Una mirada sobre los geriátricos de la región

Muchas veces los geriátricos son vistos por la sociedad como lugares poco propicios para que vivan los ancianos, pero también como espacios donde ser prestan servicios esenciales para los abuelos. El director de un hogar de ancianos de Temperley conversó con AUNO acerca de esa doble percepción.

Los hogares para ancianos son percibidos por el imaginario social con distintas cargas valorativas según desde dónde se los mire.

El péndulo de opiniones oscila entre los que de un lado piensan que los geriátricos vendrían a ser algo así como “purgatorios”, o lugares de paso por el que los viejitos emprenden el inexorable camino que los separa entre la vida y la muerte y, del otro, los que ven a los geriátricos un servicio que surgió para dar respuesta a una necesidad social que demuestra que existe un incremento en la edad promedio de la población, como una consecuencia combinada de la disminución de la tasa de natalidad y de los mayores recursos de la medicina.

Desde este último punto de vista, los geriátricos son esenciales para brindarles una mayor atención y contención a aquellas personas de la tercera edad que, por distintas razones, no pueden vivir en sus casas o en la de sus hijos, siempre acompañados, y con los cuidados fraternales de sus seres queridos.

Y es con esta intención, que desde hace más de cien años, funciona en la localidad de Temperley el hogar para ancianos “Elías Romero”. Esta residencia de catorce hectáreas que comenzó como una sociedad española de beneficencia, dependiente del Hospital Español, hoy aloja entre sus añosos muros a más de doscientos abuelos y abuelas que son atendidos y contenidos por un equipo de profesionales de distintas disciplinas y decenas de trabajadores como cocineros y ordenanzas.

Su director, el licenciado Leandro Pavón, contó cuáles son algunos de los mitos que acarrea el concepto de vejez y por qué, según él, el hogar de ancianos “no es un mal lugar para vivir”.

“Lo primero que hay que sacarse de la cabeza –explicó- es la idea de que los ancianos que llegan al hogar son, en su mayoría, minusválidos o enfermos”.Y esto es así tanto como con los adultos mayores que residen en geriátricos como para aquellos que viven en sus casas. Es llamativo el hecho de que la mayor parte de los ancianos institucionalizados puedan valerse por sí mismos, realizar sus quehaceres domésticos y reunirse a disfrutar con amigos.

Muchos de los ancianos del hogar “Elías Romero” fueron internados, según Pavón, “porque sus hijos no pueden o no saben como manejarlos dentro de sus casas. Esto –agregó- es producto, muchas veces, de los miedos que tienen los hijos de que debido a las lagunas mentales que muchas veces padecen los abuelos, lleguen a producirse cierto tipo de accidentes a los cuales los ancianos son propensos como por ejemplo olvidarse de cerrar la válvula de gas”.
Con respecto a otras variables. El director del hogar aseguró que “esto solucionaría sólo una parte del problema, ya que es difícil que en la casa se pueda contar con médicos, psicólogos, kinesiológos, enfermeros, profesor de educación física y demás profesionales y abría que estar trasladando a los abuelos continuamente, por lo que en el hogar, cuentan con todo eso y además no están aislados sino que están en compañía de pares. Acá –enfatizó Pavón- hay muchos ancianos que vinieron usando pañales, y al tiempo, los dejaron de usar”.

Uno de los cambios que primero llevó a cabo el nuevo director desde que se hizo cargo del geriátrico fue “ocupar la gran cantidad de tiempo libre que tienen los ancianos”. En el hogar “Elías Romero” hay un programa semanal que incluye además de las periódicas visitas al doctor, grupo de cine, taller de música, peluquería, clases de educación física y todo tipo de juegos de mesa como naipes y ajedrez.

Para Pavón, “el esquema de trabajo en un geriátrico es una triada, en la cual, si una de las partes falla, se desmorona todo el resto. La labor del Hogar debe funcionar en complemento con la buena voluntad de los abuelos y la incondicional visita y responsabilidad de los familiares de estos”.

Es por esto que desde el momento en que los familiares “internan” a sus ancianos en el “Elías Romero” debe firmar un “compromiso de participación y asistencia” que los “obliga” a estar al tanto de la medicación que se les suministra a los adultos mayores y, por sobre todas las cosas, a estar presentes cuando estos exigen su presencia.

Los “geriátricos” son uno de los mitos que rodean la figura de la vejez. Se dice que los viejitos “son abandonados en un asilo” por sus familiares, pero sólo el uno por ciento vive en hogares geriátricos. La gran mayoría de los adultos mayores viven entre nosotros, algunos son jubilados, otros siguen trabajando, pero todos, en general, siguen en la lucha que, como dice el tango, “es cruel, y es mucha”.

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