Borges, literatura y política

Borges incursionó en la política en no pocas de sus composiciones. A veces de manera directa y otras tamizada. Cantó al siglo XIX, a militares unitarios y a escritores. En el siglo XX el peronisnmo no quedó de lado. Y para ello apeló a todo tipo de género discursivo.

H. Raúl Campos

Lomas de Zamora, jun 10 (AUNO) – El proyecto narrativo de Borges, al menos una gran parte, está totalmente contaminado con la política. Señalar lo contrario es una zoncera en el mejor de los casos. Y es una suerte que lo haya hecho.

Una obviedad: Nadie escribe sobre la base de la nada. Nuestro escritor al momento de incursionar en la política a veces fue directo y otras veces metafórico. Sea para encomiar milicos unitarios del siglo XIX o para insultar al peronismo.

Como se sabe, en sus textos o declaraciones siempre trató la cuestión del destino: “Como de Quincey y tantos otros, supe, antes de haber escrito una sola línea, que mi destino sería literario”, escribió al presentar sus O.C. (1974).

La ideología borgeana, sin embargo, se da con el hocico en la tierra llena de piedras, espinas y barro porque no sabía lo que el ‘destino’ le depararía en la década del cuarenta. Lo dejó escrito en el brevísimo poema ‘Mil novecientos veintitantos’ de_ El Hacedor _(1960) y que figura en el volumen 2 de las O.C.

Confiesa amargamente allí:

_“La rueda de los astros no es infinita / y el tigre es una de las formas que vuelven / pero nosotros, lejos del azar y la aventura, / nos creíamos desterrados a un tiempo exhausto, / el tiempo en el que nada puede ocurrir.
El Universo, el trágico universo, no estaba aquí / fuerza era buscarlo en los ayeres; / yo tramaba una humilde mitología de tapias y cuchillos y Ricardo pensaba en sus reseros”.

“No sabíamos que el porvenir encerraba el rayo, no presentimos el oprobio, el incendio y la tremenda noche de la Alianza; Nada nos dijo que la historia argentina echaría a andar por las calles, / la historia, la indignación, el amor, / las muchedumbres como el mar, el nombre de Córdoba, / el sabor de lo real y de lo increíble, el horror y la gloria”._

Dice que vivían desterrados a un tiempo cansado en que ya no ocurriría nada, como reclama su ideología, “el tiempo en el que nada puede ocurrir”. Lo deja expuesto claramente. Se trata de la opción por el orden y la calma sociales. Un sinsentido.

Si bien su escritura real corresponde a la década que alude el título del poema, cuando Borges dice que “nos creíamos desterrados a un tiempo exhausto” tiene un correlato, o al menos eso intenta postular, con el siglo XIX, con la etapa de los esclavos y los aguateros; a los tiempos sosegados anteriores a cualquier ruido que suelen ser pretéritos a todo y que muchas veces hasta es posible que no tengan una fecha precisa. Ese decir, a un paraíso perdido.

En Borges es clave su postulación por los tiempos anteriores a las revoluciones a las Guerras de la Independencia, a las Montoneras, anteriores a la irrupción del peronismo e incluso ensalza la etapa medieval anterior a la aparición de las lenguas romances.

En el plano simbólico se corresponde con la construcción ficcional de un tiempo pastoril, estanciero-saladeril y sosegado que en la realidad suele ser desordenado y bullicioso. Borges tiene muchas composiciones cuyos espacios son estancias o aluden a ese tipo de establecimientos.

Porque si bien la historia humana de aquí y de allá nada tiene de sosegada, en el mundo de la experiencia real Borges opta por una ficción que sublima la historia del siglo XIX.

El horror y la gloria

Borges vivía en un tiempo, o al menos eso propugnaba, en el que el trágico universo no estaba. Es decir, nada ocurría en su ficción cachacienta, que se daba de patadas con la violenta realidad política, social, laboral y sindical de los tiempos en que le tocó vivir y especialmente con la que convivió en la década del veinte, que es cuando empieza a publicar.

Entonces, tenemos los ayeres en que en nada parecería ocurrir, cuando él comenzó a escribir sobre tapias y cuchillos y Guiraldes escribió Don Segundo Sombra, novela en que el gaucho está totalmente entregado al trabajo estancieril.

Sin embargo, el tiempo que alude el título del poema era un tiempo con olor a inmigrantes y a pólvora; con movilizaciones por las calles, totalmente electrizante; con represión, fusilamientos y después, a la vuelta de la esquina, un golpe de Estado. Urde una mitología de tapias y cuchillos que es un proyecto nativista de huir de la realidad.

El hombre que creía saber su destino admite que no sabía lo que le deparaba. A él y su clase social pastoril. Porque cuando escribe “nos creíamos”, “no sabíamos” o “nada nos dijo”, ese nosotros, es el inclusivo que incluye a su clase social que entró en espanto.

Se acabó lo infinito y el azar; les cayó un rayo y llegó el incendio y el oprobio. Con Jauretche aprendimos que lo que para la clase pastoril es oprobio para el pueblo es felicidad.

Con pesar escribe: “Nada nos dijo que la historia argentina echaría a andar por las calles, la historia, la indignación, el amor”. Claramente que lo que echa andar por las calles, la historia, corresponde a la aparición del peronismo. Y
la “indignación y el amor” le corresponden a la clase social aquí señalada con un ‘nosotros’.

Podríamos reescribir los versos: “No nos une el amor, sino el espanto” de la siguiente manera: “Nos nos une el amor sino la indignación” o “nos une la indignación y el amor” frente al Otro que anda por las calles.

Podríamos seguir con las reelaboraciones: “Nada nos dijo que la historia argentina metería las patas en la fuente”, que se traduce metafóricamente como: “Las muchedumbres como el mar”. Son como el mar porque se mueven, porque el mar a veces lo hace suavemente y otras veces en forma violenta, te arroja a las orillas o te mete más adentro. Hasta allí los versos para metaforizar al peronismo.

Luego utiliza tres palabras para designar a la autodenominada y por suerte desaparecida ‘revolución libertadora’. Porque ante “las muchedumbre como el mar” opone el nombre de “Córdoba”, epicentro de la reacción del ‘55. El último verso, como el penúltimo, tiene otra referencia al peronismo porque posee “el sabor de lo real y de lo increíble, el horror”.

Culmina: “y la gloria”, que es el golpe del ’55, hecho por el que lagrimea de satisfacción. Al “horror” le contrapone la “gloria” “el amor” y “Córdoba”. Claro que no es la única alusión al peronismo porque son varias las composiciones en la que ese fenómeno político ‘desordenador’ le pareció que podía ser motivo de su escritura.
AUNO 10-06-12
HRC