Las partes del todo. El hombre como un elemento integral de la naturaleza, en contacto con el cosmos. Esas son las claves para acercarse a la cosmovisión de Wenceslao Villanueva, un “aymara de raíz” que se considera “hijo adoptivo” de Buenos Aires, donde integra el Consejo de Asuntos Aborígenes de Argentina. Desde allí, defiende el derecho a celebrar ritos indígenas como el que esta semana marcó el Año Nuevo Indígena.
Oriundo del Kollasuyo boliviano, es crítico con la “gran discriminación del propio indígena” que se sufre en ese país. En contacto con la problemática aborigen por su labor en el Instituto Nacional De Asuntos Indígenas (INAI), Villanueva destaca la importancia de la interculturalidad.
-¿El Consejo de Acontecimientos Aborígenes se abre a otras comunidades, además de la aymara?
-Llamamos a hermanos propios, pero también a interesados de otras culturas que quieran conocer nuestras raíces. Hace 16 años que trabajamos, siempre desde la interculturalidad. En nuestras ceremonias, antes que a nuestra lengua convocamos a los espíritus querandíes porque ellos habitaron aquí y nos dan fuerzas. Los hermanos respetan mucho al Consejo porque no incursionamos en lo comercial, como la exposición de artesanías. En Capital Federal somos el primer centro reconocido legalmente que celebra rituales indígenas, además de acudir en defensa de lugares sagrados.
-A la hora de preservar las raíces de los pueblos indígenas, ¿se produce un choque entre esa tradición y lo que una ciudad como Buenos Aires propone?
-No tuve graves problemas con respecto a eso. Quizás en el inicio, pero por prejuicios que se van diluyendo cuando uno actúa genuinamente. Nunca quise ser una fotocopia mal sacada de una cultura y una sociedad ajenas. Eso me mantuvo en este camino para conservar mi identidad y retransmitirla a la sociedad como una alternativa de vida para las generaciones por venir. El pueblo aymara brega por el respeto a la naturaleza, al hermano. Todo surge de la sabiduría de los abuelos que comunican la cultura y adoptan al niño al nacer, sobre todo cuando vienen de una madre soltera o de padres que se separaron por ser jóvenes y estar en período de conocimiento.
-Dentro de estos valores que destaca de su pueblo, por lo que usted dice, se recalca la igualdad, el respeto mutuo. ¿Cuál es su lectura sobre la desigualdad social?
-El hombre, tenga o no riquezas, es hijo de esta tierra y todo lo que le pase a la naturaleza lo afecta. Todos somos responsables ante la vida. Desde esa mirada, en el pueblo aymara intentamos involucrarnos, como por ejemplo en los territorios de nuestros ancestros que el Estado fue devastando, o las órdenes religiosas que avasallan nuestros credos. En el Chaco, los hermanos fueron sometidos, saquearon sus tierras y su biodiversidad. Están en estado de desnutrición porque ya no tienen ese bosque primitivo que era su almacén. No saben dónde ir a cazar, a recolectar frutos y a pescar. A veces le echamos la culpa al Estado, pero Estado somos todos y nos volvemos cómplices con nuestro silencio. Tenemos que cambiar para generar más cambios.
-¿Qué motiva a una persona a callar y no denunciar estas situaciones?
-La falta de capacitación, la ignorancia. A veces hay trampas sociales, como el no estar documentados. Eso genera marginados y automarginados, como el caso de muchos indígenas de países limítrofes que son sometidos por la policía y por la misma sociedad. Hay un inconsciente colectivo que dice que al no tener documentación no se es nadie, no luchan por sus derechos y terminan siendo NN. Pero todos los seres nacemos con el mismo valor.
-¿Bolivia, con un presidente aymara, contempla la situación de sus ciudadanos más allá de sus fronteras?
-No. Evo Morales es un referente dentro de la política indoamericana, el puntal de un nuevo movimiento, pero es difícil plantear políticas internacionales porque hay ciudadanos bolivianos en todo el mundo, ya que allí hay una marginación muy grande del propio indígena por parte de los terratenientes. En la zona de la “media luna” (conformada por los departamentos de Beni, Santa Cruz, Tarija y Pando), se instalaron refugiados de la segunda guerra mundial, criminales, con un botín muy grande de Europa. Hoy, sus hijos han lavado bien ese botín y lo devolvieron a Suiza. Con los remanentes consiguieron más riquezas, tierras grandes, y someten a los indígenas. Es una gran injusticia la que enfrenta el gobierno boliviano, que conserva una mirada moderada e intercultural; la misma que nosotros rescatamos al educar a nuestros hijos en estas tierras.
-¿Esta interculturalidad tiene que ver con una participación directa en la política del país donde viven, por medio de un partido político, por ejemplo?
-En Argentina estamos en un proceso de crecimiento. Cuesta definir una mirada en ese sentido porque no hay capacitación de los líderes ni de las bases. Hay que ponerse en esa tarea. Desde donde yo cumplo mis funciones, en el INAI, se ven estas carencias en hermanos que no saben escribir siquiera una nota. El Estado y las instituciones intermedias tendrían que capacitar al indígena antes que representarlo y captar fondos internacionales destinados a nuestras comunidades. Los gobernantes sólo miran para Europa, pero la tierra solamente tiende a sus habitantes, a sus sonidos ancestrales. Por eso el aborigen es propenso a este tipo de comunicación con el lugar donde se encuentra.
-¿Cómo podría describirse en palabras esa comunicación?
-Hay una alianza naturaleza-hombre. Espíritus, energía, cosmos, la tierra. Somos partes del todo. Y hay que concientizar, para eso los medios de comunicación fueron los mejores aliados en estos últimos 15 años.
-Los medios a veces usan distintos términos para referirse al aborigen, como “pueblo”, “comunidad” y hasta “raza”, ¿cuál es la forma correcta?
-Siempre va a ser pueblo indígena. Pero hay que estar atento cuando desde lo administrativo se prioriza esa palabra, porque un pueblo tiene integrantes y representantes pero no una personería jurídica. En cambio, las comunidades sí la tienen y pueden elevar una queja, una denuncia, gestionar subsidios. Hay instituciones internacionales que quieren eliminar ese concepto y usar el de pueblo porque es más abstracto, para poder usufructuar sin limitaciones el conocimiento biogenético, como el uso de plantas medicinales, y sin retribuciones para la comunidad. Canadá es uno de los principales símbolos de esta acción. Los países nórdicos europeos implementaron un subsidio para el pueblo indígena de América, como una “disculpa” por el daño que nos generaron durante tantos años, pero lo captan las asociaciones no gubernamentales y los mismos estados nacionales, o algún puntero político de la zona. Para comprobarlo, basta mirar a la comunidad toba del Chaco.
-Además de Europa, ¿detecta una homogeneización de la cultura a nivel mundial por parte de actores como Estados Unidos?
-Sabemos que la política de homogeneización está. Pero hace 500 años que mi gente esta sometida. Estamos tan lastimados que ya no sentimos el dolor.
NL-GDS