“Si seguimos privilegiando la recuperación territorial a la reconstrucción de una trama social identitaria, no habrá paz en la Argentina, con o sin Malvinas”, pronosticó Ema Cibotti, con la contundencia de su estilo. En una entrevista con Auno, la historiadora, investigadora y docente consideró que la Guerra de Malvinas “demostró lo que puede significar asociar la patria con el suelo y no con la gente que lo habita”.
Cibotti publicó recientemente el libro “Queridos enemigos”, un análisis de la relación Argentina-Inglaterra, durante 200 años de historia.
- – En “Queridos enemigos” usted plantea en la historia argentina una distinción entre la “anglofilia”, un sentimiento de hermandad con Gran Bretaña, y la “anglofobia”, lo contrario. ¿Cómo fue el proceso que cambió de una concepción a otra?*
-El proceso que va del amor al odio a los ingleses se inicia después de la crisis económica de 1930. En esos años, un sector de la elite ganadera desplazada del poder “descubre” que el vínculo con Gran Bretaña es pernicioso para sus intereses. Esta revelación se origina justo en el momento en que los ingleses comienzan a perder interés en el mercado de las carnes argentinas.
- -¿Cómo se relaciona este hecho económico con el nacionalismo que surge en esos años para denunciar al imperialismo británico?*
-El vínculo es directo: los escritores nacionalistas de esa época son, al igual que Lisandro de la Torre, productores ganaderos que han quedado marginados de las compras británicas de carne vacuna. Esos escritores formulan el ABC del revisionismo histórico y postulan que el origen de los males del país anida en el vínculo con Inglaterra, pero lo denuncian después de que los mismos ingleses han decidido “enfriar” sus relaciones comerciales con la Argentina. El eco de esta nueva ideología nacionalista, recién retumbará con fuerza después de los años ‘50, porque la verdad es que hasta mediados del siglo XX no había sentimientos antibritánicos en la población. Un pequeño episodio lo demuestra: un testigo directo de la jornada del 17 de octubre del 45 es nada menos que el propio embajador inglés, que es aplaudido por la gente que rodea el coche que lo acerca, esa misma tarde, hasta la Casa Rosada.
- -¿Es Malvinas el punto más visible de ese cambio?*
-Sin duda la guerra de Malvinas representa la ruptura total con la anglofilia del pasado. Pero también expresa una suerte de amnesia histórica. La verdad es que los ingleses no habían sido considerados enemigos, sino amigos y/o socios, desde 1810 y hasta la llegada de Perón al poder, quien por cierto nunca se llevó mal con el embajador británico. La brutal aventura encabezada por el general Galtieri buscó justificarse en un supuesto odio natural alimentado desde las Invasiones de 1806. Ese odio es un mito, basta leer los diarios de 1933 para saber que al cumplirse el centenario de la usurpación de las islas, ningún sector de la población civil exigió actos ni declaraciones condenatorias. Malvinas no eran un tema público.
- -Antes de la guerra de 1982 hubo dos experiencias: en 1964 un aviador aterrizó en las islas y clavó una bandera argentina, y el Operativo Cóndor de 1966 concretado por un sector de la resistencia peronista. ¿Por qué antes de la guerra, el tema Malvinas fue trascendente para el “argentino medio”?*
-No era trascendente porque, como se dice hoy, no estaba “instalado” en los medios. De hecho, el Operativo Cóndor, realizado semanas después del golpe contra Arturo Illia, cobra cierta relevancia justamente porque junto con los jóvenes iba Héctor Ricardo García, el director de Crónica, que cubrió el episodio generando la ilusión de una información en tiempo real.
- -¿Por qué Malvinas no fue uno de los territorios que salieron airosos durante el proceso de descolonización, en la década de 1960?*
-Malvinas fue reclamada, la verdad es que la diplomacia Argentina no se durmió y consiguió en 1965 que la ONU votara la resolución 2065, que reconocía los derechos argentinos sobre las islas y obligaba a Gran Bretaña a iniciar negaciones directas. El problema es que unos meses después, el gobierno constitucional de Illia fue derrocado por el general Juan Carlos Onganía. Desde entonces y hasta 1982 —con la excepción del período 1973-1976—, la cuestión Malvinas quedó en manos de los gobiernos militares de turno, que no supieron o no quisieron hacer valer la resolución favorable obtenida en la ONU.
- -¿En qué medida los conflictos limítrofes con Chile durante los últimos años de la década de 1970 influyeron en el apoyo que el país trasandino brindó a Inglaterra?*
-Estamos hablando de dos países bajo dictaduras militares. La diplomacia del general Pinochet era tan nefasta como la de nuestra Junta Militar. Bajo gobiernos democráticos eso no hubiera sucedido.
- -¿Para qué sirvió Malvinas? ¿Cuál es legado de esa guerra en la sociedad?*
-Creo que hay legados o herencias que mejor no recibir, y esta guerra es una de ellas. Malvinas es un legado reciente que no entró en el discurso escolar hasta fines de los años ’50, de la mano de los manuales escritos por los nacionalistas que tuvieron gran peso en el sistema educativo, sobre todo con los gobiernos militares. Ellos tenían una concepción territorialista de la Nación y de la patria. Basta leer sus escritos para advertir que reivindican el suelo, la tierra, antes que al pueblo. Esta concepción es muy conflictiva para un país de alta inmigración como el nuestro, que ha configurado su identidad a través de la mezcla poblaciones. Pero hay algo más doloroso aún: mientras lloraba a “la hermanita perdida”, la sociedad le dio la espalda a los conscriptos que volvían del frente bélico. En definitiva, la guerra de Malvinas demostró lo que puede significar asociar la patria con el suelo y no con la gente que lo habita.
- -Si partimos de la concepción de que la historia continúa, ¿de qué es continuación Malvinas?, y ¿cómo continuará?*
-Bueno, el problema es cómo volver a la mesa de negociaciones, teniendo en cuenta que la diplomacia argentina, en pañales todavía, debe aprender a negociar con una potencia mundial, que fue imperio y que ha inventado todas las fórmulas del arte diplomático moderno.
- -¿Cuál es el tratamiento que hoy, 25 años después, debiera recibir la recuperación de la soberanía sobre las Islas Malvinas en manuales y libros escolares?*
-Sin duda, no debería haber amnesia ni autocomplacencia con las acciones de la dictadura militar que generó la guerra, la perdió y después no se hizo responsable de los soldados vencidos que quedaron a merced de la buena voluntad de las tropas británicas que los alimentaron y vistieron, como dicen innumerables testimonios de conscriptos. Creo que, además de “contar” la guerra, los manuales deberían poner foco sobre todas las implicancias que trae una concepción como la del nacionalismo territorialista. Si seguimos privilegiando la recuperación territorial a la reconstrucción de una trama social identitaria no habrá paz en la Argentina, con Malvinas o sin Malvinas.
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