El barrio está contento

Un relato del domingo que jamás olvidarán los hinchas del ‘Celeste’, el de la vuelta a casa en el fútbol de Primera luego de 28 años de ausencia. La ajustada derrota con Boca no alcanzó a opacar la alegría de un pueblo que, con trabajo y orgullo, se codea otra vez con los grandes.

Manuel Rodríguez

El domingo comienza cerca de las diez de la mañana en el Alfredo Beranger. Poco menos de doce horas más tarde, el mismo escenario lucirá colorido y bullicioso en el regreso de Temperley a su casa en la Primera División del fútbol argentino después de 27 años, pero todavía queda mucho trabajo por hacer y en eso están un puñado importante de personas, que pasaron gran parte de las últimas largas jornadas ayudando con diversas tareas y velando por el día esperado. Algunos son dirigentes, otros allegados y también hay algún socio voluntarioso: todos barren, pintan, pegan vinilos en los bancos de suplentes o cargan las pesadas butacas hasta destino. En medio de las labores, las charlas, como todo, giran alrededor del partido. “Mirá si ganamos”, dice una persona y otra, mientras toma agua de una botella para apaciguar los efectos de la calurosa mañana, contesta que del lunes en adelante “van a hablar todos de nosotros”.

En la sede social, a unos 90 metros del estadio, hay más por hacer. Algunos venden entradas, otros ultiman detalles de sus funciones, y también están quienes diagraman y organizan el “operativo” de colaboradores que a la noche se distribuirán tareas para que todo salga bien. Esa sede social es la misma que hasta el día anterior fue colmada por las largas colas de socios que retiraban su abono para la temporada e hinchas decididos a asociarse en medio de un clima festivo y alegre por la resurrección del ‘Celeste’. Tal fue el empujón del gran momento deportivo e institucional que la barrera de los 9000 socios fue quebrada sin problemas y la meta de los 10 mil activos quedó a un paso.

El tiempo transcurre y el reloj es el único enemigo del ‘Gasolero’, ese mismo adversario al que venció con las obras en su cancha para conseguir la habilitación pertinente. Todo comienza a tomar forma y, aunque adentro hay mucho por realizar, afuera empieza a sentirse el clima de partido. El color celeste que podía verse en los frentes de varias casas comienza a trasladarse a las calles. Vicente López, Profesor Mariño, Dorrego, Moreno, Meeks y 9 de Julio empiezan a tener otro tinte y desde las entrañas club se escuchan los canticos de los hinchas que efectúan una larga previa.

En las instalaciones del estadio cada uno está abocado a alguna tarea. En el vestuario todo queda preparado para la llegada del plantel; en la sala de prensa post partido piensan cómo facilitar la tarea de los medios porque todas las camáras apuntarán al Sur del GBA y tiene que salir perfecto. Algunos se cercioran de no dejar nada librado al azar: el departamento de prensa atiende las necesidades de los medios y se organizan los accesos del público. Para los que están día a día en la tarea de sostener el satisfactorio presente es la hora de hacer todo por el equipo de sus amores y así lo toman, como un acto de amor.

Mientras tanto, las vallas ya limitan las posiciones del público fuera del estadio y ya no se ve tanto color sobre la avenida 9 de julio. Sin embargo, todavía es posible observarlo a pocas cuadras. El ruido, al igual que el entusiasmo aumenta, con el pasar de los minutos, eternos pero extremadamente disfrutados por todos los fanáticos. Familias enteras comienzan a aparecer, muchos con chicos de corta edad que piensan que la historia de Temperley fue feliz, que todavía no saben de quiebras y de remates. Ni de una vuelta al fútbol asombrosa ni tampoco de largos años en la Primera B Metropolitana penando por ingresar a un Reducido. Para esos pequeños, Temperley está más acostumbrado a ganar que a perder. Temperley gana ascensos seguido. Temperley juega en Primera y no es algo extraño. Para otros, los que tienen menos de 30 y vieron varias temporadas malogradas, es un momento emocionante, el sueño de muchos va a cumplirse en horas y encima frente a un equipo grande como Boca. Es un día más que esperado, el día donde la pregunta “¿y de qué cuadro de Primera sos?”, sufrida varias veces, queda anulada, el día en el que las historias de algún padre que lo vio en los ’70 o en los ’80 podrán ser confirmadas y renovadas, el día en el que el “¡Temperley, Temperley!” entrecortado y acompañado del movimiento vertical del antebrazo con la palma extendida se verá en todo el país.
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El cielo comienza a anunciar la proximidad del partido y las puertas se abren, aunque las filas obligaran a aguardar un poco más para llegar a la butaca de la platea o el escalón de la popular. Muchos conocidos de la cancha se cruzan y saludan, charlan sobre lo que se avecina y lo celebran. La alta temperatura es agotadora, pero el hincha del ‘Gasolero’ parece no notarlo, embanderado de celeste y con el brillo en los ojos que aparece por momentos, sostiene la euforia.

El Beranger está ocupado en gran parte y todavía falta mucho, pero la salida de los equipos para realizar movimientos precompetitivos ayuda a pasar el rato. La alegría y la emoción se funden en la ansiedad por que empiece de una vez por todas la nueva historia. Con la noche asentada en el cielo, las luces colaboran en embellecer el marco del duelo que se respira muy cerca.

Ya es la hora. Sale Boca bajo los silbidos del público y las miradas se concentran en la manga por donde saldrá el ‘Cele’. Pocos minutos después, alguien agita sus brazos en señal de que el equipo se dispone a entrar al campo y el estadio estalla en en gritos, cantos y varias lágrimas. “Cele, mi buen amigo, esta campaña volveremos a estar contigo”, pronuncian las miles de voces en sus lugares y el equipo responde con un saludo en el centro del campo. Ya está Temperley volvió a Primera, aunque el rigor del torneo diga que eso sucedió una semana antes, a pocas cuadras, en la inolvidable victoria por 1 a 0 sobre Banfield.

El juego comienza y los de Arruabarrena demuestran su jerarquía, aunque los dirigidos por Ricardo Rezza advierten que no lo dejarán fácil, que por algo les dicen “Guerreros”. El partido parece cerrado en las áreas hasta que una escapada de César Meli termina en penal de Federico Crivelli y Juan Manuel Martínez marca la primera diferencia. En las tribunas todo se vive intensamente, se grita “¡uuh!” frente a cada posibilidad de gol y se siente la tensión cuando ataca la visita. En el penal, los insultos siguen a las manos que se posan sobre las cabezas. Más allá de la diferencia el elenco del Sur arremete cuando encuentra espacios y dibuja una esperanza que crece con la expulsión de Agustín Orion.

La segunda mitad expone un local lanzado al ataque y activo contra un Boca que, replegado, no resigna el contragolpe para asestar el golpe de nocaut. El ‘Gasolero’ avanza y busca quebrar a Guillermo Sara, el reemplazante de Orion, que siempre responde bien. Los rivales muestran pequeñas fisuras y Rezza se anima a poner más delanteros para intentar el empate. Pero en el final Jonathan Calleri define una contra como un crack y sella la historia. El juego termina. Pero en las tribunas el grito es de aliento y de reconocimiento. La entrega sigue contagiando y la idea de que, por momentos, el más poderoso estuvo en aprietos por acción del más humilde (real o no, parcial o no) seduce a los hinchas que cantan “Porque los jugadores, me van a demostrar, que salen a ganar” y aplauden a sus hombres.

El domingo termina cerca de las 23:30 en el Alfedro Beranger. Temperley perdió 2 a 0 con Boca en el regreso a su casa en la Primera División del fútbol argentino después de casi 28 años. Pese al resultado, el semblante de los que trabajaron para que todo saliera bien y los que disfrutaron del partido demuestra alegría. El cielo, tan oscuro como al inicio del cotejo es testigo del “¡Temperley, Temperley!” que baja otra vez hacia el campo.

Volvió Temperley, el barrio está contento.

AUNO 23-02-15
MIR-MFV

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