La otra historia del Bicentenario

Una entrevista a Benito Espíndola, uno de los referentes de pueblos originarios, en la que evalúo la situación en que viven los miembros de comunidades indígenas en el Conurbano bonaerense. A días del cierre de la Semana de los Pueblos Indígenas, miembros de distintas comunidades anunciaron que el 24 y 25 de mayo acamparán frente al Congreso Nacional para difundir la «historia no contada».

El 19 de abril se recuerda un año más de aquel día de 1940 cuando se realizó en Patzquaro, México, el primer Congreso Indigenista Interamericano. “Argentina asistió a ese Congreso como observador porque decía que no había indios acá”, recordó Benito Espíndola, miembro de la Organización de Pueblos Originarios (Orcopo), que en esta Semana de las Comunidades Indígenas —que dura hasta el próximo 25 de abril— hizo un repaso por la condición en que muchos viven, aunque no lo sepan: ser “indígena urbano”.

—¿Cómo es ser miembro de un pueblo originario y residir en el Conurbano o Capital?
—En realidad, el desarraigo hace que uno se afiance más en la cultura propia, es lo mismo que cuando un argentino se va al exterior. La única diferencia es que acá (en Buenos Aires) no tenemos un territorio comunitario, pero mantenemos las comidas, músicas y rituales, y los hacemos en lugares públicos.
—¿Tienen una idea de cómo están compuestas las comunidades que habitan en Gran Buenos Aires?
—La encuesta complementaria del último Censo 2001 indicó que hay 24 pueblos originarios en total. La mayoría somos coyas, guaraníes y diaguitas, de Salta, Jujuy y Chaco. Y vinimos por trabajo o para organizar actividades.
—¿Cómo es la tarea de coordinar a las comunidades? ¿Hay unidad entre las diferentes culturas?
—Hay elementos que unen a todos los pueblos del mundo en su relación con la naturaleza. Lo que cambia es el hábitat, y la cultura de cada pueblo hace que de acuerdo al hábitat con que se relacione. Después algunos pueblos serán más verticales u horizontales (en su organización política), pero lo que es común es la relación con la tierra, y entonces la lucha es común: el territorio y la apropiación de los recursos naturales. El enemigo mayor son quienes apropiaron la tierra, los terratenientes y quienes tomaron los recursos naturales. Entonces es fácil articular.
—¿Qué lectura hacen del Bicentenario?
—Como país debemos una autocrítica, porque el modelo impuesto por San Martín, Belgrano y Moreno fue abortado casi desde 1810 y se ha impuesto la visión de los terratenientes. Las comunidades fueron negadas por “los Sarmiento y los Mitre”. Y no fueron sólo contra el indio, también contra el gaucho y todo lo que tuviera olor a tierra. La negación fue mucha y se dio durante todos los gobiernos que quisieron hacer un país sin indios, queriendo que fuera europeo. En este tiempo, hubo muchas matanzas para quedarse con las tierras. Por eso, el 24 y 25 de mayo vamos a hacer un acampe en Plaza Congreso porque queremos traducir que hay otra historia que no fue contada.
—¿En los últimos años hubo cambios de políticas sobre pueblos originarios?
—Creo que sí, a nivel mundial. En Argentina, un gran cambio se dio en la reforma constitucional de 1994. Empezó a cambiar la visión de país que pasó de ser monocultural a multicultural. En ese sentido hay un cambio de 180 grados. Pero en Argentina no se la lleva a la práctica, no vemos la voluntad política, es algo que todavía está en veremos.
—¿Por qué? ¿Cómo es la actualidad en estos días?
—Hoy tenemos alrededor de 500 conflictos territoriales y comunidades militarizadas. Pero hay resistencias de los pueblos, que están al pie del cañón. Están resistiendo a pesar de que no los muestren los grandes medios.

PER-AFD
AUNO-23-04-2010

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