”
El resentimiento y el odio traspasó los ladrillos, y eso no podía terminar bien. “Negros de mierda y tanos de mierda es como los negros y los tanos se llaman entre sí. A metros del Riachuelo está este mundo binario: hay lo uno y hay lo otro, y todo parece triste y fácil de explicar”, describe Licitra.
Y la tensión dejó de lado lo material y se metió con la vida, durante una marcha de los negros. “Los vecinos de Acuba lo resumen de este modo: ‘Veníamos tranquilos y los tanos nos empezaron a tirar ladrillos y a gritar negros de mierda. Uno se subió a la terraza, agarró una escopeta y empezó a los cuetazos. Hirió a tres y mató al pibe’”. La víctima, Héctor Daniel Contreras, “era cartonero, participaba de la manifestación y tenía dieciséis años”.
De esta manera, con un muro y una muerte, con “tanos” y “negros” que se pelean sufriendo las mismas penurias, comienza “Los otros. Una historia del conurbano bonaerense” y se termina una trilogía casual.
La pestilencia literal y simbólica, la corrupción, la delincuencia y la muerte encuentran su paraíso en el Riachuelo y sus alrededores. Sea una megaferia popular o un conflicto entre vecinos, la literatura se encarga de exponer y retratar historias que, por conocido y famoso que sea el lugar, nunca salen a la luz. Con tinta y hojas, tres libros hacen referencia a un lugar marginado del que el Estado pareciera haberse olvidado.
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AUNO-21-11-11