Una nueva experiencia para recuperar a chicos que consumen drogas

Con la idea de atacar el problema en un espacio concentrado, en un solo barrio, se armó en una parroquia de la villa 21, en Barracas, un programa de rehabilitación con tres centros para recepcionar, desintoxicar y reinsertar a los jóvenes.

Con el objetivo de recuperar y rehabilitar a jóvenes que consumen drogas funciona desde hace poco tiempo un emprendimiento de la parroquia Nuestra Señora de Caacupé, de la villa 21, en Barracas. En una línea de acción cada vez más difundida, pero con nuevos matices, no sólo se focalizan en la adicción con la ayuda de psicólogos y terapeutas. Desde el centro, también, se les intenta brindar diversas herramientas y conocimientos de oficios para facilitarles la reinserción a la vida social.

El proyecto es reciente, pero tiene mucho potencial. Creado y coordinado por el cura villero José María Di Paola a principios del 2008, cuenta con tres instancias que se realizan en tres sedes diferentes un centro de día, una granja y un hogar, donde los jóvenes primero son recuperados, luego desintoxicados y finalmente reinsertados a una nueva vida en comunidad.

Si bien cada paso es importante por sí solo, lo fundamental es que los chicos a medida que se van reponiendo aprenden imprenta, herrería, panadería y mecánica, entre otros quehaceres que se les enseñan desde la primera recepción. “De esta manera se los acompaña en la salida de las adicciones y, a su vez, se les da la oportunidad de crecer con la incorporación de nuevas herramientas para su futuro”, sostuvo el director Di Paola, en diálogo con AUNO-Tercer Sector.

Debido a que el emprendimiento apenas tiene varios meses de antigüedad, actualmente sólo ayuda a 10 o 12 jóvenes estables, y a otros tantos deambulatorios, que se encuentran en la primera instancia, que algunos están a punto de culminar. Las otras partes del circuito pueden albergar hasta 35 personas más, por lo que en total, todo el proyecto llega a cubrir un cupo de más de 50 chicos.

Cada etapa tiene su itinerario y características propias. En la primera sede, el centro de día ‘San Alberto Hurtado’, que funciona de 13 a 21, se trata de orientar y contener al chico con miras a un primer acercamiento. “Como de entrada el muchacho quizá no se quiere internar, y es llevado por su familia, lo que se realiza es una primera recepción, que es más favorable en un lugar más cercano”, evaluó Di Paola.

Allí, los adictos van todos los días, almuerzan, meriendan y cenan y son tratados por psicólogos y terapeutas que organizan actividades para ir acercándose al problema de cada uno. Además, empiezan a aprender imprenta mediante la elaboración de un diario barrial gratuito, de tirada mensual, que llega a unas 6 mil familias de la villa.

“Se les van inculcando hábitos de trabajo y ocupan el tiempo en algo positivo. Eso es fundamental. Porque la gran mayoría de los pibes con estos problemas no hace nada en todo el día. Tienen tiempo ocioso total, entonces tratamos de combatir a eso también”, aseguró Di Paola, más conocido como “Padre Pepe”.

Cuando cumplen ese primer paso y tienen la autorización de los profesionales que los ayudan, los jóvenes pasan a la granja de desintoxicación ‘Madre Teresa’, ubicada en General Rodríguez, donde están aproximadamente entre tres y cinco meses; y luego, finalmente, llegan a la última instancia, al hogar ‘Hermana Pilar’, en el que aprenden diversos trabajos, como el de electricista, carpintero, mecánico o herrero, y empiezan a obtener sus primeros réditos económicos.

“La idea es devolverlos a un contexto mucho más favorable del que venían, fuera de que quizá no puedan salir del barrio. Entonces tratamos de darle la mayor cantidad de elementos para que empiecen a tomar nuevos caminos y tengan la capacidad de construir una vida lo más amena posible”, comentó el Padre “Pepe”, que remarcó que “la reinserción es el paso más importante y difícil”.

“De nada sirve que los hayas recibido, desintoxicado y hayas puesto un montón de esfuerzo si el pibe vuelve después a los mismos pasillos y a las mismas amistades de antes, que lo terminan llevando al mismo camino de la perdición de la droga”, evaluó.

De esta manera, durante todo el proyecto, que dura algo más de un año, los jóvenes tienen la posibilidad de aprender a cosechar sus propias verduras, a hacer pan y dulces; además de todos los oficios que se les enseñan.

En esta línea, el director del centro reconoció que el proyecto “tiene muchas cosas que ya están hechas en otros centros”, pero destacó que “lo novedoso” es que atacan el problema en un solo barrio, del que conocen sus inquietudes, los problemas, y no tratan con cierta variedad de jóvenes que residen en diferentes lugares y son de distintos estratos sociales.

El proyecto se mantiene con el esfuerzo y el amor propio de quienes lo coordinan, pero también lo hace a través de colaboraciones, por lo que está abierto a cualquier donación.

La salida de las drogas es un camino sinuoso y muy difícil de transitar y el nivel de recuperación en casi todos los centros no es alto: menos del 30 por ciento llega a la recuperación, según el Sedronar. Por eso lo que tratan de proponer desde la parroquia Nuestra Señora de Caacupe son “nuevos caminos y también una solución al barrio”, sostuvo Di Paola.

“Acá en la villa 21 es un problema corriente el de las drogas. Y si bien venimos trabajando en prevención desde hace doce años, con campamentos y actividades, el problema se hizo aún mayor. Así que lo que tratamos de hacer es brindarle también una ayuda a nuestra comunidad, abriendo esta veta de recuperación”, concluyó el “Padre Pepe”.

Cómo contactarse:

Parroquia Nuestra Señora de Caacupé
Osvaldo Cruz 3470
4302-3643 / 4912-0155

NS-GDS

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