Un clásico diferente

La previa del partido entre Banfield y Quilmes fue atípica. El partido corrió serios riesgos de no jugarse a raíz de la suspensión de Racing-San Lorenzo. Los entretelones de una negociación que pinta la situación de desconcierto que vive el fútbol argentino.

Mariano Verrina

Discusiones, polémicas, peleas internas, llamadas cruzadas, teléfonos celulares que no paraban de sonar… Todo eso sucedió en la previa de un partido de fútbol. Así fueron los minutos que precedieron al duelo del domingo entre Quilmes y Banfield, un clásico diferente. Todo lo que pasó antes de que rodara la pelota. Una postal de la situación reinante.
Tras la suspensión de Racing-San Lorenzo, que debería haber conducido a un cese de actividades de acuerdo a lo pactado el viernes por la tarde por los propios futbolistas tras un encuentro en un hotel porteño, algunos jugadores no entendían por qué el partido no debía disputarse. Otros, firmes ante la determinación tomada, no comprendían los motivos para cambiarse y salir a la cancha.
“Esto es impresentable. Pero, te tengo que cortar. Si me ven hablando por celular, me c… a palos”, decía Walter Coyette, mediocampista de Quilmes a una hora de salir a la cancha. Ese era el clima en el vestuario local. Los dirigentes, por su parte, habían apagado sus teléfonos móviles. En el camarín visitante la escena era similar. “Te digo la verdad, no tengo ni idea si se va a jugar”, respondía Martín Andrizzi.
Los responsables de Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) anunciaban la suspensión de la fecha a través de un programa televisivo y, casi en simultáneo, el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Julio Grondona, aseguraba que la pelota no se paraba y que aquellos equipos que no se presentaran perderían los puntos.
Esteban Muñiz fue uno de los pocos dirigentes de Banfield que estuvo en la cancha y el único que quiso hacer declaraciones antes de que arrancara el encuentro. “No sé si va a jugar. Ya pusieron la manga, pero hay cerca de 300 hinchas que piden que no se juegue”, arrancó.
Y agregó: “Banfield no quiere jugarlo. (Javier) Sanguinetti y (Cristian) Lucchetti ya se lo dijeron a (Eduardo) Bustos Montoya y al capitán, (Martín) Romagnoli, pero parece que Quilmes lo quiere jugar. Esto es una vergüenza, yo nunca vi algo parecido. Toda la gente que está acá no sabe si realmente va a arrancar el partido”.
Antes de llegar al estadio Centenario, el plantel de Banfield, con Sanguinetti como abanderado, ya sabía que Racing y San Lorenzo habían decidido no jugar.
Por lo acordado con sus colegas en la reunión del viernes, ‘Archu’ tenía su decisión tomada: el partido no debía jugarse y llegó a la cancha con esa premisa.
Los de Banfield les manifestaron su determinación a sus rivales a través de su ex compañero Eduardo Bustos Montoya. Parecía que no había marcha atrás. A las 16, el clásico era un nuevo asterisco en la tabla de posiciones .
Pero Grondona habló. Y los dirigentes escucharon. El presidente de Quilmes, José Luis Meiszner, y su par de Banfield, Carlos Portell, son dos de los hombres de mayor confianza del padre todopoderoso del fútbol nacional. Y comenzó el clásico. Y Banfield venció a Quilmes. Y los de Raúl Wensel intentan terminar bien un mal semestre. Y los de Esteban Pogany sacan la calculadora. Todo pasa.

AUNO 21-11-06 MV-MFV

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