Por qué la masacre en Temperley

«La Juventud Peronista de Lomas de Zamora tenía una influencia enorme sobre el Partido Justicialista, cosa que no había en otros lados», cuenta la escritora Patricia Rodríguez.

Juan Lanari y Juan Relmucao

Lomas de Zamora, marzo 20 (AUNO).- Que la Triple A haya elegido al barrio San José de Temperley como teatro de operaciones de uno de los crímenes políticos más macabros de la historia argentina no obedeció a la arbitrariedad de los altos mandos ni a la barbarie del brazo ejecutor. La muerte y posterior explosión de los cuerpos de seis militantes peronistas y dos vecinos del barrio fue el primer hito de un plan para extinguir la actividad partidaria en un partido altamente politizado.

Si Hugo Sandoval y tantos otros militantes perseguidos por las fuerzas armadas pudieron “guardarse” en casas de amigos, compañeros, vecinos e incluso desconocidos, se debió a que “la militancia en Lomas revestía características especiales”, según dijo la docente y autora del libro “Masacre de Pasco” (que publicó las imágenes que ilustran esta nota), Patricia Rodríguez.

“El historiador Roberto Perdía –-cita Rodríguez— reconoce que en el partido se vivía una dinámica diferente con respecto a los otros distritos e incluso en el país. Para él, la Juventud Peronista de Lomas tenía una influencia enorme sobre el Partido Justicialista, cosa que no había en otros lados. Lomas tuvo un asentamiento político en el territorio con diferencias respecto a otras realidades. La incidencia de las distintas agrupaciones que expresaban la política de Montoneros sobre el aparato del Partido Justicialista era muy importante. Ese es uno de los motivos por los cuales en el armado de candidaturas, para las elecciones del ’73, quienes tuvieron un peso gravitante fueron los grupos de la JP del distrito. No era lo común la proporción de fuerzas que hubo en ese distrito, respecto a otros de la Provincia”.

Más allá de bancas, boletas y estrategias territoriales, Sandoval, quien fue uno de los tres primeros concejales de la JP en el distrito, remarca el constante trabajo que la Tendencia emprendía en los barrios, una relación simbiótico-política con los vecinos que fue marca de los tiempos y que ungía a la acción del vecino, en tanto ciudadano de una trascendencia casi épica: “Nuestra militancia era de base, en el barrio, al lado de los vecinos. Si había que zanjear, los primeros que agarrábamos la pala éramos nosotros, ¡qué concejal ni concejal!”.

Fue este tipo de trato el que les permitió a los sobrevivientes de la Masacre de Pasco dar con el sitio preciso donde estaban los restos de dos de las víctimas, el entonces concejal Héctor Lencina y el militante Héctor Flores, los únicos que pudieron ser recuperados. “Los compañeros enterradores (del Cementerio Municipal) nos conocían y nos dijeron dónde y quiénes estaban. Eran enterradores, eran trabajadores y, varios, peronistas. Gracias a ellos pudimos rescatar los cuerpos. Siempre tuvimos buena onda con la gente del cementerio y siempre nos dieron una mano, ya sea por abajo, en la dictadura, o abiertamente, en democracia”.

Una de las personas que salieron con vida de la casa de Lencina la noche de la masacre fue Gloria Benítez, quien definió a Lomas de Zamora como “la base más política” del peronismo provincial. La mujer, que entonces tenía 20 años, estaba en pareja con Aníbal Benítez, cafetero del Concejo Deliberante y amigo de los concejales de la Juventud Peronista marcados por la Triple A.

Esa noche, mientras su pareja y Lencina miraban fútbol por televisión, ella preparaba la cena hasta que el grupo de tareas irrumpió en el hogar. Estaba embarazada de Aníbal y a pocas semanas de dar a luz. “Hicieron eso por lo que fueron los compañeros, por la magnitud que tenía su trabajo en los barrios, que era de una calidad humana impresionante”, explica. “Eran compañeros ‘de fierro’ que estaban a la par de la gente y daban la vida por lo que creían. Se los llevaron porque habían arraigado al peronismo en la zona”, concluyó.

JL-JJR-AFD
AUNO-20-03-15

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