Alicia Perelló, Silvia Saladino y Luisa Wettengel fueron testigos y víctimas de una etapa oscura en la historia argentina. Su lucha y protagonismo fue tal, que fueron reconocidas por su compromiso para sostener la democracia. Pero quiénes son estas vecinas de Esteban Echeverría que preservaron la memoria como una forma de reconstruir esta etapa de la historia que cumple 40 años.
Perelló, Saladino y Wettengel, en representación de la Fundación Elisabeth Käsemann, recibieron hace un mes atrás un reconocimiento del Concejo Deliberante por su aporte a la reconstrucción de la historia.
Militaron desde muy jóvenes, primero desde el secundario o la universidad para luego unirse a organizaciones políticas en medio de una Argentina que reclamaba por sus hijas e hijos desaparecidos. Una de ellas había comenzado a participar en actividades políticas mucho antes de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) viniera al país en 1979.
LOS COMIENZOS
Con la visita de la CIDH quedaron registradas las primeras denuncias que documentaron el horror que se vivía en Argentina: torturas, desapariciones forzadas, robo de identidad y muerte que dieron cuenta de la violencia estatal.
Saladino fue secuestrada en julio de 1978 y llevada al Centro Clandestino de Detención El Vesubio, ubicado en Aldo Bonzi, del que hoy quedan restos porque lo «tiraron abajo» antes de que le llegara la CIDH.
Ella integra además Caballito por Memoria, una organización barrial que desde el 2017 coloca baldosas para señalizar que allí pasaron detenidos-desaparecidos
Hoy es parte de la Comisión de Homenaje a las Víctimas del Vesubio y Puente 12. Después de estar detenida en el predio de Aldo Bonzi, fue trasladada a la Comisaría 3° de Valentín Alsina, Lanús. “Era un paso previo a llevarnos a los penales. Te reacondicionaban un poco después de haber estado en el Vesubio”, contó a AUNO.
El traslado se debió a que por entonces el El Vesubio recibía muchas denuncias. En vísperas de la llegada de la CIDH fue vaciado y demolido, por ello sólo quedan cimientos que fueron señalizados en 2019. Los detenidos, según relató Saladino, debieron ser “repartidos” entre el cuartel de Mercedes, Villa Martelli, La Plata o Alsina: “Las chicas iban al penal de (Villa) Devoto y los varones a la U9”.
“Cuando salimos en libertad condicional muchos compañeros se dedicaron a ver qué había pasado, a recopilar datos y denunciar dónde estaban los desaparecidos. Así, se formó la primera asociación de exdetenidos desaparecidos del que Jorge Watt fue el primer presidente”, relató la exmaestra.
Con el tiempo surgieron nuevas comisiones y se elaboró un Tratado de Recopilación de Datos que incluía información sobre quiénes “habían caído”.
Una tarea similar emprendió Alicia Perelló, que se acercó a la militancia cuando ingresó a la Universidad Nacional de Lomas de Zamora en 1979.
LA MILITANCIA EN LA UNLZ
De a poco, Perelló se identificó con compañeros con quienes compartía charlas por fuera de lo académico y “más comprometidas con la realidad de ese momento”, situación que en los primeros años de democracia la llevó a la “imperiosa necesidad de conformar los centros de estudiantes” en la UNLZ.
Pero su militancia no sólo se quedó en lo académico. En 1981 comenzó a trabajar en el Banco de la Provincia de Buenos Aires donde desarrolló carrera como representante gremial y fue coordinadora de Derechos Humanos.
LA ÚNICA EXTRANJERA DE LA MASACRE DE MONTE GRANDE
En la misma situación se encontraba Elisabeth Käsemann, una joven socióloga alemana de 30 años que llegó a fines de los 60 a América Latina y en los 70 se instaló en Argentina para estudiar. Cursó economía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y se ganaba la vida como secretaria y traductora.
En paralelo, Käsemann militaba en organizaciones políticas de “grupos socialmente desfavorecidos de la población”, especialmente en movimientos barriales y de trabajadores a favor de la justicia social. Sin embargo, su labor fue interrumpida en marzo de 1977 cuando fue secuestrada. Horas antes le había comentado a su amiga Diana Austin-Houston (la última persona en verla con vida) que alguien la vigilaba.
Primero la llevaron al Regimiento de Infantería 1 Patricios, en Palermo, que funcionaba como Centro Clandestino de Detención. Luego pasó por El Vesubio y su destino final fue Monte Grande, donde junto a otras 15 personas fue asesinada en la madrugada del 24 de mayo de 1977 en un chalet ubicado en Boulevard Buenos Aires (ex Uriburu) 1151.
Elisabeth fue la única extranjera en lo que hoy se conoce como la “Masacre de Monte Grande”. Su destino final se conoció gracias al aporte de Elena Alfaro, su compañera de cautiverio, en los juicios a los integrantes de las Juntas.
En 2001, Alfaro y Austin-Houston declararon en el tribunal de Nuremberg, Alemania. Sus testimonios fueron un aporte trascendental para que la Justicia internacional emitiera en 2003 órdenes de extradición contra el represor y dictador Jorge Rafael Videla y otros militares de alto rango para ser juzgados por el asesinato de la joven socióloga.
RECONSTRUIR LA HISTORIA DE LOS COMPAÑEROS DESAPARECIDOS
Perelló, la exdelegada y coordinadora de DDHH del Banco Provincia, impulsó el reconocimiento de los bancarios detenidos-desaparecidos que figuraban como “abandono de trabajo”. También luchó por la restitución de los puestos de los familiares de las víctimas.
Para ella es importante preservar la memoria porque “es así como se construyeron 40 años de democracia: entre avances y retrocesos, ejerciendo, exigiendo y hasta luchando por nuestros derechos; comprometidos con la defensa irrestricta de los DDHH y la plena vigencia del Estado de derecho, en paz con memoria por la verdad y la justicia”.
“Lo importante -añadió- es que la defensa de la democracia esté presente en la memoria colectiva, generación tras generación»
Para Silvina, quien se desempeñó como docente de primaria y desde inicios de los ’70 y estuvo involucrada en reclamos estudiantiles, preservar la memoria “es una gran preocupación”.
“En el último tiempo se han sumado hijas e hijos y nietes”, contó la exmaestra. “La mayoría de los que estamos jubilados nos vamos repartiendo las cosas que hay que hacer. Nosotros somos finitos, tienen que saber todos para que el trabajo no se pierda”, reflexionó.
Ella se sumó a la Comisión Vesubio y Puente 12 cuando ya llevaba años de haberse conformado: “El trabajo es muy interesante porque lo hacemos de modo horizontal, colectivo”.
Por otra parte, la Fundación Elisabeth Käsemann, que nació en 2014, hoy es presidida por Luisa Wettengel, descendiente de alemanes y cuyo hermano Max está desaparecido desde 1976.
MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA PARA LAS NUEVAS GENERACIONES
Saladino apostó por la educación. Para preservar la Memoria para las nuevas generaciones “nos dedicamos a participar en todas las escuelas primarias y secundarias, y universidades. Otras compañeras hicieron la Wikipedia de El Vesubio y la Masacre de Monte Grande, ahí hay info que queríamos dejar”, puntualizó.
También contó que están en tratativas para tener una sala en el Museo Chacra Los Tapiales sobre la Comisión. “Yo no concibo este mundo tan desigual. Cuando uno ve estas injusticias, y dentro de lo que yo pueda hacer, siempre la salida es colectiva.”
“No creo en los héroes. Unís a otros, ya sea cuando trabajaba en el sindicato de maestros o también una militancia política partidaria o en la comisión”, amplió. Ella integra además Caballito por Memoria, una organización barrial que desde el 2017 coloca baldosas para señalizar que allí pasaron detenidos-desaparecidos.
Para ella la militancia es “una forma de vida” y no es algo “co-partidario” porque “derechos humanos es todo, es una vivienda digna, un trabajo digno, salud y educación de calidad para todos”.
Y para Alicia, la militancia representa lo que ella se convirtió: “Una militante más del campo popular”. “Aporto lo que puedo desde donde estoy y en esto no hay jubilación que valga”.
KC-AFD