Lamentablemente, y por suerte, no se puede decir que todos los libros sean recomendables leer. Hay quien dijo, en forma exagerada, que bastaba con leer diez libros de literatura argentina para entenderla, comprenderla o estar al tanto de ella. Todos tenemos nuestro canon.
También ocurre con los libros de historia, ensayísticos, de política. En este caso El terrorismo de Estado en la Argentina es un libro esencial. Fue presentado en la reciente feria del libro de Buenos Aires.
Lo que voy a escribir es apenas una reseña de una obra que cuenta la barbarie llevada adelante en la Argentina por los dueños del poder político y económico. Es la historia del Terrorismo de Estado. No de la violencia en general, ni política en particular.
El prólogo está escrito por Ana María Careaga, que preside aquella entidad responsable de la edición y en la introducción los autores escriben: “Este libro que el lector o la lectora tiene en sus manos es fruto de un esfuerzo conjunto destinado a historiar la evolución del Terrorismo de Estado en la Argentina desde los albores de nuestra vida republicana hasta el apogeo de esta práctica aberrante y criminal durante la última dictadura militar”.
Allí dicen que entre 1810 y 1816 hubo una “política de avanzada que propende al establecimiento de una igualdad y que se cristaliza en una serie de medidas, tales como la supresión de la mita y el yaconazgo (formas de esclavitud en la época colonial), la promoción de la educación femenina, el respeto de las poblaciones indígenas preexistentes y el fin de la política eclesiástica inquisitoria, entre otras”.
“Sin embargo –se aclara- en los años inmediatamente posteriores a la independencia tiene lugar un cambio regresivo en el orden económico. En suma, desde aquel momento, el Terrorismo de Estado se halla presente en el código genético de nuestro país”.
Antes de esa caracterización se recuerda que “en el caso de los países de Nuestra América, ¿cómo olvidar que fueron dos Estados, los reinos de España y Portugal, quienes conquistaron estas tierras a sangre y fuego, produciendo un genocidio que los historiadores estiman que asciende a unas 60 millones de personas en los dos siglos de historia colonial?”.
La matanza y los diarios
Luego, repasa la incursión de Juan Manuel de Rosas, Ruiz Huidobro y el fraile Aldao para realizar algo así como la ‘primera conquista del desierto’. Entre 1833-34 marcharon desde Cuyo, Córdoba y Buenos Aires: “Fueron muertos más de 3.000 indios, 1.000 fueron traídos prisioneros, llegando a la isla Choele Choel. La legislatura le entregó a Rosas como premio la isla, pero él solicito en cambio que le cedieran 60 leguas cuadradas de tierra en la llanura bonaerense, las cuales fueron concedidas”. Y luego se analiza la represiva Ley de Vagos de 1860.
“Para 1879 se continuó con la política de exterminio de los pueblo originarios, ahora bajo la presidencia de Avellaneda. Todo comenzó con una gran campaña racista de prensa contra los habitantes de la pampa”. Citan en ese sentido lo publicado por el diario La Tribuna de Buenos Aires, el 1/6/1879, para preparar a la opinión pública para la llamada ‘Conquista del Desierto’:
‘Para acabar con los restos de las que fueron poderosas tribus, ladrones audaces, enjambre de lanzas, amenaza perpetua para la civilización, no se necesita ya otra táctica que la que los cazadores europeos emplean contra el jabalí. Mejor dicho, contra el ciervo. Porque el indio ya es un ciervo disparador y jadeante. Es preciso no tenerles lástima’.
La documentada escritura también aborda las crecientes movilizaciones y la represión previas al Centenario, la ley de Residencia de 1902 y las acciones represivas posteriores a 1910. Así también las ocurridas por parte del Ejército contra trabajadores en los Talleres Vasena de Buenos Aires, en la Patagonia y en los talleres de la estación Remedios de Escalada de la Línea Roca, estas durante el gobierno radical. Hechos que prefiguran nuevas acciones terroristas estatales a lo largo del siglo XX.
En el capítulo II se analiza la inestabilidad institucional, que para los autores está delimitada entre 1930 y 1976, para lo cual se recurre a salidas represivas, mientras que el capítulo III está dedicada a un tema esencial: “Los fundamentos económicos del Golpe de Estado de 1976”.
La emergencia del Otro
El final contiene una selección documental titulada ‘El otro en el discurso político argentino’, de Elvira Barillaro y Francisca La Greca, quienes señalan que “la necesidad de consolidar la territorialidad del Estado nacional lleva a presentar al otro [destacado de las autoras] como una amenaza, como fuente del mal; el discurso resulta una herramienta válida para reafirmarlo como fuente de peligro y así habilitar su eliminación material”.
El anexo documental responde a ese planteo y se hallan testimonios escritos en diarios, manifiestos de caudillos federales, cartas, discursos de dictadores y escritores, fotografías, fragmentos de libros de historia y de ensayos; de leyes y del código penal de los siglos XIX y XX.
Se trata de ese ‘otro’ encontrado también en la literatura argentina de ambas centurias: el teatro, el ensayo histórico, la poesía y la novela, en la que aparecen demonizado el inmigrante y frente a quien se intentar realzar el criollismo, el nativismo, las tradiciones, el gaucho y se vuelve la mirada hacia lo hispánico.
Tal vez el libro dejó de lado la invasión del ejército de Mitre y Sarmiento para perseguir a las fuerzas militares de las Montoneras, ocasión en que se realizó una guerra de policía, es decir, que los adversarios no eran considerados como tales, sino vándalos fuera de la ley, según la visión de aquellos dos ideólogos.
Ficha técnica
El terrorismo de Estado en la Argentina, Buenos Aires, Instituto Espacio para la Memoria, 2010. Escriben Osvaldo Bayer, Atilio Borón y Julio Gambina. 317 páginas.
AUNO 13-05-10
FL-HRC