Pasarán los años, las generaciones y los hinchas y sólo un título de primera división en el fútbol argentino podría hacerle algo de sombra a la importancia de aquella conquista.
La obtención de la Copa Conmebol en 1996 significó un hito y un mojón en la historia de Lanús, que prácticamente se redescubrió a sí mismo después de aquella noche de gloria en Colombia.
Fue una hazaña con sabor a revancha, un grito de desahogo surgido desde las entrañas de un club de barrio, con pasado sufrido e ilusiones de cambio.
En la inmensidad de El Campín de Bogotá, un grupo de laboriosos muchachos dirigidos por el técnico Héctor Cúper demostró que se podía. A equipos como Lanús todo les cuesta el doble o más en el fútbol nacional, por estructura, recursos y posibilidades de lucirse en un ambiente dominado por conjuntos más poderosos.
Que el “Granate” haya gritado campeón hace diez años, con un plantel que también dio que hablar en el país, marcó un antes y un después en el club.
La capacidad de un técnico con proyección internacional se conjugó con la atildada conducción de un puñado de directivos listos para sepultar en el olvido décadas de ostracismo y justos armaron un equipo sólido, equilibrado entre valores experimentados y jóvenes promesas y —sobre todo— talentoso.
Lejos quedaron las tristes anécdotas que contaban los abuelos en las tribunas de madera sobre los descensos de categoría hasta llegar a la Primera C, los ascensos frustrados, como aquel de 1989 en la sospechosa resolución de campeonato con Chaco For Ever, en el Nacional B, o la derrota con River en el duelo por el título en 1956, infalible a la hora del recuerdo lacrimógeno.
Futbolistas como Ariel Ibagaza, Hugo Morales, Ariel López, Daniel Cravero, Carlos Roa y principalmente Armando González quedaron en el bronce, al igual que Cúper, el fantasista de un momento inolvidable.
La comunidad “granate” amaneció con las palpitaciones aceleradas aquella mañana del 4 de diciembre de 1996. En las calles se vivía una agitación especial, la gente sabía que el club de sus amores se ubicaba en el umbral de la eternidad. Cuando cayó la noche, sólo hubo tiempo para gozar.
El triunfo como local por 2-0 sobre Independiente Santa Fe resultó suficiente para ganar la copa en Bogotá, pese a caer por 1-0. En el regreso al país los jugadores fueron recibidos como héroes, con festejos en el aeropuerto, en el microestadio del club y en cada rincón de la ciudad. No existe hincha de Lanús sobre la faz de la Tierra que se haya olvidado de aquella celebración.
Aquel conjunto sobresalió en el país y trascendió las fronteras, con un grupo de jugadores le dio un golpe de timón a la historia del club. Desde 1996 Lanús, el modesto pero entrañable Lanús, sabe que puede sentirse grande.
AUNO 05-12-06 EFR