Lomas de Zamora, setiembre 23 (AUNO) – “El recorte al salario docente, y a todos los agentes que prestan servicios públicos, seguramente tiene consecuencias en la calidad del servicio educativo para los sectores más desfavorecidos de la sociedad”, aseguró Emilio Tenti Fanfani, sociólogo especialista en educación.
“Pareciera ser que en el presente los que gobiernan el país están más preocupados por lograr los equilibrios fiscales para garantizar el pago de la deuda que en mejorar la suerte de los argentinos más pobres y empobrecidos”, criticó.
Tenti Fanfani concedió un reportaje a la agencia de noticias AUNO, en el contexto de la Cuarta Feria Escolar del Libro que se realizó en la Escuela Nº 267 Ángel Vicente Peñaloza, en Olta, La Rioja, en la que el especialista dio una charla sobre “Algunas tensiones en el desarrollo de la educación básica en América Latina”.
¿Cómo ves la educación argentina?
Me permitiría distinguir dos dimensiones de tu pregunta. Una es coyuntural y la otra estructural. En primer lugar, me preocupan las consecuencias del gran ajuste generalizado que afecta la sociedad y el sistema escolar argentino. Ni la escuela ni la ciencia y la tecnología, pese a su importancia estratégica en el desarrollo nacional, han sido exceptuados del recorte del gasto público. Pareciera ser que en el presente, los que gobiernan el país están más preocupados por lograr los equilibrios fiscales para garantizar el pago de la deuda que en mejorar la suerte de los argentinos más pobres y empobrecidos.
Los ricos no tienen nada que perder. A ellos no se les pide sacrificios. Sus ingresos y propiedades los protege contra la disminución de sus consumos. Por el contrario, ellos concentran cada vez más riqueza y se pueden permitir todos los lujos. Comprar costosos autos importados, hacer compras en Miami, etc.). El recorte al salario docente, y a todos los agentes que prestan servicios públicos,seguramente tiene consecuencias en la calidad del servicio educativo para los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Los hijos de los ricos envían a sus hijos a costosos establecimientos privados cuya vida normal no se ve afectada por el ajuste y el empobrecimiento.
Señalabas también la dimensión estructural…
Desde el punto de vista estructural, el principal problema que veo en la educación pública nacional es el desfasaje creciente entre la democratización del sistema escolar y la concentración creciente del conocimiento poderoso en pocas manos. En ese sentido, el estado de desarrollo de la escuela secundaria es ejemplar. Los que llegan últimos a este nivel, los grupos desheredados de la sociedad, llegan a algo que ya no es lo que era. La causa es que todos los sistemas escolares de América Latina se vieron obligados a hacer más cosas (incluir a más alumnos) con menos recursos. Pero la cuestión es más compleja y no se puede agotar en esta respuesta.
Parece ser que el gobierno pone en duda el derecho a estudiar
Se dice que la educación es un derecho. A mí me gusta más decir que el conocimiento y en general la cultura son un derecho de los ciudadanos. Si se quiere trascender el plano de las formas jurídicas es preciso que una agencia pública, en este caso el Estado, se haga cargo de garantizar el desarrollo de conocimientos fundamentales a todas las niñas y niños del país, independientemente de sus condiciones materiales de vida. Para lograrlo es preciso romper el círculo vicioso que consiste en ofrecer escuelas pobres, desde múltiples puntos de vista, para los más pobres. Sobran datos que muestran el funcionamiento de esta lógica perversa. Por otro lado, los que llegan últimos a cierto nivel del sistema escolar, por ejemplo el secundario, llegan a algo que ya no vale como valía cuando el secundario era para pocos. Como los diplomas no son esencias, sino que tienen un valor relacional (relación títulos, mercado de trabajo) los grupos sociales que recién pueden alcanzarlos son víctimas de un engaño objetivo y estructural. Cuando ellos logran obtener el diploma de bachiller, este ya no vale casi nada, porque la mayoría ya lo tienen.
En las charlas, hablás de la sobrecarga de objetivos
La escuela fue un dispositivo central en la construcción del Estado Nación moderno. Su sentido era claro y compartido. La escuela obligatoria tenía una misión: construir al ciudadano de esas nuevas configuraciones políticas nacionales y estatales. Las clases dominantes construyeron a la ciudadanía desde el Estado. Para homogeneizar a poblaciones extremadamente diversificadas, aborígenes e inmigrantes de diversa procedencia, impuso como obligatorio el aprendizaje de la lengua oficial, una historia y una geografía nacional, disciplinasen que gran parte fueron constituidas para ser enseñadas. A la escuela contemporánea se le asignan diversas funciones, “fines”,“objetivos”. Se suele decir que la educación es la clave para lograr el crecimiento económico, el empleo para todos, la distribución más justa de la riqueza, pero también la salud, la ciudadanía participativa, el respeto a la naturaleza, el respeto a la diversidad de identidades, la paz social, la disminución de la delincuencia y otros beneficios sociales. Este exceso de demandas se traduce en una especie de proliferación del programa escolar hasta el punto que muchas instituciones y agentes, obsesionados con el desarrollo de todo el “programa” se pierden en el bosque de los contenidos y pierden de vista el bosque, es decir, lo esencial. Ante este exceso de demandas y expectativas (cuya explicación no es pertinente proporcionar aquí) es preciso volver a preguntarse qué es importante para el desarrollo de las nuevas generaciones y de la sociedad, que solo una institución como la escuela puede hacer, o lo puede hacer en mejores condiciones.
En ocasiones hiciste hincapié en lengua y matemáticas.
Si yo tengo en cuenta esa pregunta me animo a proponer que hay dos conjuntos de conocimientos que son fundamentales: el desarrollo de las capacidades expresivas y el cálculo. La primera es fundamental y no la puede garantizar ni la familia ni el resto del sistema cultural. La expresividad en sentido amplio, como manera de ponerle forma a nuestros sentimientos, deseos, intereses, miedos, demandas tiene un valor instrumental fundamental: con el lenguaje en este sentido amplio “se hacen cosas” (se vende, se compra, se negocia, se puede causar dolor o placer, se enamora o se engaña, se consiguen votos, etc.). La expresividad está en la base de la reflexividad, de la capacidad de crear y producir y de la participación en la vida democrática.
La escuela no tiene más el monopolio de la información. ¿Por qué?
La escuela no tiene más el monopolio de la información. Tampoco tiene el monopolio de lo que se llama la cultura “objetivada”, es decir, hecha cosa que existe por fuera de sus productores (los hombres). La escritura permitió objetivar el conocimiento. Pero las herramientas que construyeron los hombres también son cosas de la cultura, desde la cuchara a un lápiz, una partitura o un cuadro, etc. Son cultura objetivada. La información, los datos (deberíamos decir,cierta información y ciertos datos) se pueden obtener a través de las nuevas tecnologías de la comunicación, pero la capacidad de dar sentido a los datos o de usar y disfrutar de la cultura hecha cosas requieren de agentes humanos que tienen capacidades incorporadas(capacidad de leer, de escuchar, de ver y apreciar, capacidad de usar una herramienta, etc.). Estas capacidades requieren de un aprendizaje y desgraciadamente están muy concentradas en pocas manos. De eso debe ocuparse la escuela, de desarrollar la cultura liberalmente “en el cuerpo”, es decir, como capacidad de entender, de dar sentido, de usar herramientas, de leer, apreciar una obra artística, etc.
Con Alejandro Grimson escribiste en el libro Mitomanías de la educación argentina. ¿Cuál fue la meta?
Con Alejandro escribimos ese libro con el fin de someter a crítica un sentido común que se expresa en creencias que nos permiten orientarnos en el mundo, pero que muchas veces aceptamos sin discusión ni examen. Pensamos y juzgamos con frases hechas del tipo “La escuela de ayer era mejor que la de hoy”, “a los chicos de hoy no les interesa nada”, “los maestros de hoy no tienen vocación!”, “La educación privada es mejor que la pública”, y otras parecidas. El objetivo del libro es someter a examen esas creencias y confrontarlas con otras evidencias y otros argumentos. En síntesis, el libro es una invitación a la duda y a pensar que muchas veces las cosas de la educación son más complejas de lo que parecen ser.
Sobre Tenti Fanfani
Es licenciado en ciencias políticas y sociales por la Universidad Nacional de Cuyo, realizó pos grados en Francia y es profesor titular de sociología de la educación en la F. de Ciencias Sociales (UBA), entre otros estudios y cargos.
Publicó La escuela y la cuestión social (2011), Nuevos temas en la agenda política educativa (2007), El oficio de docente (2006) y La condición docente (2005).
Junto a Grimson: Mitomanías de la educación argentina. Crítica de las frases hechas, las medias verdades y las soluciones fáciles, Buenos Aires, Siglo XXI, 2018.
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