El cronómetro de Sergio Pezzotta se puso en marcha. Comenzó una nueva edición del Clásico del Sur. El tiempo corría pero la pelota volaba, pues pasaba más en el aire que en el suelo. Entre pelotazos largos, centros intrascendentes y muchos nervios, se desvanecían los primeros minutos. Algo clásico, en un clásico.
El retraso en el campo por parte de Walter Erviti en Banfield, y la participación de Guido Pizarro, más para la marca que para la construcción de juego, eran las muestras de un partido en el que los arcos se hacían lejanos. Y así, los disparos desde afuera del área eran los recursos más utilizados a la hora de generar situaciones de gol.
Hasta que tomó el balón Marcos Aguirre, que volvía luego de una suspensión, y sus asociaciones con el uruguayo Mario Regueiro empezaron a desequilibrar la banda derecha en la defensa visitante. Maximiliano Lugo se transformó en una pieza clase de ese andamiaje ofensivo.
Por su parte, el “Taladro” jugó con el error del rival y a punto estuvo de obtener la ventaja: a los 15 minutos una pifia de Rodrigo Erramuspe casi deja libre a Rubén Ramírez, que no pudo conectar. De fútbol, poco y nada.
Con demasiado juego horizontal y sin profundidad, lo más destacado pasaba por los pies de Erviti y los lujos que podía aportar. Pero la figura del albiverde perdía claridad en los últimos metros.
El desnivel lo provocaba la velocidad, aprovechada con pelotazos aislados, o puros centros al área en busca de alguna cabeza. Pero peligro en los arcos, cero; como el resultado en el marcador.
La precisión de Aguirre en los pases y las proyecciones de Lugo o Hernán Grana acercaron a Lanús al arco defendido por Enrique Bologna, aunque con falencias en el toque final.
Mientras tanto, los dirigidos por Julio César Falcioni aprovechaban la espalda de una defensa local muy joven. Aun así, la primera etapa dejó un empate que necesitaba cambiar de cara al complemento.
Pero el clásico siguió igual en la segunda etapa. Con la misma tónica, aunque con algunas modificaciones: el adelantamiento del “Granate” en campo rival para presionar más arriba a pesar de no tener mayor profundidad; y la ausencia de Luis Zubeldía en el banco, ya que fue expulsado.
Todo igual hasta el cuarto de hora, donde llegó la más clara del visitante: Erviti desde afuera del área intentó superar al arquero Agustín Marchesín, que se estiró y logró despejar el peligro al córner.
Despertó el partido y los cambios ayudaron. En Banfield ingresó Marcelo Carrusca para auxiliar a Erviti, el conductor, en la generación de juego; mientras que en Lanús entró Silvio Romero, la nueva incorporación, en la búsqueda de adquirir mayor poderío ofensivo.
El mediocampo era zona de tránsito rápido y los arcos parecían ganar el centro de la escena. Más aún cuando a los 25 minutos respondió Lanús. Sebastián Blanco tomó un rebote en la puerta del área y remató fuerte y cruzado. La pelota rozó el palo derecho de Bologna. Seguía el empate, pero ahora el juego era más entretenido.
La seguridad de Marchesín la hora de descolgar centros y la tranquilidad de Pizarro y Aguirre para manejar el balón, le dieron al “Grana” el dominio del encuentro.
A 10’del final, el dominio de Lanús se plasmó en la situación más clara del compromiso: centro desde la derecha y entre rebotes, bloqueos, peleas en la línea, el guardameta del “Taladro” tapó tres remates a Romero y luego la envió al córner. Allí la polémica y los reclamos de penal por mano o incluso la discusión de si la pelota entró o no entró. La controversia pasó, pero el local continuó controlando el desarrollo del juego.
Aguirre, Regueiro e incluso “Blanquito” desde lejos tuvieron la oportunidad de abrir el marcador. Banfield decidió esperar y despejar. Y no hubo caso.
Los minutos de consumieron y Pezzotta apagó su cronómetro. Terminó en empate el clásico del Sur; un clásico en el que Lanús mereció, apenas, un poco más…
AUNO-28-08-10
MRQ-LDC