“Todos esos muebles que están ahí los hice yo”, dice Jorge, mientras señala el aparador colocado contra una pared del comedor de su casa, donde hay varios portarretratos con fotos de sus nietos. “Bah, los hicimos con mi fábrica“, aclara el hombre de 76 años, ebanista profesional, que levantó de a poco su propia empresa, desde que funcionaba en un garaje hasta tener una sede central en un gran galpón. “Fui, lo que se dice ahora, un emprendedor”.
Jorge Taddei dirigió por varias décadas su empresa y ahora está jubilado. Sin embargo, sigue vinculado a la compañía aconsejando a su hijo mayor y a uno de sus ocho nietos, que continúa con el negocio familiar. “También tenemos dos bisnietos”, agrega Beatriz Regal, de 72, pareja de Jorge desde los 15 y casada con él desde hace 52 años. “Y medio“, acota después, al celebrar que una de sus nietas políticas está embarazada de dos meses.
Jorge y Beatriz tuvieron tres hijos, aunque ellos prefieren usar el verbo en presente. “No hice el duelo, nunca se fue”, afirma la mujer sobre Wanda, asesinada por su pareja en 2010. Era la hija del medio. Néstor Rubén es 14 años mayor y Nadia, apenas dos años más chica.
Wanda Verónica Taddei fue quemada por su esposo Eduardo Vázquez, ex baterista de Callejeros, en la casa que compartían en Pizarro al 7083, en el barrio porteño de Mataderos, junto a los dos hijos que ella había tenido previamente: Facundo y Juan Manuel. Agonizó 11 días y murió el 21 de febrero por las graves heridas que le provocó el músico con alcohol y un encendedor.
El matrimonio Taddei no tiene muchas fotos de su segunda hija en su casa de la calle Saladillo, también en Mataderos. Solo algunas reposan sobre una especie de altar ubicado en el living, apenas perceptible. El recuerdo de Wanda comparte lugar con un “banco rojo” –símbolo de homenaje a las víctimas de femicidio- que lleva su nombre y varios diplomas recibidos por la tarea que llevan a cabo en todo el país en la lucha por visibilizar la violencia de género.
El dolor de la muerte de su hija es la fuerza que los motiva a querer transformar la sociedad, aunque sea aportando su granito de arena. “Ni yo y quizás ni siquiera mis nietos vean los cambios, pero quiero dejar mi semilla”, afirma la madre.
Luego de sufrir la pérdida de su hija, la familia Taddei padeció el juicio por las innumerables irregularidades del tribunal, que recibió una fuerte condena mediática.
El tribunal que llevó adelante el juicio oral, que comenzó dos años después del asesinato de Wanda, dictó una increíble sentencia: a pesar de las dudas iniciales sobre si fue o no un accidente, se acreditó y se condenó a Vázquez por homicidio. Pero los jueces, lejos de otorgarle perpetua por estar casados, le dieron solo 18 años de prisión porque consideraron que el músico actuó por emoción violenta.
– Nuestro abogado un día nos preguntó si estábamos preparados para pasar por un juicio. Pensé que era una pavada. Si yo pasé por la muerte de una hija y lo que quiero es Justicia. No sabés lo que es… – dice Beatriz, mientras Jorge asiente con la cabeza.
Los Taddei se ríen de manera irónica al recordar que fueron acusados por la defensa de Vázquez de ser golpeadores, de que Jorge era “el jefe de una mafia”, de que su nieto más grande era drogadicto y traficante. “Fuimos hasta allanados”, cuentan.
El espíritu incansable de Beatriz, apoyado siempre en su compañero Jorge, no se dejó quebrar por las insólitas acusaciones, tampoco creyó en la inocencia de Vázquez cuando lloró diciendo amarla en la primera audiencia, ni cuando uno de los jueces del tribunal (“Ese Lui Niño, un hijo de puta”, dice Jorge en voz alta, enfurecido) se acercó al baterista para consolarlo.
Eso no fue todo. En las instancias finales del juicio debieron soportar que no le tomen consideración a sus testigos ni a las pruebas de los peritos, tuvieron que escuchar una canción de Callejeros que ponía con su celular una de las secretarias del juzgado cada vez que Jorge entraba al Tribunal y hasta atravesar la preocupación cuando su otro hija fue atacada por un desconocido cuando se acercó junto a la familia hasta la casa del crimen para recoger unas cosas de los hijos de Wanda.
Ahora, el ex Callejeros pasa su séptimo año en prisión de una cadena perpetua, dada por la Cámara de Casación al revisar en septiembre de 2013 el fallo inicial. Esto derivó en la sanción de la ley 26.791, en noviembre de ese año, para eliminar la figura de “emoción violenta” e imponer la de femicidio.
Sin embargo, el matrimonio Taddei todavía pide algunas respuestas que la Justicia le debe, como la razón por la que Vázquez está encerrado en una cárcel de encausados y no en un penal para condenados. El baterista, preso en Ezeiza, estudia, sale a tocar con su nueva banda “Entre muros” y hasta recibe a fans de Callejeros. “Está perfecto, tiene que estar en condiciones, son sus derechos”, reflexiona Beatriz.
– Muchos de estos casos no llegan a tener justicia. El tema no se hablaba. Tuvimos la oportunidad de que nuestro caso sea muy contundente y muy mediático. Se nos abrió un panorama para ser comunicadores.
Desde aquel instante, el matrimonio Taddei sabía que no debía luchar solo por Wanda sino por todos los demás casos invisibilizados. Beatriz y Jorge se consideran dos militantes sociales, y no sólo desde su terrible experiencia. Él, desde su época de estudiante. Ella, desde su juventud como perito mercantil, empleada de comercio o en su rol de bancaria y sindicalista, hasta que tuvo que dejar el trabajo cuando estaba embarazada de Wanda.
– Estas preocupaciones sociales las tuve siempre. Él sabe que las padezco, porque me dice que no me haga tanta mala sangre. Pero no puedo porque es el instinto mío.
Los Taddei saben muy bien lo que es poner las luchas sociales antes de, incluso, sus propias cuestiones personales.
En el año 1966, Beatriz perdió un embarazo al participar de una protesta en la Facultad de Ciencias Económicas durante “La Noche de los Bastones Largos”. Y pudo haber perdido la suya si no la salvaba Jorge. “No sabía que iba a haber represión, me invitaron y fui. Hubo golpes y tiros. Al otro día perdí al que hubiese sido nuestro primer hijo”.
Diez años después, durante la última dictadura militar, embarazada de Wanda, temió ser secuestrada y que le robaran el bebé, por su pasado en el sindicalismo.
Y ahora, muchos años después, ya en democracia, decidieron dejar de lado más de 20 días de vacaciones y volver desde Italia a Buenos Aires para participar de la primera marcha del ‘Ni Una Menos’, la movilización multitudinaria que en el último tiempo puso en escena la cruda realidad del femicidio.
Para Beatriz y Jorge no existen los límites. “El ‘no’ lo tenemos siempre, hay que pelear por el ‘sí’, en cualquier circunstancia”, cree ella. Y él la acompaña, como en todo.
Así llegaron a estar en una audiencia con el papa Francisco, a la que accedieron por medio de una carta que dejaron en un quiosco cercano a la Santa Sede. “Se la dejamos el 1 de mayo, día en el que estaba cerrada la embajada, a una china, para que la llevara después. En 15 días nos llamó el embajador para que nos presentáramos. Estuvimos cerca de Francisco, no lo podíamos creer”.
Beatriz también logró acercarse a otro líder mundial, el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, que la atendió cuando ella lo llamó por teléfono, pero no se pudieron comunicar por la diferencia del idioma. “Soy una ciudadana del mundo, me tenía que atender”, justifica ella. “Y, te tenés que llamar Beatriz para llegar ahí…”, dice Jorge, con una broma que escondía la admiración hacia la perseverancia de su esposa.
Con la experiencia trágica de lo vivido con Wanda, los Taddei v*iajan desde hace 8 años por todo el país para seguir los juicios por femicidio*, dar charlas y hacer actividades de concientización sobre la violencia de género, principalmente en escuelas y universidades, para alertar a los más jóvenes.
– No nos dedicamos a acompañar a víctimas de violencia, sino a hacer visualización del tema. Igual no puedo dejar sin atender a una víctima que llama, entonces le doy los números de teléfono donde puede llamar.
En estos años, Beatriz fue incorporando nociones del derecho, de la psicología (“Aunque por mi soberbia nunca fui a un psicólogo para tratarme después de lo de Wanda”, dice) y de otras áreas “con material del CONICET, para tener un sustento teórico”. Le interesa que los que la escuchan también participen de un debate, para poder oír otras opiniones y vivencias.
También cuentan con su experiencia, que además le da la oportunidad de concientizar a miembros del sector judicial, como abogados, jueces y fiscales, a la vez que también dan conferencias ante estudiantes de carreras de derecho.
– Que lleven a su mesa a una persona que es víctima es para que ellos puedan ver la parte que no ven, la parte humana, la que está detrás de un expediente.
Más allá de las cuestiones de género, los Taddei concientizan acerca de otros tipos de violencia, como la institucional o la familiar. Y además piensan y reflexionan sobre otras causas de injusticia social, como el hambre y la contaminación ambiental.
– Pero no me voy a poner en el tema porque ya me consume bastante tiempo lo que hago-, admite Beatriz.
Más allá de su edad, el matrimonio difícilmente se queda en su casa en sus días libres. Buscan ayudar y acompañar a la mayor cantidad de personas posible, sea cual sea el lugar del país. Lo hacen por y con Wanda. “Se la llevó físicamente pero ella nos pasó su potencial para aguantar hasta donde pueda”, destacan.
– Lo digo siempre: no me tomen de ejemplo, porque yo también tengo 72 años de cultura machista.
Beatriz y Jorge saben, son conscientes, que los cambios en la sociedad que les gustaría que reciban sus nietos llevarán muchos años, pero confían que Argentina está en un buen camino gracias al trabajo de toda una red de personas y agrupaciones que lucha por desterrar la violencia de género.
– ¿Alcanza? No, nunca alcanza. Pero esto hace que uno piense que va a haber una solución al tema. No en 5, 10 o 20 años, sino a partir de generaciones.* Tenemos una sociedad machista y patriarcal de 3000 años. No la podés cambiar en una semana. Hay un proceso, y estamos en eso*.
Piden que cada uno, sea cual sea su postura política y su posición en la sociedad, colabore y se sume con la transformación social.
– Se está planteando un cambio de paradigma, es un cambio social muy profundo. A uno le da satisfacción de poder aportar algo a la sociedad, dejar una semilla.
AUNO 14-08-2018
LAM-AFG
(*) Nota realizada para Taller de Periodismo Gráfico