Culpa, depresión, estrés constante y frustración: los síntomas del patriarcado

Los mandatos sociales y estereotipos de género tienen efectos en la salud de las mujeres e identidades feminizadas. Desde estrés a problemas posturales, soportan trastornos asociados a los roles que ocupan en las familias.

Las consecuencias de los roles de género y los mandatos sociales históricamente asignados a las mujeres cis e identidades feminizadas, además de enseñar cuál el deber ser en el mundo, tienen un impacto en nuestra mente y cuerpo, según indican profesionales de la salud. Afortunadamente, con el correr de los años y el avance del feminismo y la perspectiva de género, hay una vía de deconstrucción, aunque aún las mujeres pagamos los platos rotos.

La co-fundadora de la Red de Psicólogxs Feministas y coordinadora del Departamento de Formación, Gisela Cassouto, explicó a AUNO el efecto que tienen los mandatos sociales y estereotipos de género en la vida y la salud mental de las mujeres e identidades feminizadas, como por ejemplo, ocupar los “roles de cuidado”, usualmente vinculados a la de una ama de casa, encargada de las tareas del hogar, del cuidado de sus hijes, la atención de su esposo y tal vez, de algún familiar ya mayor. 

Una de las consecuencias directas que tiene es el menor tiempo de autocuidado y de hacerse cargo de las propias necesidades, los propios deseos e incluso los cuidados médicos”, precisó Cassouto, y profundizó es muy común que una charle con mujeres y que los nenes tengan todas las vacunas al día, no les falta un control y ellas tal vez no se hacen un control ginecológico hace cuatro años.

“El cuidado para sí misma siempre está en último lugar y siempre se ocupa de los demás”, apuntó, y explicó que los estereotipos de género también implican una autolimitación de disfrute, de ocio, de estudio y dedicación al trabajo. La mujer se ha convertido en la “garante de los afectos dentro de la familia”, siendo la que brinda el cuidado, apoyo emocional y acompañamiento a las frustraciones. “Eso hace que tenga menos tiempo para registrar las propias cargas emocionales. No hay lugar para cuidarse o hacerse cargo de las propias emociones, porque no hay tiempo”, manifestó.

Crédito: collage de Magdalena Franczuk y Ashkan Honarvar


«Hoy en día, la mayoría de las mujeres siguen siendo quienes se ocupan del hogar y siguen teniendo su identidad ligada a su rol familiar a diferencia de los varones cis que tienen su identidad ligada a qué hacen”, expuso acerca de cómo incluso la propia identidad es construida en relación a un otre. 

Esto puede conducir a que las mujeres soporten situaciones con el fin de preservar el espacio familiar, lo que se vincula con la idea de que «la mujer se completa al tener una familia”. Hoy en día, agregó Cassouto, se sigue viendo con «malos ojos» a aquellas mujeres que deciden otro proyecto de vida, priorizando tal vez su vida laboral, ya que se piensa “mujer igual a madre”.

En otras palabras, las mujeres pueden trabajar y tener una carrera, «siempre y cuando mantengan su rol en el hogar”, lo que lleva a una doble jornada laboral (dentro y fuera del hogar) y la carga mental que trae atado estrés. El trabajo no remunerado, que concierne a los quehaceres domésticos y al cuidado de niñes y adultos mayores, es realizado en el 76,6 por ciento por identidades femeninas, según el INDEC.

Es un estrés que se tiene muy naturalizado y es constante, lo que hace mucho daño a largo plazo”, reveló. Puede provocar problemas gástricos, coronarios, cansancio físico y mental, ansiedad, depresión, entre otras cosas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión afecta más a la mujer que al hombre.

En este sentido, la médica feminista de renombre internacional Mabel Bianco afirmó que el trabajo continuo de actividades diversas en muchos casos produce problemas posturales debido a los malos movimientos. “Hay además una tendencia al sedentarismo. Si bien están en actividad todo el tiempo no hacen práctica de ejercicios, y cómo están cansadas crónicamente su actividad física es nula”, señaló la médica, e indicó que esto mismo conlleva en muchos casos a la obesidad y a la hipertensión arterial. 

En la misma línea, Cassouto detalló que la mujer “no descansa ni física ni psíquicamente”, porque “siempre hay algo pendiente”. Si bien el reparto de tareas lentamente en algunas parejas se divide, “la carga mental va a tardar en repartirse”, ya que se enseña que el espacio doméstico es responsabilidad de las mujeres. «Es salir a la calle y tener una imagen mental de lo que es la heladera y de qué es lo que hace falta o de tener en la cabeza la agenda de la semana”, ejemplificó y remarcó que los varones cis «no cuentan con esa carga mental y eso también hace al descanso y al disfrute”.

La idea de madre se comió a la mujer

Otro abordaje interesante que reveló la psicóloga y diplomada en estudios de género, es el estereotipo de género sobre el cuidado y que suponen a «una buena madre, abnegada, amorosa, cuidadosa con las otras personas y otro montón de valores”, apuntó y disparó: “La idea de madre se comió a la mujer”.

“Los varones en el espacio público son singularizados porque José es diferente de Pedro porque José hace tal cosa y Pedro hace tal otra y cada uno imprime su personalidad. En cambio, el mundo doméstico es el mundo históricamente visto como el de ‘las idénticas’ donde no hay nada propio que se le imprima”, desarrolló. 

Además, apuntó que al ser un trabajo no remunerado genera mayor dependencia hacia otras personas, generalmente a sus parejas. “Deja a las mujeres en un lugar de mayor vulnerabilidad, tanto en lo económico como desde lo emocional, ya que desde distintos ámbitos se manifiesta que su trabajo no vale nada. El valor está en lo que hace la pareja, entonces la propia autovaloración es muy difícil de sostener”, destacó.

Crédito: collage de Magdalena Franczuk y Ashkan Honarvar


Lo que se dice y lo que pasa: sororidad

Entre los mitos que se suelen decir, como el que las amas de casa están solas y que no tienen amistades porque compiten con otras mujeres, Cassouto reveló que es una falacia y que hay “estrategias de cuidado colectivo grupal” que son necesarias visibilizar.

Se trata de un “tejido a modo de supervivencia”, que se suele hacer con otras mujeres en el barrio o con el grupo de pertenencia. “Es verdad que las mujeres están muy solas en sus casas, pero también es verdad que se pueden juntar, pueden compartir un poco las tareas de crianza o arman red”, sostuvo. 

«La idea de que las mujeres no armamos amistades sino rivalidades es una visión que ha imperado en nuestra sociedad, y la realidad es que la amistad entre las mujeres es lo que nos ha mantenido con vida hasta hoy en día”, explicó.

La palabra ‘sororidad’, explicó, tiene una historia vinculada al encuentro entre mujeres que se forma y se potencia mutuamente. Según la antropóloga y docente de la Universidad Nacional Autónoma de México Marcela Lagarde y de los Ríos, “la sororidad emerge como alternativa a la política que impide a las mujeres la identificación positiva de género, el reconocimiento, la agregación en sintonía y la alianza”. Se trata de “sumar y crear vínculos, asumir que cada una es un eslabón de encuentro con muchas otras”, explica.

Para reflexionar(nos)

No es que el ser el ama de casa o el ocuparse de tareas domésticas genera depresión, malestar, ansiedad, entre otras cosas. Es sino la desigualdad. La histórica desvalorización y dependencia hacia un otro que tiene un trabajo más valorizado”, reflexionó Cassouto, quien también se dedica a la clínica psicoanalítica y a la docencia en talleres que articulan el psicoanálisis, géneros y diversidades. 

Lo más importante para cualquier tipo de cambio es la política pública, por lo que si seguimos con la metodología y tratamiento de hace treinta años no vamos a generar nuevas formas y vamos a reproducir las que ya conocemos”, remarcó.

Cassuoto subrayó que la perspectiva de género es importante para «visibilizar las condiciones sistémicas», pero es erróneo pensar que «la manifestación del problema va a ser de carácter individual”, ya que responde a «cuestiones sociales y no individuales”.

Por su parte, la presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), Mabel Bianco, apuntó que todo cambio debe orientarse a compartir responsabilidades domésticas y de cuidado. “Además de ser repartidas entre los miembros de la familia y quienes estén el hogar, deben ser apoyados por el Gobierno a través de permitir y contar con guarderías y escuelas de doble turno en lo posible para a los hijos de parejas que trabajan”, apuntó.

“Desde hace años en salud se promueve la perspectiva de género para no solo entender lo biológico, sino lo que está condicionado por el género. Esta perspectiva es clave para entender mejor las causas pero también las consecuencias de la enfermedad”, concluyó.

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