Lomas de Zamora, abril 16 (AUNO).- ¿Quién no ha escuchado que muchas veces en los velorios se sacan los trapitos al sol entre los que asisten? En El Canto de la Oveja se reprodujo algo parecido. La reunión entre amigos y familiares para despedir al finado Caneta no solamente despertó conflictos entre ellos, sino que también se disputaron la aparente simple y humilde herencia del difunto: un jilguero. Una obra que invita a reír de a ratos y a reflexionar en una puesta en escena teñida en claro-oscuro.
La tensión se mantiene relativamente uniforme en escena y así es que se escucha: “¡Las pelotas, pero el jilguero me cantó siempre a mí!”, la acalorada exclamación de Morucho para defender su posible bien heredado. Él como todos los que estaban quería al ave. Un claro ejemplo de que el pájaro en cuestión, en herencia, no era cualquier animal. Era singular, dotado de una entidad particular y que a través de la puesta ganará mayor trascendencia, hasta el punto de bordear con el absurdo: “¡El pájaro es…del Movimiento, estuvo en la Plaza” el 17 de octubre de 1945!
Absurdamente, también, el jilguero es, a la vez, una oveja, y posee atributos especiales. Le cantó a Perón y salió en todos los diarios de la época. Tanto que la familia y los amigos de Caneta, en los años 1956, se reúnen para disputársela, cada uno con finalidades, objetivos diferentes.
Estas tensiones entre los personajes se pueden sentir, vivir en escena los viernes en el Complejo Teatro Ensamble. Allí, los espectadores no solamente podrán escuchar los textos de los personajes y el canto de la “ovejita”, sino que también serán parte el su velatorio, en el mismo escenario como invitados a despedir a Caneta. Los actores involucrarán a los que asistan con miradas cómplices, con el pedido de que opinen sobre una cuestión afirmando o negando, en momento muy tensos del drama.
Entre diversos objetivos y rivalidades entre los personas, se tejió un drama que cuenta tanto con costados oscuros, dramáticos como de humor. Una fundición que fue hábilmente lograda por el director, Omar Aita, como por la actuación de toda la troupe, donde el núcleo principal transcurre en el hecho de otorgarle cada vez más un valor superlativo al ave en disputa. Aita lo sintetiza.
—¿Cuál es el conflicto en “El Canto de la Oveja”?
—Principalmente, sucede en un velorio en los años 1950. Por lo general, en esos años, los velorios se hacían en las casas, por eso elegimos hacerlo en un espacio real (del escenario). El conflicto es que todos las personas, menos una, se disputan a un pájaro, un jilguero, la herencia del muerto en cuestión por un valor material. Al contrario, un personaje tiene un vínculo afectivo con el pájaro. El resto quiere al animal porque se dice que tiene propiedades especiales. Por ejemplo, propiedades sanadoras. Entonces, todos quieren buscar un rédito económico con el pájaro. Ese es el conflicto central. Luego, hay conflictividades menores entre los personajes. Algunos también son más afines con otros.
El Canto de la Oveja estará, durante este mes, los viernes a las 21 en el Complejo Ensamble. En mayo, pasará por Las Nobles Bestias y, en julio y agosto, el lugar de encuentro será en la sala Pan y Arte, en la Ciudad de Buenos Aires.
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AUNO-16-04-12