Baldosas que homenajean la militancia

Ambos militantes fueron reivindicados como «ejemplos de lucha» por sus compañeros de militancia y organizaciones políticas y sociales, en la casa que vivieron durante un año y donde en 1977 Camps fue asesinado y Pargas secuestrada. Se trata del primer recordatorio realizado a detenidos desaparecidos en la zona.

Lomas de Zamora, diciembre 5 (AUNO).- Personas solas, familias, organizaciones barriales, políticas y sociales homenajearon a Alberto Camps y Rosa María Pargas, víctimas de la última dictadura militar colocando una baldosa en la puerta de la casa donde la pareja vivió, donde él fue fusilado y ella detenida y trasladada al Centro Clandestino de Detención “El Vesubio”, cercano a Puente 12. “Este lugar es donde me cambia la vida”, reconoció ante AUNO Raquel Camps, hija menor de la pareja. El acto es parte de una política que se implementará en el caso de los más de 400 militantes del distrito detenidos-desaparecidos durante el terrorismo de Estado.

Pargas y Camps se conocieron tras las rejas. En agosto de 1972, a través de las paredes del penal de Rawson supieron comunicarse en clave. Fue antes de los fusilamientos que luego fueron conocidos como la “Masacre de Trelew”. Camps sobrevivió. Ella pensó que estaba muerto. Pero se reencontraron afuera y en 1973 se casaron. Camps, formó parte del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), después pasó a ser cuadro de Montoneros. “Mi abuelo era amigo de (el referente del radicalismo Ricardo) Balbín, por eso siempre pudo sacarlo de la cárcel”, confió a AUNO Mariano Camps, el hijo mayor de la pareja. Aún así, siempre hubo alguien que no quería que siguieran vivos sus ideales de una “sociedad más justa”, como comentó Raquel.

La plaza ubicada en Gorriti y Beltrán hizo de punto de encuentro. De allí, una batucada y chicos del barrio de Villa Fiorito bailaron al son de los tambores, entre referentes políticos como Luis D’Elía, hasta la casa en Beltran 451. Había banderas, parlantes y un micrófono. Un pasacalle con la inscripción “Alberto y Rosa, presentes” indicaba que la casa blanca, baja, con rejas, había sido el lugar en el mundo de la pareja.

El año que vivieron ahí Camps y Pargas refugiaron a amigos y compañeros. Y, también, sirvió para resguardar de las balas a Raquel, cuando tenía unos 8 meses, el 16 de agosto de 1977. Aquel día él fue baleado y trasladado al Hospital Gandulfo con la orden de que no fuera atendido.

Una pequeña bandera argentina cubría la baldosa, con la referencia de “Barrios por la memoria y la justicia Lomas de Zamora”, la agrupación que instó a homenajear a todas las víctimas lomenses de la dictadura. Micrófono en mano, Jorge Lewinger, se sacó las ganas de hablarle a sus compañeros: “A pesar de los errores y la derrota, dejaron la semilla de la dignidad y la justicia que vuelve a germinar”, fueron algunas de las líneas que leyó de su discurso impreso. Le temblaban las manos. Luego reivindicó el valor de su compañero que, luego de sobrevivir a la “Masacre de Trelew”, continuó con su militancia.

“Es un ejemplo de lucha y un excelente cuadro político”, coincidió otro de sus compañeros ante esta agencia, Rubén “Polaco” Schell. Y admitió que “guardaron durante más de 30 años” este reconocimiento. A su turno, Raquel, ya sin los lentes negros que le cubrían la cara, tomó el micrófono. “Es como un funeral”, lanzó mirando fijo a todos los ojos que la observaban a su alrededor. “Porque no sé si voy a encontrarme físicamente con mi mamá o si voy a tener otra oportunidad de tener un lugar donde pasar en algún momento y decir ‘yo acá fui feliz, viví un año con ellos’ junto con mi hermano”, explicó.

Luego de comentar que le habían entregado la bata que usaba su madre mientras estuvo embarazada, de manera improvisada, Raquel le dio voz a uno de los poemas que escribió Pargas cuando pensó que Camps había sido fusilado en Rawson. “El que no quiera escuchar, se irá muriendo/ hubiera querido tantas cosas, dije /Y no me alcanzó el tiempo”, dicen los últimos versos de “Hubiera querido”. (Ver recuadro)

“Mi abuelo siempre me contaba la misma historia”, rememoró Mariano al cierre del acto. “Se los llevó a Perú porque los estaban persiguiendo. Una noche intentó convencerlo de que no volviera, pero no pudo. Mi viejo le dijo: ‘Yo me vuelvo a pelear a Buenos Aires por la lucha, la causa y por mis compañeros. No puedo quedarme acá mientras a mis compañeros los matan’. Y vuelve”.

El relato de Mariano situó en un contexto real el accionar de sus padres y puso de manifiesto parte de los años más oscuros de la historia argentina. “En este lugar el 16 de agosto de 1977, resistió y fue asesinado Alberto Miguel Camps, sobreviviente de Trelew. Comandante montonero. También su compañera, Rosa María Pargas, detenida y desaparecida por el Estado genocida”. La huella quedó en el piso, en ese hogar que por unos meses los refugió.

CP-AFD
AUNO-05-12-11

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