101 años de Evita, 101 frases combativas y amorosas para sacudir la historia

En sus discursos y sus dos libros, La Razón de mi Vida y Mi Mensaje, Eva Perón dejó un profundo y emotivo ideario.

1 Donde existe una necesidad nace un derecho.

2 Cuando elegí ser Evita sé que elegí el camino de mi pueblo.

3 Nadie sino el pueblo me llama Evita.

4 Sangra tanto el corazón del que pide, que hay que correr y dar, sin esperar.

5 Nuestra patria dejará de ser colonia, o la bandera flameará sobre sus ruinas.

6 El mundo será de los pueblos si los pueblos decidimos enardecernos en el fuego sagrado del fanatismo.

7 Como mujer siento en el alma la cálida ternura del pueblo de donde vine y a quien me debo.

8 La patria es el pueblo y nada puede sobreponerse al pueblo sin que corran peligro la libertad y la justicia. Las fuerzas armadas sirven a la patria sirviendo al pueblo.

9 El capitalismo foráneo, el capitalismo foráneo y sus sirvientes oligárquicos y entreguistas han podido comprobar que no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos.

10 Yo no quise ni quiero nada para mí. Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo. Y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria.

11 Cada uno debe empezar a dar de sí todo lo que pueda dar, y aún más. Solo así construiremos la Argentina que deseamos, no para nosotros, sino para los que vendrán después, para nuestros hijos, para los argentinos de mañana.

12 La mayoría de los hombres que rodeaban entonces a Perón creyeron que yo no era más que una simple aventurera. Mediocres al fin, ellos no habían sabido sentir como yo, quemando mi alma, el fuego de Perón, su grandeza y su bondad, sus sueños y sus ideales. Ellos creyeron que yo “calculaba” con Perón, porque medían mi vida con la vara pequeña de sus almas.

13 Yo no me dejé arrancar el alma que traje de la calle, por eso no me deslumbró jamás la grandeza del poder y pude ver sus miserias. Por eso nunca me olvidé de las miserias de mi pueblo y pude ver sus grandezas.“

14 Confieso que tengo una ambición, una sola y gran ambición personal: quisiera que el nombre de Evita figurase alguna vez en la historia de mi patria.

15 Queremos el bienestar de los trabajadores, la dignificación de los humildes y la grandeza de esta patria que Perón nos ha dado y que todos debemos defender como la más justa, la más libre y la más soberana de la Tierra.

16 Solamente los fanáticos que son idealista y son sectarios no se entregan. Los fríos, los indiferentes, no deben servir al pueblo. No pueden servirlo aunque quieran.

17 Lo único que debemos hacer es adquirir plena conciencia del poder que poseemos y no olvidarnos de que nadie puede hacer nada sin el pueblo, que nadie puede hacer tampoco nada que no quiera el pueblo.

18 ¡Sólo basta que los pueblos nos decidamos a ser dueños de nuestros propios destinos! Todo lo demás es cuestión de enfrentar al destino.

19 Ahora si me preguntasen qué prefiero, mi respuesta no tardaría en salir de mí: me gusta más mi nombre de pueblo. Cuando un pibe me nombra Evita me siento madre de todos los pibes y de todos los débiles y humildes de mi tierra. Cuando un obrero me llama Evita me siento con gusto compañera de todos los hombres.“

20 El fanatismo es la única fuerza que Dios le dejó al corazón para ganar sus batallas. Es la gran fuerza de los pueblos: la única que no poseen sus enemigos, porque ellos han suprimido del mundo todo lo que suene a corazón.

21 A la mujer de Franco no le gustaban los obreros, y cada vez que podía los tildaba de rojos porque habían participado en la guerra civil. Yo me aguanté un par de veces hasta que no pude más, y le dije que su marido no era un gobernante por los votos del pueblo sino por imposición de una victoria. A la gorda no le gustó nada.

22 Aparento vivir en un sopor permanente para que supongan que ignoro el final… Es mi fin en este mundo y en mi patria, pero no en la memoria de los míos. Ellos siempre me tendrán presente, por la simple razón de que siempre habrá injusticias y regresarán a mi recuerdo todos los tristes desamparados de esta querida tierra.

23 Yo no quise ni quiero nada para mí. Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo. Y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria.“

24 Con las cenizas de los traidores construiremos la Patria de los humildes.

25 Yo no me dejé arrancar el alma que traje de la calle, por eso no me deslumbró jamás la grandeza del poder y pude ver sus miserias.Por eso nunca me olvidé de las miserias de mi pueblo y pude ver sus grandezas.

26 Ha llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste, atada e impotente, a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país.

27 Ha llegado la hora de la mujer que comparte una causa pública y ha muerto la hora de la mujer como valor inerte y numérico dentro de la sociedad.

28 Lo único que los mueve es la envidia. No hay que tenerles miedo: la envidia de los sapos nunca pudo tapar el canto de los ruiseñores.

29 Más abominable aún que los imperialistas son los hombres de las oligarquías nacionales que se entregan vendiendo y a veces regalando por monedas o por sonrisas la felicidad de sus pueblos.

30 Me tienen sin cuidado los odios y las alabanzas de los hombres que pertenecen a la raza de los explotadores.Quiero rebelar a los pueblos. Quiero incendiarlos con el fuego de mi corazón.

31 Yo, que ya he vivido varios años los mejores de mi vida junto al general Perón, mi maestro y amigo, he aprendido de él a pensar y a sentir y a querer, teniendo como únicos ideales la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación.

32 La felicidad del pueblo que, para mi acción se concreta en el bienestar de los trabajadores y la dignificación de los humilde; y la grandeza de esta Patria que Perón nos ha dado y que todos debemos defender como la más justa, la más libre y la más soberana de la tierra.

33 Evita, quería ser, cuando me decidí a luchar codo a codo con los trabajadores y puse mi corazón al servicio de los pobres, llevando siempre como única bandera el nombre del general Perón a todas partes. Si con ese esfuerzo mío conquisté el corazón de los obreros y de los humildes de mi Patria, eso es ya una recompensa extraordinaria que me obliga a seguir con mis trabajos y con mis luchas.

34 Yo no quiero otro honor que no sea cariño. Aceptar ora cosa sería romper la línea de conducta que el impuse a mi corazón y darles la razón a los que no creyeron en la sinceridad de mis palabras. y que ya no podrán decir jamás que todos lo hice guiada por mezquinas y egoístas ambiciones personales

35 Con ellos y por ellos, por los trabajadores y por los descamisados, seguiré luchando como hasta hoy con el corazón y con el pensamiento puestos en el general, nuestro Líder, nuestro conductor, nuestro maestro y para mí el amigo leal que con la grandeza extraordinaria de su alma supo dejar mi decisión de estos días librada al arbitrio de mi propia conciencia y de mi propia voluntad.

36 Yo le pido a Dios que no permita a esos insectos levantar la mano contra Perón, porque ¡guay de ese día! Ese día, mi general, yo saldré con el pueblo trabajador, yo saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados de la patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista.

37 El enemigo acecha. No perdona jamás que un argentino, que un hombre de bien, el general Perón, esté trabajando por el bienestar de su pueblo y por la grandeza de la Patria. Los vendepatrias de dentro, que se venden por cuatro monedas, están también en acecho para dar el golpe en cualquier momento. Pero nosotros somos el pueblo y yo sé que estando el pueblo alerta somos invencibles porque somos la patria misma.

38 ¡Bendita sea la lucha a que nos obligó la incomprensión y la mentira de los enemigos de la Patria! ¡Benditos sean los obstáculos con que quisieron cerrarnos el camino, los dirigentes de esa falsa democracia de los privilegios oligárquicos y la negación nacional!

39 He recorrido los viejos países de Europa, algunos devastados por la guerra. Allí, en contacto directo con el pueblo, he aprendido una lección más en la vida. La lección ejemplarizadora de la mujer abnegada y de trabajo, que lucha junto al hombre por la recuperación y por la paz. Mujeres que suman el aporte de su voluntad, de su capacidad y de su tesón. Mujeres que forjaron armas para sus hermanos, que combatieron al lado de ellos, niveladas en el valor y el heroísmo.

40 Tenemos, hermanas mías, una alta misión que cumplir en los años que se avecinan. Luchar por la paz. Pero la lucha por la paz es también una guerra. Una guerra declarada y sin cuartel contra los privilegios de los parásitos que pretenden volver a negociar nuestro patrimonio de argentinos

41 Ha llegado la hora de la mujer argentina, integramente mujer en el goce paralelo de deberes y derechos comunes a todo ser humano que trabaja, y ha muerto la hora de la mujer compañera ocasional y colaboradora ínfima. Ha llegado, en síntesis, la hora de la mujer argentina redimida del tutelaje social, y ha muerto la hora de la mujer relegada a la más precaria tangencia con el verdadero mundo dinámico de la vida moderna.

42 Debo confesar que si todos los problemas de injusticia social y de dolor despiertan en mí la rebeldía y la voluntad de hacer justicia, el problema de la niñez es, por excelencia, el de mi mayor atención y máximo cariño. El dolor de los niños no lo justifico en ningún sentido.

43 La limosna, dada para satisfacción de quien la otorga, deprime y aletarga. La ayuda social, honestamente practicada, tiene virtudes curativas. La limosna prolonga la enfermedad.

44 Ahora no son nuestros enemigos los que nos indican que produzcamos más; somos nosotros mismos los que comprobamos que produciendo más viviremos mejor.

45 Si este pueblo me pidiese la vida, se la daría cantando, porque la felicidad de un solo descamisado vale más que toda mi vida.

46 La obra del General Perón es demasiado grande para que la comprendan todos. Únicamente el pueblo la comprende porque el pueblo mantiene intactos los valores morales que nos legaron los grandes de nuestra patria.

47 La historia, con su juicio inexorable, nos encontrará al fin del camino y nos dará la razón; y esos rezagados del despertar nacional no tendrán más que una excusa: su mediocridad, su mezquindad de espíritu y su traición a la clase humilde de la patria.

48 La obra del general Perón a favor de la clase trabajadora, en pos de la libertad económica y de la soberanía de nuestra patria, es demasiado grande para que la comprendan los espíritus mediocres y mezquinos.

49 La obra del general Perón se agiganta a la distancia y la comprenden los humildes porque ellos son los que con su trabajo, su sacrificio y su dedicación construyen la grandeza de la Argentina.

50 El pueblo grita: la vida por Perón. Sí; la vida por Perón, porque si nos faltara él, tendríamos horas escasas para el progreso nacional y para la felicidad de los hogares humildes de la patria.

51 Cuando la Patria estaba lesionada en sus sentimientos más puros, cuando en los hogares argentinos se carecía de todo, cuando los trabajadores no podían tender su mesa, cuando el niño estaba abandonado como lo estaban los ancianos y cuando no había más que desesperanza para todos los humildes y solo gozaban de felicidad cien familias privilegiadas, surgió un hombre que, cansado de tanta injusticia y de ver sufrir a la patria dominada por capitales foráneos sin bandera, creó la Secretaria de Trabajo y Previsión para remediar tantos males.

52 La fiesta de los trabajadores argentinos se basa en la felicidad de los humildes que, nobles y bien nacidos, vienen a rendir homenaje al lider de todos los trabajadores del mundo.

53 Los labios del pueblo, que se habían hecho para la sonrisa, por la inercia de los gobiernos despóticos y oligárquicos solo conocían el odio y las negaciones.

54 Prefiero ser Evita, antes de ser la esposa del Presidente, si ese Evita es dicho para calmar algún dolor en algún hogar de mi patria.

55 Nadie sino el pueblo me llama Evita. Solamente aprendieron a llamarme así los descamisados.

56 Los hombres de gobierno, los dirigentes políticos, los embajadores, los hombres de empresa, profesionales, intelectuales, etc., que me visitan, suelen llamarme “Señora”; y algunos incluso me dicen públicamente “Excelentísima o Dignísima Señora” y aún, a veces, “Señora Presidenta”. Ellos no ven en mí más que a Eva Perón.

57 Los descamisados, en cambio, no me conocen sino como “Evita”. Yo me les presenté así

58 Y cosa rara, si los hombres de gobierno, los dirigentes, los políticos, los embajadores, los que me llaman “Señora” me llamasen “Evita” me resultaría tal vez tan raro y fuera de lugar como que un pibe, un obrero o una persona humilde del pueblo me llamase “Señora”. Pero creo que aún más raro e ineficaz habría de parecerles a ellos mismos.

59 Nada hay en mi destino de extraordinario y menos de juego de azar. No puedo decir qué creo lógico y razonable de todo cuanto me ha sucedido, pero no sería leal y sincera si no dijese que todo me parece por lo menos natural.

60 Nunca la oligarquía fue hostil con nadie que pudiera serle útil.

61 Unos pocos días al año, represento el papel de Eva Perón […] La inmensa mayoría de los días soy en cambio Evita, puente tendido entre las esperanzas del pueblo y las manos realizadoras de Perón, primera peronista argentina, y éste sí que me resulta papel difícil, y en el que nunca estoy totalmente contenta de mí.

62 La verdad es que, sin ningún esfuerzo artificial, sin que me cueste íntimamente nada, tal como si hubiese nacido para todo esto, me siento responsable de los humildes como si fuese la madre de todos.

63 Lucho codo a codo con los obreros como si fuese de ellos una compañera más de taller o de fábrica; frente a las mujeres que confían en mí me considero algo así como una hermana mayor, en cierta medida responsable del destino de todas ellas que han depositado en mí sus esperanzas.

64 Lo cierto es que yo, que veo en cada obrero a un descamisado, y a un peronista, no puedo ver lo mismo, si no está bien probado, en un patrón.

65 Soy sectaria, sí. No lo niego; y ya lo he dicho. Pero ¿podrá negarme alguien ese derecho? ¿Podrá negarse a los trabajadores el humilde privilegio de que yo esté más con ellos que con sus patrones? Si cuando yo busqué amparo en mi amargo calvario de 1945, ellos, solamente ellos, me abrieron las puertas y me tendieron una mano amiga…

66 Mi sectarismo es además un desagravio y una reparación. Durante un siglo los privilegiados fueron los explotadores de la clase obrera. ¡Hace falta que eso sea equilibrado con otro siglo en que los privilegiados sean los trabajadores!

67 Cuando pase ese siglo creo que recién habrá llegado el momento de tratar con la misma medida a los obreros que a los patrones, aunque ya para entonces el Justicialismo habrá conseguido su ideal de una sola clase de hombres: los que trabajan.

68 Yo creo que el movimiento femenino organizado como fuerza en cada país y en todo el mundo debe hacerle y le haría un gran bien a toda la humanidad.

69 El voto femenino, será el arma que hará de nuestros hogares, el recaudo supremo e inviolable de una conducta pública

70 No sé en dónde he leído alguna vez que en este mundo nuestro, el gran ausente es el amor. Yo, aunque sea un poco de plagio, diré más bien que el mundo actual padece de una gran ausencia: la de la mujer. Todo, absolutamente todo en este mundo contemporáneo, ha sido hecho según la medida del hombre.

71 Renuncio a los honores, pero no a la lucha.

72 Todos llevamos en la sangre la semilla del egoísmo que nos puede hacer enemigos del pueblo y de su causa. Es necesario aplastarla donde quiera que brote si queremos que alguna vez el mundo alcance el mediodía brillante de los pueblos

73 Los dirigentes del pueblo tienen que ser fanáticos del pueblo. Si no, se marean en la altura y no regresan. Yo los he visto también con el mareo de las cumbres.

74 Hay enemigos del pueblo. Y hay indiferentes. Estos pertenecen a la clase de hombre que Dante señaló ya en las puertas del infierno. Nunca se juegan por nada. Son como “los ángeles que no fueron ni fieles ni rebeldes”.

75 De mí no se dirá jamás que traicioné a mi pueblo, mareada por las alturas del poder y de la gloria. Eso lo saben todos los pobres y todos los ricos de mi tierra, por eso me quieren los descamisados y los otros me odian y me calumnian.

76 Es lindo vivir con el pueblo. Sentirlo de cerca, sufrir con sus dolores y gozar con la simple alegría de su corazón. Pero nada de todo eso se puede si previamente no se ha decidido definitivamente encarnarse en el pueblo, hacerse una sola carne con él para que todo dolor y toda tristeza y angustia y toda alegría del pueblo sea lo mismo que si fuese nuestra

77 Muchas veces, para desgracia de la fe, el clero ha servido a los políticos enemigos del pueblo predicando una estúpida resignación…

78 Mi mensaje está destinado a despertar el alma de los pueblos de su modorra frente a las infinitas formas de la opresión, y una de esas formas es la que utiliza el profundo sentido religioso de los pueblos como instrumento de esclavitud. 

79 He sufrido mucho, pero mi dolor valía la felicidad de mi pueblo y yo no quise negarme, no quiero negarme, acepto sufrir hasta el último día de mi vida si eso sirve para restañar alguna herida o enjugar alguna lágrima.

80 No puede haber, como dice la doctrina de Perón, más que una sola clase: los que trabajan

81 Yo no hago cuestión de clases. Yo no auspicio la lucha de clases, pero el dilema nuestro es muy claro: la oligarquía que nos explotó miles de años en el mundo tratará siempre de vencernos

82 Sobre todo a los dirigentes sindicales hay que cuidarlos mucho. Se marean también ellos y no hay que olvidar que cuando un político se deja dominar por la ambición es nada más que un ambicioso; pero cuando un dirigente sindical se entrega al deseo de dinero, de poder o de honores es un traidor y merece ser castigado como un traidor.

83 Los pueblos deben cuidar a los hombres que elige para regir sus destinos. Y deben rechazarlos y destruirlos cuando los vean sedientos de riqueza, de poder o de honores.

84 Yo he presenciado la dura batalla de Perón con el privilegio de la fuerza, tan dura como las luchas contra el privilegio del dinero o de la sangre.Yo sé lo que ha sufrido, aunque he tenido el raro y maravilloso privilegio de ser algo así como el escudo donde se estrellaron siempre los ataques de sus enemigos.

85 Lo único que debemos hacer es adquirir plena conciencia del poder que poseemos y no olvidarnos de que nadie puede hacer nada sin el pueblo, que nadie puede hacer tampoco nada que no quiera el pueblo. ¡Sólo basta que los pueblos nos decidamos a ser dueños de nuestros propios destinos! Todo lo demás es cuestión de enfrentar al destino.

86 Pongo junto al alma de mi pueblo, mi propia alma

87 No hay nada que sea más fuerte que un pueblo. Lo único que se necesita es decidirlo a ser justo, libre y soberano.

88 Otra vez estamos aquí reunidos los trabajadores y las mujeres del pueblo; otra vez estamos los descamisados en esta plaza histórica del 17 de octubre de 1945 para dar la respuesta al líder del pueblo, que esta mañana, al concluir su mensaje dijo: “Quienes quieran oír, que oigan, quienes quieran seguir, que sigan”. Aquí está la respuesta mi general. Los vendepatrias de dentro, que se venden por cuatro monedas, están también en acecho para dar el golpe en cualquier momento. Pero nosotros somos el pueblo y yo sé que estando el pueblo alerta somos invencibles porque somos la patria misma.

89 El 17 de Octubre nació en los surcos, en las fábricas y en los talleres. Surge de lo más noble de la actividad nacional.

90 Estamos en una obra que nada ni nadie podrá detener. Ya he tenido oportunidad de decir, identificada con el líder, que el peronismo no se aprende ni se proclama, se comprende y se siente. Por eso es convicción y es fe.

91 No importan los rezagados del despertar nacional, yo no deseo, no quiero para el peronismo, a los ciudadanos sin mística revolucionaria.

92 En nuestro movimiento no tiene cabida el interés y el cálculo.

93 Marchamos con la conciencia hecha justicia que reclama la humanidad de nuestros días.

94 Peronismo es la fe popular hecha partido en torno a una causa de esperanza que faltaba en la Patria.

95 Le pido a Dios que me dé algunas vacaciones en mi sufrimiento.

96 No nos vamos a dejar aplastar jamás por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase trabajadora.

97 No nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las metrópolis extranjeras

98 Nosotros vamos a cuidar de Perón más que si fuera nuestra vida, porque nosotros cuidamos una causa que es la causa de la patria, es la causa del pueblo

99 Gracias a Perón, estamos de pie virilmente. Los hombres se sienten más hombres, las mujeres nos sentimos más dignas.

100 Si el pueblo fuera feliz y la Patria grande, ser peronista sería un derecho. En nuestros días, ser peronista es un deber

101 ¿Sabrán mis “grasitas” todo lo que yo los quiero?

AUNO – LT/RN/MB/DSP

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