La pobreza y el miedo

Opinión
El discurso unidireccional de los medios de comunicación considera el reclamo popular un despropósito y utiliza el miedo como arma informativa que dispara contra la conciencia colectiva.

Por Liliana Valle

(AUNO-TERCER SECTOR*).- Abrumador y preocupante es el panorama del país visto y leído desde los medios de comunicación. Poco a poco el mensaje se fue instalando y el miedo se apodera de la sociedad. Una sociedad parcialmente reflejada, esa que está representada por ciudadanos políticamente correctos, que quieren orden y más orden, no importa quién lo imponga ni si su legitimidad está cuestionada.
El daño ya está hecho. Desde los medios gráficos y audiovisuales la campaña tiene una sola dirección: los piqueteros “#8220;la cara visible de la marginalidad organizada- son generadores de la violencia social y lo que se exige es terminar con “el problema”, que es más o menos lo mismo que decir “terminemos con la pobreza eliminando a los pobres”.
El reclamo tiene una voz contundente y sin matices. Y por si faltaba algo, los Estados Unidos también nos avisan que vamos por mal camino. La volatilidad de la clase media urbana permite que el discurso se potencie. Y cada vez más miedo…
Y no importa ya que las tarifas de los servicios hayan aumentado después del boicot empresarial contra el Gobierno. La crisis energética parece haber sido un episodio superado. Como también pasó sin pena ni olvido la llegada al país de representantes del FMI que vinieron para asegurarse el pago de los servicios de la deuda apurando la sanción de la ley de coparticipación y de responsabilidad fiscal. Tampoco importa si los responsables de las catorce muertes de los mineros de Río Turbio tendrán juicio y castigo. No tiene espacio en los grandes medios el despojo de tierras que sufren los pueblos originarios ni la indiscriminada entrega de minerales de nuestro suelo a compañías extranjeras.
Nada parece importar tanto en los medios de comunicación como el “problema” de los piqueteros, ex trabajadores para quienes la calle se ha convertido en el espacio “#8220;como antes la fábrica o el taller- que los mantiene unidos para reclamar por una reivindicación.
Tampoco resulta fácil encontrar a quien le preocupe establecer causas y no sólo mostrar efectos. Por eso, vincular los datos oficiales sobre distribución de ingresos con el fenómeno social que representan los piqueteros no parece merecer ningún tipo de análisis.
Lo cierto es que la distancia entre los más ricos y los más pobres es la más pronunciada en los últimos 30 años. Lo que está diciendo el Indec es que nunca la desigualdad entre los argentinos fue tan marcada como ahora, que es lo mismo que decir que los ricos son cada vez más ricos a costa del empobrecimiento del resto de la población.
El Indec también dice que la desigualdad se acentúa más en Capital y en Gran Buenos Aires, el escenario central donde la fragmentación social se refleja a diario. Los números, esta vez nada fríos, dicen que los ingresos de los más ricos supera en 50 veces el de los más pobres, y que el 10 por ciento más rico se queda con el 44,5 por ciento de la riqueza total.
Si se relacionaran estos datos con lo que está pasando en las calles de la ciudad de Buenos Aires, quizás se podría desplazar el mensaje que demoniza la protesta social y plantear otro eje de discusión por donde pase un debate profundo que tenga por objetivo una distribución más equitativa de la riqueza.
El miedo ha sido una herramienta fundamental que la dictadura militar utilizó para imponer el terrorismo de estado en 1976. Hemos tenido miedo al regreso de los militares y por eso había que apoyar a Alfonsín. Por miedo a la hiperinflación, la sociedad apuntaló a Menem. Después, permeables y confiados, votamos a la Alianza por miedo a que vuelva el depredador. Que no sea que hoy, por miedo, pidamos que desaparezcan los pobres.

Agencia Universitaria de Noticias y Opinión
Revista Tercer Sector

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