Especialistas de dos organizaciones dedicadas a la lucha contra la violencia familiar coincidieron en que se “revictimiza a las mujeres que son víctimas de violencia en muchas instituciones que manejan el tema” y que en realidad tendrían como misión tratar de solucionar el problema.
Las representantes de la Unidad de Fortalecimiento Familiar de Almirante Brown y de la Fundación Propuesta, consultadas por AUNO, pusieron como ejemplo a las comisarías donde, en algunos casos, se toma una exposición civil, que no genera un expediente y no da inicio a una causa judicial, en lugar de una denuncia que sí lo haría. Ambas instituciones aseguran que en muchos casos no se cumple la ley de violencia familiar.
“No conocen el tema en profundidad. Hay una ley provincial (12.569) y no la respetan. La ley es buena pero o no la conocen o no le hacen caso. Por ejemplo no se puede juntar al victimario y a la víctima en una misma audiencia porque con una simple mirada del hombre puede llegar a controlar, amenazar a la mujer (que conoce muy bien el significado de cada mirada o palabras) y generar que ella se arrepienta de hablar. A veces en tribunales, y me pasó, los citan juntos y eso no se puede por Ley. Por eso digo que algunas personas que tienen que manejar esta problemática no la conocen en profundidad, tocan de oído”, comentó María Susana Devoto, directora de la Findación Propuesta.
Por su parte, Cristina Rionegro, coordinadora de la UFF de Brown, sostuvo que “en general las mujeres no hacen la denuncia porque tienen mucho miedo, nosotros la promovemos, pero a veces van y son revictimizadas, es decir, que son culpadas. Se las cuestiona ‘qué le hiciste para que te pegue’. La Ley está, pero se tarda en aplicarla”.
“Los hombres violentos son muy celosos y desde ese lugar controlan. Disfrazan el control a través de los celos”, señaló a Rionegro, coordinadora de un grupo de hombres golpeadores que se reúnen los jueves a las 11.30 (4299-7616/ 4238-4945. Cerretti y España, Burzaco).
La violencia está compuesta por una instancia aguda y una de arrepentimiento. “Las mujeres piden ayuda cuando sus agresores están en la etapa aguda. Pero en el momento del arrepentimiento de su pareja, se renuevan las esperanzas del cambio, donde generalmente se conciben los hijos”, explicó Rionegro.
Lo que busca el hombre violento es cortar los vínculos de su mujer y que quede restringida al grupo íntimo (marido e hijos). “Van perdiendo realidad esto que les pasa a ellas no tienen con quien chequearlo. Se convierte en su mundo”, explicó, en charla con Auno, la directora de la Fundación Propuesta, María Susana Devoto.
La violencia, que no presenta distinción de clase social, “no empieza generalmente con los golpes sino que comienza con la faceta emocional, la desvalorización de la mujer, ‘no servís ni para la cama, no estudies más si no vas a llegar a nada’. La violencia emocional siempre está. Es la base desde donde se montan las otras violencias. El golpe es más fácil de verlo como violencia y no que te obliguen a tener sexo, por ejemplo, porque lo justifican desde ‘cómo no voy a tener relaciones con mi marido’, o la violencia económica, no darle más que unos pesos para comprar cosas para la cena”, explicó Devoto.
La conciencia de que existe violencia y que se necesita ayuda, como sostiene Devoto “no vienen al primer golpe sino quizá cuando los chicos son muy maltratados, o cuando se revelan, generalmente en la adolescencia, cuando no aguantan más la situación, o cuando se produce un clic después de leer un folleto, leer una nota, ver un programa que trate el tema. Que los medios toquen la problemática hace que aumente considerablemente el número de mujeres que consulta”.
El 97 por ciento de las víctimas sostienen que sufrieron violencia psicológica, según la estadística expuesta por el Sistema de Información y Monitoreo sobre la violencia familiar contra la mujer (programa del Concejo Nacional de la Mujer y UNICEF) que maneja la directora de la Fundación Propuesta (4247-0966. Espora 153, Temperley). Ella sostiene que este tipo de violencia es la “primera en aparecer en la mayoría de los casos de agresión”.
De esa misma cifra se desprende un 40 por ciento que sufrió restricción de la libertad y un 82 por ciento que padeció violencia física. A partir de la aparición de esta última modalidad de violencia es cuando la “víctima comienza a creer y a reconocer que algo está pasando” en el hogar. En cambio, a los otros tipos (psicológica, económica, sexual, emocional) no los reconoce como tal, hasta que comienza a vincularse con un grupo de ayuda, compuesto por mujeres que padecen el mismo problema.
“Lo único que puede ayudar a la mujer agredida es el Grupo de Ayuda Mutua porque de esta manera se da cuenta de que no es a la única que le pasa o escucha a alguien que tenía una violencia más fuerte y salió. Eso las moviliza mucho”, certificó la directora.
En números, las mujeres que se acercan a instituciones que barajan esta problemática en un 48 por ciento lo hacen con una exposición o denuncia previa y un 85 por ciento se acerca directamente a través de una consulta por violencia, sin pasar por la comisaría. Pero esta solicitud de ayuda no se presenta en las primeras manifestaciones de agresión, como sería lo ideal porque reflejaría que el tema es conocido y juzgado de la misma manera por toda la sociedad, sino que se realizan luego de haber padecido maltrato durante por lo menos 10 años. El 33 por ciento consulta luego de haber sufrido entre 10 a 20 años de violencia. Alrededor de un 20 por ciento lo hace luego de 5 o 10 años y el mismo porcentaje después de 20 o 40 años.
“Un hombre fue a recibir una medalla por ser reconocido como el mejor vecino de la cuadra y dejó atada a su mujer en la cama”, relató Devoto. Con estas palabras se ejemplifica la característica de un golpeador, el cual según explicó presenta dos caras. Por un lado es seductor, una persona amable, se presentan con una conducta cordial, solidaria para el resto de las personas, para sus vecinos; y, por el otro, maltrata a los miembros de su familia. “Los vecinos, al menos que escuchen golpes o gritos, tienen un buen concepto, creen que el agresor es una buena persona, por ese motivo la mujer es menos creíble”, contó Rionegro.
Los agresores se acercan a un grupo de ayuda porque “los manda el juez o por que sus mujeres se van con sus hijos en el momento de maltrato (agudo) y a ellos eso les disgusta, ya que son sumamente dependientes. No pueden pensar su vida sin sus esposas, no soportan el abandono”, explicó Rionegro en entrevista con Auno. Los victimarios niegan o minimizan sus acciones violentas, no las reconocen, y culpan a sus esposas por este motivo. Devoto señaló que hay pocos grupos de ayuda para hombres porque hay “poca demanda”.
Los actos violentos no se dan a partir del casamiento o cuando la pareja decide irse a vivir junta, sino que “se hace presente desde el comienzo”. Por este motivo el noviazgo no significa “no agresión” sino, que por el contrario, da inicio a la violencia psicológica, al control y a la desvalorización. En esta etapa se inicia la disminución de la autoestima de la mujer. “En el noviazgo se dan las situaciones pero no se reconocen.
No empieza el golpe sino que comienza la violencia emocional, la desvalorización de la mujer”, expresó Devoto.
Por ser una actitud que se manifiesta en los primeros momentos de una relación la Fundación Propuesta prepara para septiembre una charla en el Club Lanús donde se tratará la “violencia en el noviazgo”.