Crónica de una esperanza

En una recorrida por la toma de tierras La Esperanza, los vecinos relatan sus experiencias en el barrio, donde el sueño por el techo propio convive con la angustia por una orden desalojo.

José López

Lomas de Zamora, junio 05 (AUNO).- Llegaron a Alejandro Korn un 29 de julio del 2012 a las siete de la mañana. El sol, tan solo en el cielo como ellos en la tierra, iluminaba la ilusión de los nuevos ocupantes. Por fin, la casa propia, un domicilio en el mundo.

La Esperanza –con mayúscula porque así nombraron los vecinos al lugar- se complicó cuando doce horas más tarde medio centenar de oficiales, con sus cascos, escudos y escopetas, derrumbó dos casas de machimbre. “Llegaron de guapos, revoleando reposeras sin orden de desalojo, como acostumbra la Policía”, cuenta Inés Benítez, vecina delegada del barrio, que conoce muy bien los desalojos, los atropellos institucionales y los intereses en disputa que atraviesan a una toma de tierras.

“El problema habitacional es estructural en este país”, agrega, y las estadísticas oficiales la confirman. Un relevamiento de la Comisión Nacional de Tierras (CNDT) del período 2004-2011 informa que las villas crecieron un 24 por ciento y los asentamientos un 16. Los precios de los terrenos urbanos aumentaron: en la Región Metropolitana, un 270 por ciento; en zona oeste, un 235; en zona sur, un 360; y en zona norte, un 78.

“Cuando vino a increparnos el jefe del operativo le pedimos la orden de desalojo, porque sino era ilegal. Lo filmamos, le sacábamos fotos. Ante eso, no sabía cómo reaccionar. Doscientas personas que se le plantan y que le denuncian que es ilegal lo que está haciendo, tuvo que retroceder. Se fueron –supuestamente- a buscar la orden de desalojo que tenían en la comisaría. Pero no la tenían”, relata.

Benítez se autodefine como “militante de izquierda” y siempre estuvo ligada a la política a nivel barrial. Sufrió varios desalojos. Su marido trabaja en el ferrocarril y, gracias a ello, pudo comprar su casa, en Alejandro Korn, a dos cuadras de la toma La Esperanza. Los vecinos aprenden de ella y ella aprende de los vecinos: la experiencia es conjunta. “Teoría y práctica”, insiste la mujer.

La Esperanza de los vecinos es grande como doce manzanas, comprendida entre las calles Gainza, Castelar, Avellaneda y Güemes, a 10 cuadras de la estación de tren Alejandro Korn. Los habitantes fueron anunciando “de boca en boca” que el lugar se estaba poblando. Hoy viven allí 360 familias.

Luego de aquel fatídico episodio del 29 de julio, los vecinos se organizaron y el 19 de septiembre fueron a la Municipalidad de San Vicente a dejar nota y a pedir una charla con el intendente, Daniel Di Sabatino. En noviembre se dirigieron a la Comisión de Tierras Nacional y Provincial a dejar constancia de lo sucedido.

Cada dos o tres meses llegaban rumores –rumores- de un desalojo inminente. El ritual, siempre el mismo: Inés llamaba a la Comisión y a la Defensoría del Pueblo bonaerense para corroborar que se tratase sólo de un rumor. No sea cosa que ocurra como el cuento de Pedro y el Lobo, o el del Puntero Político y la Policía.
—No hay nada Inés, quedate tranquila.
—Manteneme al tanto.

Por ende mientras los vecinos se reunían cada quince días a debatir sobre cómo regularizar su situación, ¿de quién serían esas tierras desérticas, ayunas de todo alambrado y señalización de “propiedad privada”? Con esa incertidumbre, los vecinos trabajaban para mejorar sus condiciones de vida. Fueron ellos quienes se ocuparon del alumbrado, del agua, de crear un espacio para hacer deportes y un centro cultural donde realizar distintas actividades. También crearon una salita para atención médica, que en principio fue atendida por Propuesta Tatú y hoy por médicos de Alejandro Korn.

¿De quién serían esas tierras…? Las primeras tentativas de respuesta llegarían en febrero de 2014, cuando una orden de desalojo se había efectivizado en el Juzgado de Garantías 3 de La Plata. El denunciante y presunto dueño de las tierras era José Antonio Molero, ex secretario del bloque Frente Renovador de San Vicente.

Los vecinos ya estaban preparados para resistir hasta las últimas consecuencias. “Algunos pensaban subirse a los techos y quedarse ahí. Otros hasta evaluaron la posibilidad de prender fuego su casa con ellos adentro”, cuenta Inés. De todos modos mantenían conversaciones asiduamente con la CNDT para asesorarse y saber de los distintos destinos que podrían tener si el desalojo se efectuaba o no.

La CNDT en casos de toma de tierras lo primero que hace es pedir un informe de dominio para saber a quién pertenecen. El resultado de dicho informe fue que el predio pertenece a Darwin Armando Torres, miembro de la empresa Solares San Vicente SA. De inmediato, la CNDT presentó el informe ante el Juzgado denunciando a Molero como falso propietario. Faltaban pocos días para el 17 de febrero, día en el que se iba a efectuar el desalojo.

La mañana del 17, Torres bajó de su auto en la toma ante una plaza colmada de gente. Allí lo esperaban los vecinos para escuchar su veredicto: ¿qué pretendería hacer con las tierras? “Voy a donarlas”, exclamó Torres. Todos lo aplaudieron y bendijeron.
Ese mismo día, el Juzgado aceptó el pedido de la CNDT y frenó el desalojo por un plazo de 120 días. En la Defensoría del Pueblo comenzaron las negociaciones entre las distintas partes: vecinos delegados de la toma, miembros de la Comisión de Tierras de Nación y Provincia, representantes de la Municipalidad de San Vicente, Torres y otros miembros de Solares San Vicente SA.

Los vecinos de La Esperanza estaban más esperanzados que nunca: si Torres donaba las tierras, rápidamente el Estado a través de la CNDT le daría la escritura a cada familia y podría realizar obras de planificación urbana, tales como obras hídricas –es una zona inundable-, instalación de gas, alumbrado –si bien lo hicieron los propios vecinos, de noche sólo una bombita alumbra la calle que da al frente del Centro Cultural, y lo demás queda a oscuras- entre otras tantas necesidades que tiene el barrio.

El tiempo transcurría –inevitablemente- y la donación no se realizaba. Es que Torres tiene una deuda con Solares San Vicente SA y su titular, Oscar Olivero, reclamó las tierras para sí en caso de no cancelarse la deuda.

La directora de la CNDT, Miryan Denegri, criticó a Torres por tener en las reuniones “un doble discurso” debido a que, luego de manifestar públicamente su intención de donar las tierras, en una reunión en la Defensoría del Pueblo expresó su deseo de “construir viviendas y venderlas o donar las tierras a una ONG”. Las partes involucradas enseguida presionaron para que Torres desistiera de esa decisión y, finalmente, firmó un acta en la que dejó constancia de su voluntad de realizar la donación.

Ante este panorama y ante la inminencia del próximo desalojo –estipulado para el próximo 17 de junio- desde la CNDT decidieron emprender la expropiación. Denegri explicó que “la expropiación es el último recurso para frenar el desalojo” y que esperarán “hasta último momento que se realice la donación”.

Pese a las pruebas ofrecidas por la CNDT, la Justicia sigue haciendo lugar a la denuncia de Molero. “Es terrible que un hombre esté por sobre todos los Estados, con el juez, tomando una decisión que va a incidir a más de 300 familias”, se indigna Denegri.

El 23 de mayo la Cámara Baja provincial dio media sanción a la ley de expropiación. Para las próximas semanas se estima que se trate en el Senado. “Esta es una novela y nosotros estamos esperando el último capítulo. Los vecinos están muy manoseados. El barrio es un orgullo porque los vecinos están organizados y no le piden nada a nadie”, indica Maximiliano Salomón, un militante que ayuda a La Esperanza desde sus inicios.

A la espera de una pronta resolución, los vecinos no dejan de trabajar colectivamente. Explica Benítez: “Tenemos un método de asamblea y democrático. En otras situaciones es el puntero político el que digita todo. Acá no, somos nosotros”. Para la mayoría fue un aprendizaje.

Martín Gómez (32), vecino de La Esperanza, cuenta su experiencia: “En las primeras asambleas sólo miraba, no decía una palabra. Siempre que se hablaba yo me quedaba escuchando hasta que terminaba; hasta lo último. Así aprendí a hablar. Eso me permitió ir a las reuniones. Uno tiene derechos que para que se cumplan tiene que reclamarlos. Es una muy buena experiencia y aprendizaje. Hoy, si tengo que reunir a toda la manzana y hablarles, para mí es más sencillo. Creo que en todos los barrios tendría que haber asambleas”.

En otras tomas de tierras donde Benítez estuvo presente, “hubo represión, gente que cayó en cana y muertos y luego de eso recién salía la ley de expropiación”. Por eso el caso de la toma La Esperanza es paradigmático en cuanto a la organización política y sirve de ejemplo sobre cómo proceder en situaciones similares. Sigue: “La política no es solamente ir a votar. Esto es política, política de abajo, política del pueblo. Somos ignorantes porque así nos criaron. Cuanto menos sepamos de política mejor. Cuanto menos conocimiento tengamos, mejor. Nos manejan mucho mejor. Tenemos que aprender política. Y discutir política con los políticos. Eso siempre se lo plantee a ellos. Nosotros tenemos que estar a la altura o más allá de los políticos; discutiéndole de política con altura. Y con la verdad, que es la realidad. Nosotros tenemos la práctica. Teoría y práctica”.

Los vecinos insisten en destacar que quieren pagar su tierra. No quieren que les “regalen” nada. La mayoría de los que allí viven tienen trabajo y con sus propios ahorros fueron construyendo todo lo que hay en el barrio. Una de las dificultades con que se encuentran los habitantes para acceder a una vivienda por sus propios medios, además del alto costo del suelo, consiste en que ningún banco quiere otorgar créditos a personas con bajo nivel de ingresos y que no poseen propiedad. Por eso, para ellos la política es una necesidad vital.

Advierte Benítez: “Si tenemos que estudiar, estudiaremos. Pero si no tenemos la práctica, de nada sirve. Van de la mano. Cuesta, no es sencillo porque nos han vapuleado durante muchos años, nos han dejado ahí, aplastados, nos han hecho mierda como sociedad. Lógico, la gente dice que con los políticos no quieren saber nada.
Ellos, poco a poco, lo fueron aprendiendo. Está bueno eso. Yo aprendo mucho con ellos. Si no aprendemos nos van a seguir usando, nos van a seguir martirizando y nos van a seguir haciendo mierda. Por lo menos tener una orientación política clara; después cada uno va a decidir qué línea elegir”. La Esperanza espera y, mientras tanto, el sol sigue tan solo en el cielo como ellos en la tierra.

AUNO-5-6-14
JL-SAM

  • Nota de producción realizada en la materia de Taller de Periodismo Gráfico

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