Editoriales independientes, un refugio para letras con impronta autogestiva

La Feria del Libro Independiente y Autogestiva reúne a editores y escritores ávidos de proyectos y palabras de género autónomo. Editores consultados por AUNO relataron que la apuesta excede el umbral literario para sentar posición en el campo político.

Daniela Rovina

Lomas de Zamora, junio 26 (AUNO).- Esa inquieta cofradía de proyectos comunitarios que navega por las plazas y centros culturales de todo el país bajo el nombre de Feria del Libro Independiente y Autogestiva (FLIA) arrastra a un incipiente grupo de editoriales autónomas que, desde el trabajo cooperativo, apuestan a la publicación de autores que se escapan de los engranajes del gran mercado editorial. Como contrapropuestas a esas lógicas industriales, pero sobre todo como alternativas políticas a una forma de producción y distribución dominante, libreros y escritores independientes charlaron con AUNO acerca de los encantos y vicisitudes del juego y desafío de publicar palabras escritas sobre los márgenes que otros dejan en blanco.

“Proyecto Editorial Itinerante”, es una iniciativa de origen chileno que, haciendo escala en Mendoza, desembarcó en Buenos Aires en 2011 luego de cinco años de existencia nómade e identidades fluctuantes (funcionan con este nombre desde hace un año). Con casi una docena de títulos publicados que van desde poesía, narrativa y libros de fotografía, este grupo de editores oriundos de Valparaíso diseña, imprime, arma y vende cada ejemplar siguiendo un criterio de trabajo que definen como independiente y autónomo. “Una editorial autogestionada es una apuesta política de partida. Pero el desafío es tanto de la editorial como de los lectores”, sintetizó Diego Bustamante, uno de los integrantes del proyecto.

Buena parte de estas iniciativas editoriales se apoya en un compromiso tácito con el lector. Un acuerdo que, entre otras cosas, reconoce que la producción casi artesanal de un libro implica costos más elevados. En sintonía con este principio, Diego explicó que si bien los precios de las obras impresas con esta impronta quizás sean más elevados (lo que no es regla general), “todos los costos se reflejan en el valor final del libro (porque) hay retribución al autor, al editor y vendedor”.

Desde hace una década, el escritor Juan Pablo González cocina sus trabajos al calor de esos mismos parámetros de autoedición e independencia, aunque con una particular perspectiva que combina la experiencia del autor con la del editor. Nacido en tierras porteñas, este escritor viajero enraíza sus relatos en las cosmovisiones y mitologías de pueblos originarios y otras comunidades ancestrales. Una mezcla de “ficción camuflada con la historia (¿oficial?)”, que se inspira en millas acumuladas de viajes por Latinoamérica, pero sobre todo en un juego antropológico que lo llevó a convivir con algunas comunidades indígenas.

Sus letras se alimentan de la tradición oral y, a la vez, confrontan las versiones de estos pueblos con aquellas ficciones de circulación masiva conocidas como historia oficial: “En lo que escribo confluyen esas dos visiones. Esta es una tierra de lucha y resistencia y muchos de mis libros tienen que ver con eso”, explicó Juan Pablo.

Sin embargo, las obras suscriben también a otras causas ajenas a la grandilocuencia de los ámbitos literarios: “No tiene que ver únicamente con el arte y la literatura, sino también con apoyar movidas y luchas sociales (para) acercar a la gente a otros ámbitos. Ahí es donde me cierra mi trabajo”, reflexionó el escritor.

Entonces, añade, “que la cultura no sea una cosa de elite” significa, entre otras cosas, que libros, revistas y demás publicaciones no sólo se expongan en grandes librerías, sino también en calles, plazas, barrios y espacios recuperados.

“Milena Cacerola” es otra de esas nuevas propuestas de larga tradición “fliera”. Surgida de la efervescencia literaria que dio origen a la FLIA allá por 2006, esta alternativa editorial recoge manuscritos de distinta índole que alimentan un amplio catálogo de poesías, cuentos o textos académicos asiduos visitantes de ferias autogestivas y de las otras.

“La propuesta de la feria independiente es romper con la idea de expositor-vendedor y lector-comprador, con las lógicas preconcebidas del mundo editorial y juntarnos con otros editores para trabajar en conjunto”, afirmó Matías Reck, uno de los integrantes de este proyecto.

PUBLICACIONES SIN INHIBICIONES
“Esta idea de generar una editorial independiente satisface la necesidad de la autopublicación”, destacó Diego apostado entre los ejemplares manufacturados por el “Proyecto Editorial Itinerante”. Es que publicar en estos términos, insiste, es algo así como pararse ideológicamente en una vereda: “Decir la palabra es una cosa importantísima y cuando no pertenecés al círculo social o sos amigo del poder difícilmente te editen”, sostiene.

Transeúnte de aquella misma vereda resulta ser Juan Pablo. En su caso, la fusión de escritura y edición, si bien le aporta libertad en la narrativa y en el armado, también lo rescata del aislamiento poniéndolo en contacto directo con el lector: “Autoeditándote zafás de quedarte en esa locura de la torre de marfil en la que se pone al escritor. Te permite ver que la gente aprueba tus vuelos y poder seguir con eso”, destacó.

A esa idea de “decir lo que querés sin límites de páginas”, Matías Reck, editor de “Milena Cacerola”, agregó el acercamiento que propicia esta forma de edición con el autor, en el que éste “es ‘dueño’ de su libro”, cosa poco frecuente en los sellos masivos donde generalmente el escritor se adapta a colecciones prefijadas y estructuradas.

Y, aunque positiva, esta “disparidad” de criterios estéticos puede también convertirse en un obstáculo a la hora de “vender”, según Matías. Así sostiene que “no se sabe bien de qué la va el libro” porque a diferencia de las colecciones que caracterizan a la edición a escala, estos artesanos de la literatura ofrecen libros sin uniformes que podrían limitar su identificación por parte del lector.

DR-AFD-EV
AUNO-26-06-12

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