La vie en punk

La historia de Walter “El Ñoqui” Lema está escrita en casi 200 canciones, compartida en un puñado de bandas y, desde hace casi diez años, plasmada en Placer, banda que está a punto de presentar su nuevo disco “Impecable”.

Juan Relmucao

Lomas de Zamora, mayo 16 (AUNO).- Estaba ahí. Sentado entre el peor hotel alojamiento de la zona y un bar tranquilo donde algunas trabajadoras del sexo hilvanaban vía sms su tarde de trabajo. Era el cantante de Placer: Walter Lema, “El Ñoqui”.

Aunque los trenes nunca dejaron de cruzar bajo el puente de lata de la estación de Temperley y un hombre desequilibrado improvisó un soliloquio de 40 minutos de incoherencias desde un zaguán próximo, Walter charló con AUNO sobre la concepción de un inminente disco, las expectativas de su banda y el derrotero existencial que lo llevó desde el vulcanismo del punk adolescente hasta el equilibrio hitero entre el rock y el pop. En el medio, un laberinto del que algunos rockeros no salieron jamás y que aún asoma en sus canciones, “pequeños renglones de una vida bastante agitada”.

Placer, la banda para la que escribe y canta hace diez años, está por lanzar “Impecable”, el disco sucesor de “Incurable” (2009), un álbum bisagra para el grupo del sur del Conurbano.

Para que Placer pudiera depurar su sonido de rock pop de guitarras afiladas y estribillos imborrables, su cantautor tuvo que pasar por las universales inferiores del punk. Allá lejos en el tiempo, en un Longchamps de otro siglo donde chicos con ropas rasgadas se revolvían alrededor de la estación como moscas.

-¿Qué queda de ese pibe punk de los ochenta?
-Con Placer tocamos en el festejo por los 20 años de “Valentín Alsina” (el disco debut de 2 Minutos) ahí en el Puente Alsina. Un tiempo atrás me había encontrado al baterista de la banda, Monti, en el Salón Pueyrredón: “Hola, ¿qué haces?, te estábamos buscando con el Mosca (cantante de 2 Minutos) porque vamos a hacer una fecha así y así…”. Al Mosca lo conozco de pendejo, de la movida, y nos vemos cada mil pero siempre hay buena onda. Le pasé mi número a Monti, me llamaron a los diez días y acordamos ahí nomás. Tocaron Secuaces, Prisioneros Verdes, Superuva y 2 Minutos. Y Placer en el medio. ¡Nada que ver! Estuvo buenísimo, me encontré con gente que no veía hacía un montón. El punk es mi elemento.

-¿Y dónde está esa esencia punk en Placer?
-En las letras —dijo, y la seguridad inmediata eyectó una nube de humo en diagonal—. Creo que son pequeños renglones de una vida bastante agitada. Ojo: no se trata sólo de la noche y sus excesos. Puede ser también exceso de soledad, exceso de compañía. Siento que cuando escribo puedo resolver malestares cotidianos. Tampoco me siento y digo “tengo que escribir sobre tal cosa que me pasó”. Es lo que surge. Una sensación que puede venir de alguna vivencia y se puede complementar con otra que nada que ver.

Más allá de imágenes como “me abrazaba al espacio eterno / si transpiro es porque estoy enfermo / algo separa el día de la noche / alguien quiere envenenar mi postre y no lo pienso detener” (Tardes frías”), Walter Lema habla en punk: una lengua cubierta de tachas, palabras que hacen mosh para salir pegadas de una boca abierta con vehemencia bajo dos ojos grandes y verdes que miran con desdén al idioma de Castilla.

-¿Cuánto se lee de esa vida bastante agitada en las letras de Placer?
-Estuve en un montón de lugares: psiquiátricos, comunidades terapéuticas, en cana… Hay un porcentaje de esas experiencias, pero tengo más vida afuera, ojo. En total estuve como siete años entrando y saliendo. La primera vez que me interné fue voluntaria, estuve dos meses. Después no. Me agarraban como muy pasado… “no apto para la sociedad, insano”. Yo me escapaba de todos lados, ¡si hasta terminé en una isla! Una comunidad en Ibicuy, en Entre Ríos. Porque como me escapaba de todos lados, caí ahí que era como… el Alcatraz de las internaciones (risas), y ahí sí que no me pude escapar. Después me trajeron para Buenos Aires, a otro lugar… y cuando miraron para allá…. Sabía lo que había que hacer.

-¿Por qué terminaste en cana también?
-Por bardo. Estuve en Dolores dos años y nueve meses. Internado estuve un año en un lugar, nueve meses en otro y así, en la suma total son casi siete años. La sustancia te subleva, te gana. No es que vos no querés hacer nada, no podés. No tenés voluntad, no tenés ganas de hacer un carajo. Sólo eso: salir y bardear.

-¿Cómo saliste de eso?
-Es el poder de adaptación: “sé que estoy acá y tengo que manejarme de tal forma para pilotearla. Cuando se terminó, soy yo”. Siento que tuve esa fuerza para mantener la personalidad. Porque en ciertos lugares, si dejás de ser vos, cagaste. Y no digo ser vos como “artista”, lo digo como persona: que no te quiebren la mente ni la voluntad. O las ganas de tocar, de estudiar, de lo que sea. Me di cuenta de que si abría los ojos podía mantener mi esencia.

-¿Cómo era tu relación con la música mientras estuviste en la cárcel?
-Tenía una guitarra y hacía temas ahí. Con sensaciones que me surgían en esos lugares pero también con otras que venían de antes. Tengo un cuaderno con 150 canciones y muchas las compuse estando internado o preso. Era el mismo método que ahora. Tengo el mismo método, las mismas ganas y el mismo entusiasmo.

-Hoy, en otro momento de tu vida, ¿cómo te surgen las canciones?
-Empiezan con una palabra. Esa palabra que surge se anuda con otra y así… La canción sale en el momento, la hago en diez minutos. La termino, la grabo en un mp3 o algo para no perder esa frescura y con el tiempo la voy retocando. No es que estoy sentado y veo llover y escribo sobre la lluvia. Se vienen ideas o cosas que me pasaron tiempo atrás y de las que me cae la ficha ahora. Antes me pasaba que si iba caminando o viajando y me surgía algo y no tenía nada para grabar, llamaba a la casa de una amiga y le dejaba la melodía o la letra en el contestador. O llamaba, ella atendía y le decía, “ahora cuando llame no atiendas, que quiero grabar una cosa”. Después, en base a esa grabación trabajaba con la guitarra. Ahora se puede escribir una letra en el celular, ponele: cosas de hoy.

-¿Por qué el disco anterior se llamó “Incurable” y el nuevo “Impecable”?
-Son diferentes momentos. A veces estoy impecable y a veces incurable. Igual, como siempre digo, al piso no me tiro más. La banda tiene diez años, es lo que más me gusta y lo que voy a seguir haciendo. Siempre pienso mi vida en base a la música. Con “Impecable” fuimos muy de a poco con la mezcla y le dedicamos mucho tiempo a la postproducción, que consistió más en sacar cosas que agregar, pero para cuando terminemos el proceso de tocar y mostrar este disco, ya tengo una lista de doce temas nuevos esperando.

AUNO-16-05-14
JJR-MDY

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