Baldosas como «gritos silenciosos»

El libro _Baldosas x la Memoria_ reúne historias de desaparecidos de diferentes barrios de capital y del Gran Buenos Aires. Todos ellos han sido homenajeados con la colocación de baldosas. Esta tercera edición incluye a Lomas de Zamora.

Julieta Romero

Lomas de Zamora, agosto 22 (AUNO).- El colectivo Barrios x Memoria y Justicia presentó la tercera edición de Baldosas X la Memoria, libro en el que detalla historias de militantes desaparecidos que fueron homenajeados con baldosas en lugares a los que solían concurrir.

Las historias se agrupan en capítulos dedicados a diferentes barrios y ciudades. Lomas de Zamora se incorporó en el registro por primera vez con 44 baldosas, que se instalaron con el fin de “reivindicar la lucha y construir la historia del desaparecido”, según explicó a AUNO la militante Alda Pedernera. Hay 31 en el ENAM, 11 en el barrio de Las Heras y dos en la calle Beltrán.

En el libro Baldosas x la Memoria III se dedicaron siete páginas a nombrar a cada uno de los desaparecidos de Lomas. En la lista se encuentran nombres como el de Ramón “Moncho” Pérez, Julio Molina y Pablo Musso, todos estudiantes de la UNLZ, y Héctor Lencina, víctima de la Masacre de Pasco. “La represión se desplegó en Lomas con una agudeza proporcional al ímpetu militante de su gente”, reza uno de los párrafos.

La primera vez que Pedernera —de Barrios x Memoria— participó de la colocación de una baldosa fue en el acto que homenajeó a su hermano, Néstor Pedernera, y a su cuñada, Dolinda Arroyo, ambos desaparecidos en Morón. En ese momento se reencontró con viejos compañeros de lucha y decidieron comenzar un camino de reivindicación de los desaparecidos.

En el tercer tomo del libro se relata la historia del primer homenaje de este estilo realizado en Lomas de Zamora: la baldosa que recuerda a Alberto Miguel Camps y a su esposa Rosa María Pargas desde noviembre de 2011. El 16 de agosto de 1977, un grupo de tareas irrumpió en la casa de Alberto, en la calle Beltrán, y fue atacado y herido. Lo trasladaron al hospital Gandulfo y murió allí, mientras que Rosa María fue detenida esa misma noche y continúa desaparecida.

Raquel Camps, la hija del matrimonio, que tenía 11 meses cuando vio a sus padres por última vez, participó del acto de colocación de la baldosa. Allí se encontró con una mujer que le entregó una túnica que había usado su madre como prenda distintiva mientras era delegada de las presas políticas en la cárcel de Devoto, durante la dictadura de Lanusse. Unos días después, recibió la llamada de una médica que le contó que su padre había muerto en sus brazos la noche en que desapareció su madre y que en su rostro había expresión de paz.

El acto se difunde y reúne a familiares de las víctimas con compañeros de militancia. La historia del desaparecido es como un rompecabezas que se arma con cada uno de los testimonios.

“Al desaparecido se le negó un nombre, una tumba, una historia. No están en ningún lado. La familia no tiene un lugar donde llevarle flores ni dedicarle un tiempo. Es un poco la presencia de esos compañeros y su lucha. Al mismo tiempo es un reclamo de Justicia que señala la autoría del terrorismo de Estado para que el que pase por ahí pregunte por esa persona. Es un grito silencioso”, explicó a AUNO Pedernera, que se reconoce como criada en Morón pero exiliada en Lomas de Zamora.

El ritual se lleva a cabo en dos actos. Primero está la construcción de la baldosa en la que la familia y los amigos del desaparecido deciden el color que se le quiere dar al fondo, se escribe el mensaje que tendrá, y se la decora con pedacitos de cerámicas de colores que dan un “toque de vida” y de luz a la historia de esa persona. El mosaico tarda un mes en secar y luego se le aplica laca. Por último, se coloca. Y grita en silencio.

AUNO-22-08-2014
JR-MDY

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