«A través del arte le busco sentido a la existencia»

El director general y fundador del Banfield Teatro Ensamble, Nelson Valente, revela lo que significa el teatro en su vida. Inspirado en su abuela se introdujo en el mundo de la actuación y la dirección. El autor de _El loco y la camisa_ recuerda sus inicios y reflexiona sobre cómo está el arte antes y ahora.

Jimena Alemo*

Una mesa negra. Una taza blanca de café. Luz tenue y música suave. De la escalera ubicada al fondo del Complejo Cultural Banfield Teatro Ensamble, se empiezan a escuchar los pasos, y él se presenta con una sonrisa. Tan acostumbrado a sonreír que parece que ya es su rictus habitual.

Desde que era un adolescente conoció el mundo del arte hasta convertirse en uno de los mayores referentes de zona sur, como director, actor y dramaturgo. El fundador y director general de la Compañía Banfield Teatro Ensamble parece estar todo el tiempo preparado y atento para crear. A lo largo de su carrera dirigió, entre otros espectáculos, El burgués gentilhombre, realizó la puesta en escena del clásico Sueño de una noche de verano, y actuó en El fantasma de Canterville y La cantante Calva.

Siempre relajado, vestido sin accesorios, remera negra, pantalones lisos del mismo color, sin el celular encima. Es un lienzo en blanco, listo para convertirse en una obra de arte. Se sienta en la esquina de la mesa, se acomoda varias veces, como si aun le causara timidez hablar de él. Algo inquieto, toma en sus manos unos anteojos negros, y mientras los gira, los apoya en la mesa y los vuelve a tomar, desliza “hace treinta años que actúo y dirijo”.

-Soy un hombre que a través del arte está buscando algunos sentidos a la existencia. Dedicarse al teatro o a cualquier actividad artística es una decisión que te genera una mirada respecto de la vida. Tu manera de digerir la realidad. Algunos lo harán a través del humor, otros modificarán la tristeza hasta convertirlo en un hecho artístico. Actuar, ante todo, me sirve para transitar la vida.

-¿Quién fue tu mayor inspiración?
-Mi abuela, un personaje fascinante. Vivía en un pueblito de 1500 habitantes en el sur de Italia. Muy característico ese lugar, medieval, en el medio de una montaña, completamente cerrado y con una sola entrada. Los habitantes tienen una tradición oral y una capacidad de relato increíble. Mi abuela adornaba y engrandecía las historias.

-¿Cómo la recordás?
-Dueña de una capacidad especial para inventar y una gran imaginación, casi diría que era mitómana. Muy mentirosa. Además, no hablaba una sola palabra en castellano. Tenía un dialecto muy extraño que comprendíamos sólo los familiares y los del pueblo. Relaciono a mi abuela con el teatro, porque esta disciplina se basa en eso, en contar buenas historias.

-¿Cómo descubriste la actuación?
-A los 17 años entré en el Teatro del Sur, de Félix Alberto, en 1992, para actuar. Pero me fui corriendo. Empecé siendo asistente de dirección y después comencé a dirigir. Me empezó a gustar mucho estar del otro lado. Y me desacostumbré a actuar.

-¿Estuviste sin actuar mucho tiempo?
-Quince años, porque creo que no soy actor. Hoy prefiero la dirección. Cuando estaba por dirigir una de las obras que íbamos a presentar en el Ensamble, uno de los actores, Julio Greco, me propuso cambiar de roles y ahí volví a actuar. Pero ya sea actuando o dirigiendo nunca abandoné este mundo.

-¿Cómo y por qué se organizaron en este Complejo Cultural?
-El Ensamble surge en diciembre de 1996. Yo daba un taller, para 20 jóvenes que tenían alguna particularidad. Por alguna razón se juntaron ese año en mi taller. En aquél momento era director del Teatro Municipal. Hicimos una muestra de fin de año muy experimental, una onda Pina Bausch y nos anotamos en un concurso. Ese concurso fue una señal para conformarnos como grupo.

-¿El centro cultural surgió por deseo o por necesidad?
-Un poco de ambos. Por el año 2000 era muy difícil que un actor pudiera sustentarse sólo actuando. Ahora es un poco más fácil porque las cosas han cambiado. En el primer Ensamble, el espectáculo de café concert significó que el público venía por motu proprio: rarísimo para nosotros. Nos dio la posibilidad de ir equipando el teatro, reinvirtiendo. Éramos muy pobres. Y después de siete años empezamos a pensar que el teatro podía ser un medio económico de vida.

-Al ser un medio de vida, ¿tuviste o tenés algún prejuicio con el teatro comercial?
-No. Tengo prejuicios con el teatro malo, y a veces el teatro comercial es malo, pero no precisamente por ser comercial. Todo depende de que uno se mantenga fiel en lo que cree. Nosotros pasamos con la obra El loco y la camisa de un teatro independiente a una sala comercial. Pero es una sala comercial cuidadosa, donde hay respeto por el espectador y por los actores. Me siento igual que si la hiciera acá.

-La obra El loco y la camisa salió de gira por el mundo. ¿Te dio miedo moverla del conurbano?
-Muchísimo, porque la obra es muy local, muy de Banfield. La primera vez que salimos no fuimos a Burzaco o a Capital. Fuimos a Barcelona. Tenía pánico de que nadie entendiera nada, pero la verdad funciona mejor en Barcelona que acá. Si me preguntás por qué, no tengo idea… es así. La presentamos en Miami, México, Chile, Portugal, Italia y Francia, y vamos por la quinta temporada en Barcelona.

-Recién decías lo difícil que era para un artista vivir de su trabajo. No hace mucho, tu obra salió de Banfield al mundo. ¿Cómo viviste ese cambio?
-Ahora es muy diferente. En 2000 era impensado sustentarse con el arte. No había cadena de pago, había neo moneda, era todo un despiole. Sufrimos esa crisis. Por ejemplo, la Municipalidad no nos prestaba más el espacio y al grupo de teatro para ensayar. Ése fue otro motivo para querer tener un lugar donde poder hacer nuestras obras y ensayar.

-¿Qué te significó la crisis del 2001?
-La destrucción de la cultura. Era muy difícil que la gente fuera al teatro, se vivía toda la época del menemismo. Ahora hay mucho más público, por ejemplo. Cuando quienes formamos la clase media pudimos salir de la fantasía de pertenecer al primer mundo dejamos de pensar que la felicidad estaba en una licuadora y nos volcamos a buscar algo más propio, más interno, que tiene que ver con la cultura. Se llenaron los talleres de gente que quería estudiar teatro, tango, canto, etcétera. Y fue un cambio fuerte el que vivimos. Hoy tenemos una escuela con 500 alumnos.

*Nota realizada para la materia Taller de Periodismo Gráfico.

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