Gelman, el mejor jugador de las letras

El poeta, periodista y militante Juan Gelman murió en México, la tierra que lo cobijaba desde hacía más de 25 años. Además de su prosa impactante y certera, dejó un legado de conducta y principios. Un luchador por la verdad y la justicia se despidió ayer del mundo que soñó cambiar.

Martín Voogd

Lomas de Zamora, enero 15 (AUNO).- El dolor, la muerte, el amor, la militancia, sin laberintos, por momentos brutal, por otros coloquial y con una alquimia perfecta, llevando las palabras al límite de su sentido. Eso escribía y decía Juan Gelman, el más grande de los poetas de la Argentina, que este martes, a los 83 años, murió en su eterno exilio, de más de un cuarto de siglo, en el DF mexicano.

Gelman, ganador del Premio Cervantes en 2007, fue un luchador. La poesía fue el vehículo de sus ideas y sus ideales y lo pagó con su cuerpo, con heridas que jamás pudo cerrar. Había nacido el 3 de mayo en el barrio de Villa Crespo. Descendiente de una familia ucraniana de origen judío, rápidamente empezó a mamar la idiosincracia porteña. Yendo de potrero en potrero y a fuerza de taquitos se enamoró de Atlanta.

Pero las letras fueron más fuertes. Con apenas once años publicó su primer poema en Rojo y Negro, una revista que tenía una línea editorial que se identificaba con la izquierda. Así fue como comenzó a interpretar el mundo. Ya en el Colegio Nacional Buenos Aires empezó a militar y con 15 años entró en las filas de la Federación Juvenil Comunista.

Decidió estudiar Química en la UBA, pero al tiempo dejó la carrera para ganarse el pan como periodista. “Se escribe bien o se escribe mal”, repetía cuando le decían que el oficio era un género menor para un poeta. Así, mientras comenzaba a cimentar su obra, pasó por las redacciones del Semanario del Partido Comunista Argentino, el diario La Hora, la agencia de noticias Xinhua. Más tarde, fue un puntal de las revistas Confirmado, Panorama y Crisis y de los diarios La Opinión y Noticias y Página 12.

Sin embargo, la poesía siempre estuvo latente. Con otros militantes del Partido Comunista formó el grupo “El pan duro”, con el que comenzaron a autofinanciar sus obras. Todo a pulmón, con rifas y fiestas como forma de recaudar dinero. De esos fondos salió el dinero para que en 1956 publicara “Violín y otras cuestiones”, prologado por Raúl González Tuñón, un espaldarazo para el joven autor.

A partir de entonces no paró. El juego en que andamos (1959), Velorio del solo (1961), Gotán (1962), Cólera Buey (1964), Traducciones III, Los Poemas de Sydney West (1969), Fábulas (1971) y Relaciones (1973). Siempre con innovaciones, con ritmos y pulsaciones de pura porteñidad, pero con la increíble capacidad de mutar su estilo, al punto de que ninguna de sus obras pueden emparentarse entre sí. Genial.

Las diferencias con la conducción del PC lo llevaron a militar en la izquierda peronista. Se incorporó en las Fuerzas Armadas Revolucionarias y más tarde fue parte de la fusión con Montoneros. Entonces, en 1975, fue enviado al extranjero para que denunciara el accionar violento y represivo de la Triple A. Un año más tarde, los militares secuestraron a sus hijos Nora Eva y Marcelo Ariel, junto a su nuera María Claudia Iruretagoyena, que estaba embarazada de siete meses. Marcelo y Claudia desaparecieron, al igual que su nieta, nacida en cautiverio. El dolor y el calvario acababan de empezar. También una nueva lucha.

Ya no podía regresar al país, más allá de un ingreso clandestino en 1978 para intentar denunciar la represión y la tortura de la dictadura, porque pesaba sobre él un pedido de captura. Recién en 1988, tras el pago de una caución judicial que le permitió presentarse ante la Justicia, pudo volver. La búsqueda de sus familiares se convirtió en su nueva militancia.

En 1990, fruto del trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, pudo hallar el cuerpo de su hijo en San Fernando dentro de un tambor de grasa lleno de cemento que estaba en un riacho. En 1998 descubrió que su nuera había sido llevada a Uruguay. Y dos años más tarde, pese a la oposición del gobierno de Julio Sanguinetti, pudo hallar a su nieta, María Macarena Gelman García. El encuentro. Una herida, al menos, se cerraba.

En 1980, tras pasar siete años sin escribir, volvió a la poesía. Con todo. Publicó Hechos y relaciones (1980), Si dulcemente (1980), Citas y Comentarios (1982), Hacia el Sur (1982), Com/posiciones (1986), Interrupciones I (1986), Interrupciones II (1988), Anunciaciones (1988), Carta a mi madre (1989), Salarios del impío (1993), Dibaxu (1994), Incompletamente (1997), Valer la pena (2001), País que fue será (2004), Mundar (2007), De atrásalante en su porfía (2009), Bajo la lluvia ajena (2009), El emperrado corazón amora (2011) y Hoy (2013).

También llegaron los tiempos de los reconocimientos. Al Premio Cervantes de 2007, casi tan impactante como el discurso que pronunció cuando lo recibió, hay que sumarles, entre los más afamados, el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (2000), y los premios iberoamericanos de poesía Ramón López Velarde (2003), Pablo Neruda (2005) y Reina Sofía (2005).

Se fue Juan Gelman, el mejor de los poetas de la Argentina. El mejor jugador de las letras. Se fue un luchador inclaudicable. Un militante que le puso el cuerpo a sus ideas y a sus convicciones. Dejó su obra. Un regalo enorme.

AUNO 15-01-14
MFV

Un comentario en «Gelman, el mejor jugador de las letras»

  • jorge benedetti dice:

    Bien dicho Martín, el «mejor de los poetas de la Argentina». Porque su poesía tomó partido, lo jugó. Y voy con Gabriel Celaya en aquello de «maldigo la poesía del que no toma partido, partido hasta mancharse».

Dejar una respuesta