El cantautor español Joan Manuel Serrat finalizó el año con un gesto solidario: por segunda vez –la primera fue en 2007- decidió visitar a los padres y niños del Hospital Garrahan para acercarles un momento de distracción. A sala llena, médicos, pacientes, familiares y hasta el propio invitado se emocionaron y aplaudieron de pie.
La sala se fue llenando de a poco. Aunque muchos de los chicos nunca habían escuchado al Nano (como decían sus padres), la adrenalina de estar ahí y de saber que alguien brindaría un show exclusivo era motivo suficiente para que la atmósfera se llenase de preguntas al estilo “¿Cuándo empieza?” y respuestas como “esperá un ratito, ya viene. Cuando seas grande lo vas a volver a escuchar y te vas a acordar de este momento”.
Y allí estaban: directores médicos, familias, pacientes (fanáticos, seguidores o descubridores) a la espera de que aquel teclado que se veía en el escenario comenzara a sonar junto a la voz de ese gran cantante que un domingo al mediodía decidió tener un buen gesto.
Aplausos y más aplausos, una voz de presentación. Señal de que el Nano estaba cerca. Y así entró, con guitarra en mano y tan emocionado como si entrase una vez más a la Bombonera para dar un nuevo concierto a lo grande. “Estoy lleno de sentimientos, de memoria. Y estoy muy seguro que hoy está con nosotros la figura de Ana Paunero”. Esas fueron las primeras palabras de Joan Manuel, a modo de homenaje a una ex jefa de prensa ya fallecida, quien realizó el primer contacto en 2007 para solicitar al cantautor que se acerque al hospital para “abrazarlos con su voz”.
Y el show comenzó. “Todo pasa y todo queda/pero lo nuestro es pasar/pasar haciendo caminos/ caminos sobre el mar”. Esas fueron las primeras palabras que, acompañadas por la guitarra y el teclado, fueron un canto por la vida para aquellos que día a día luchan por ella y hacen “camino al andar”.
“¡Bien, bien, bien!”, gritaba una niña del público que logró captar la atención del músico. “Lo hago por ellos”, aseguró Serrat entre risas. Tras el emocionante inicio, el silencio del público y la atención predominaron en el aire, entre rostros emocionados y hasta con lágrimas.
En medio del concierto, los primeros acordes de “Esos locos bajitos” generaron el llanto de padres y médicos. Ese fue el momento en que todos en la sala entendieron por qué debía ser él quien estuviese cantando en el escenario: Por su sensibilidad y su compromiso con la infancia. Y nuevamente los aplausos interminables.
Pero todo debe tener un fin, y el show no fue la excepción. Así llegó “Hoy puede ser un gran día”, como una invitación a ponerle buena cara a esa constante pelea. El tema más coreado y aplaudido cargó de energía al público, entre el que era imposible encontrar una mueca de tristeza.
Y de tanta alegría la sala entera pidió otro tema. “¿Cómo decir que no a este público tan lindo?”, exclamó Serrat mientras volvía a tomar su guitarra para finalizar el show con una versión acústica de “Penélope”.
Ahí sí, la despedida era inminente. El Nano saludó y aplaudió a ese público que lo observaba de pie entre gritos y palmas. Se calzó una gorrita de la Fundación Garrahan y se despidió agradeciendo el momento. En poco más de media hora, el gigante logró conquistar los corazones de grandes y chicos. Y tal como una madre explicó a su hijo, los “locos bajitos” recordarán ese momento “cuando sean grandes y vuelvan a escucharlo”.