En la actualidad, se están aplicando vacunas con el stock de 120 mil dosis que fueron fabricadas en el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas (INEVH) desde 2003 a esta parte, en cinco pequeños lotes.
La vacunación está recomendada para varones y mujeres desde los 15 años. Se debería aplicar una vez por año, pero no fueron detectados casos de contagio de personas que fueron inmunzadas una sola vez.
Según fuentes del INEVH, el presupuesto actual equivaldría a aproximadamente el 10 por ciento de lo que se requiere para funcionar óptimamente, es decir, para producir la cantidad de vacunas necesarias para la población en riesgo.
La Fiebre Hemorrágica Argentina o Mal de los Rastrojos como se la denomina comúnmente, afecta unos cinco millones de de personas que trabajan y viven en zonas rurales del área endémica, que abarca unos 150 mil kilómetros cuadrados, en el norte de las provincias de Buenos Aires y La Pampa y en el sur de Córdoba y Santa Fe.
Se encuentran expuestos al virus Junín que fue identificado como “el agente etiológico que infecta a no menos de tres especies de roedores, que actúan como sus reservorios, y habitan áreas geográficas bien definidas”.
Últimamente fueron detectados dos nuevos casos de contagio en la localidad de Coronel Bogado, a unos 50 kilómetros al sur de la ciudad de Rosario, lo que indicaría que la zona endémica podría extenderse progresivamente.
La trasmisión del virus se produce por el contacto de los humanos con las excretas o la saliva de los ratones, y tras un período de incubación de 8 a 12 días sobreviene un estado febril con derivaciones nerviosas, como temblores en manos y lengua y afección de los vasos sanguíneos, que derivan en hemorragias de diversa gravedad.
La aparición de esta patología de alta mortalidad, que se presenta en una región de gran importancia económica del territorio argentino, a principios de la década del 50, representó un desafío excepcional para los científicos nacionales.
Tratada en un primer momento como una gripe común, la FHA provocaba la muerte del paciente en un 50 por ciento de los casos. Más tarde, la mortalidad se redujo al 30 con el tratamiento sintomático.
En 1979 se firmo un proyecto internacional entre la Argentina y Estados Unidos para el desarrollo de una vacuna contra la Fiebre Hemorrágica Argentina, que estipulaba que un científico argentino trabajaría en los laboratorios de la United States Army Medical Research Institute of Infectious Diseases, en Estados Unidos,. (USAMRIID), y que una vez obtenido el principio ctivo y realizados los controles, pruebas de potencia e inocuidad correspondientes, en la Argentina se produciría la vacuna en el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas (INEVH), con sede en Pergamino.
Para el cumplimiento de esta segunda etapa el gobierno argentino se comprometía a proporcionar un espacio de laboratorio adecuado a los requerimientos internacionales para la producción de sustancias biológicas.
Fue necesario un fallo judicial para que el Estado cumpla con el compromiso. Actualmente se cuenta con la vacuna Candid 1—fabricado a partir de virus vivos atenuados, multiplicados por cultivo—, la planta para la producción nacional de vacunas y el personal científico y técnico para hacerla funcionar.
La directora de producción del INEVH, doctora Ana Ambrosio, entrevistada por AUNO, destacó la necesidad de “incorporar alrededor de 15 o 20 jóvenes recién recibidos, entre técnicos y profesionales, para optimizar la producción de la vacuna, abaratar su costo y formar nuevas camadas de científicos familiarizados con el proyecto”.
“Es necesario mantener ese stock a granel para poder hacer frente a emergencias”, enfatizó Ambrosio, al referirse a que una vez envasadas las vacunas “comienza a ser perentoria su fecha de vencimiento”.
La médica explicó que “como en cualquier emprendimiento productivo, se trata de optimizar los recursos para obtener un producto más barato” al referirse a que la planta del INEVH de Pergamino “estaría en condiciones de producir un millón de dosis anuales” y recordó que “las diferentes instancias que componen el proceso de fabricación de la vacuna llevan entre 7 meses y un año de trabajo”.
AUNO 16.03.07 GRB / EV