Esa construcción de seis palabras del título la he leído hace algunos años en algún libro del historiador Jorge Abelardo Ramos. Tal vez en un libro que se llama El marxismo de Indias (1973) y se refería, entre otros temas, a escritores europeos coloniales que pedían el orden en las colonias para que éstas les siguiesen proveyendo materias primas.
El discurso en pos del orden no es un invento del decadente periodismo argentino de los albores del siglo XXI, que no sólo se manifiesta en los grandes medios de ‘desinformación’, sino que ya llega hasta la horizontalidad corporizada en cualquier choco que se desempeña con bajo salario por vociferar de movilero en cualquier sitio del país.
El orden se pide, de una u otra manera, para ‘encausar’ a los más débiles porque siempre es más fácil para algunos periodistas, no pocos, hacerse el guapo con los pobres que hacerlo con un poderoso. Aquí la pauta publicitaria y otros favores le ganan por goleada a la ética.
Entonces, el discurso del orden ya se lo puede leer en ensayistas y novelistas en el contexto político y social del centenario que pedían eso ante las movilizaciones de criollos y anarquistas para trabajar ocho horas y descansar los domingos.
El orden siempre se pide para poner en caja a la ‘barbarie’ soliviantada que pone en jaque o que podría poner en peligro el orden oligárquico mediante la ocupación del espacio público, el lugar donde se visibilizan todos los reclamos de los humillados.
La furibunda reacción racista y xenofóbica de estos días de la dirigencia política de derecha que gobierna la Ciudad de Buenos Aires es casi exactamente del mismo tenor que la reacción que tuvieron los intelectuales y la dirigencia política de la Argentina en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras de la centuria siguiente frente al fenómeno inmigratorio europeo que llegó al país y que se radicó especialmente en la Capital Federal.
Aquella inmigración europea era vista como la nueva ‘barbarie’ que invadía la patria argentina y se la visualizaba como disgregadora de la nacionalidad oligárquica. La diferencia radica en la calidad intelectual y política de aquellos liberales, conservadores, nacionalistas, naturalistas, nativistas y criollistas frente al tísico desempeño intelectual del actual oficialismo porteño.
Viejos inventos para lo mismo
Allí están las novelas y los ensayos en que hay toda clase de burlas y propuestas sobre los inmigrantes e incluso pedidos a los gobiernos respectivos para deportar y reprimir contra quienes se movilizaban y peticionaban.
En ese contexto violento del centenario y en los años subsiguientes, incluso, se inventan horrorosos conceptos tales como ‘seguridad nacional’ ‘seguridad territorial’ y, como no podía ser de otra manera, en 1920, Joaquín V. González habla de ‘subversión’ por parte de los inmigrantes y criollos movilizados.
Con el tiempo, sin embargo, se comenzó a redactar un mito según el cual aquellos inmigrantes, al que se los quería echar, deportar o directamente fusilar por parte del poder de entonces, habían sido los constructores de la Argentina.
Comenzaron a ser puestos como modelo de laboriosidad frente a otros ‘bárbaros’ que se dedicaban a imitar a sus compañeros de ruta de las primeras década del siglo XX y que ahora molestaban sobremanera y ganaban la calle para pedir lo mismo: más salarios, aguinaldos, menos horas de trabajo e irse de vacaciones. ¡Un horror!
Ese nuevo corpus discursivo se comenzó a elaborar hacia mediados del siglo XX con la irrupción del peronismo. Ahora habían surgido nuevos ‘bárbaros’ invasores de las fuentes públicas. Pero era algo más que una simple ‘barbarie’ circunstancial, porque ahora parecía que era más profunda y más fuerte: era un ¡aluvión zoológico! Y la animalización de los adversarios, de esos otros que tenían la características de lo aluvional, no tiene otra meta que justificar su eliminación lisa y llana.
Un viejo y anacrónico discurso, aunque no por eso menos potente, vuelve a verificarse pero en este caso para animalizar y condenar a inmigrantes de países limítrofes, aunque el entramado discursivo modelo bicentenario sí es más violento y burdo a raíz de que el periodismo del siglo XXI es muy burro y los políticos que lo emiten son extremadamente toscos, que incluso necesitan que alguien les sople al oído lo que tienen que gritar.
Nunca las balas y los sables serán solución para los graves trazos de injusticia social que se registran en la Argentina actual. Pero no basta con no reprimir la protesta social, sino que es necesario aplicar justicia social antes que la justicia penal.
AUNO 10-12-10
HRC