La narración, un ejercicio en donde los médicos se divierten tanto como los chicos

Durante una clase del Taller de Relato Infantil, los trabajadores de la salud se despojan del miedo escénico y dan rienda suelta a su caudal expresivo.
Por F.O.

(AUNO-TERCER SECTOR*) En el auditorio de la Asociación Médica Argentina se respira un ambiente de teatro, de escuela de actuación. “Poca reflexión y mucha acción”, dispara la profesora Marta Guma como primera consigna fundamental a la hora de encarar una historia. Sin embargo, una atenta odontopediatra reacciona frente a su más evidente limitación: “No es fácil la espontaneidad”, reconoce, a lo que le recomiendan ayudarse de las pausas y los gestos corporales.
Junto con las otras profesoras de la Escuela de Relato Gabriela Osman y Sandra Guadalupe, Guma se encarga de la última clase integradora del taller de relato infantil “¿Me contás un cuento, doctor?” que Ana María Bovo dictó durante las tres primeras reuniones. Justamente, las profesoras alientan a que entre los aproximadamente 30 presentes cuenten el cuento “Kiwi” que Bovo, y ahora también ellas, relataron. Se trata de un ejercicio evocativo en el que cada uno de los cursantes construye desde su memoria fragmentos de la historia que otro continúa. El presidente del Comité de Médicos Artistas y Escritores (COMAE), Gabriel Milman, resulta ser el más imaginativo al traer a escena extraterrestres y animales médicos que despiertan las risas de los demás. “Es un buen recurso aportar cosas de uno cuando se olvidan algún detalle”, remarca Guadalupe en pos de lograr hacer más atractiva la historia.
“Lo bueno de este taller es que acerca la literatura a los profesionales y al placer de compartirla con los chicos”, se entusiasma Analia Kutz, una psicopedagoga del hospital Gutiérrez que no ve la hora de poder empezar a contar “La niña bonita” de Ema Wolf. “El paciente siempre se ve interrumpido por su salud, por eso es bueno que ahora él nos pueda interrumpir a nosotros en nuestros relatos”, comenta Patricia López, maestra hospitalaria del Garrahan. Por su parte, el vicepresidente del COMAE, Jorge Barello, relata con soltura “El rey que no quiso bañarse”, y pregunta casi tímido: “No sé si está bien que utilice la palabra `exhausto´” para describir el cansancio del monarca. “Hay que buscar palabras más cercanas”, indica Guadalupe, pero enseguida tranquiliza: “Si lo acompañamos con un gesto o con una entonación adecuada, podemos usar ese término” de todas maneras.
Llega la hora de repartir cuentos y globos entre los distintos grupos que se van armando de 4 personas en promedio. Se intercambian direcciones de correo electrónico acompañadas de respectivas presentaciones, en los casos de los especialistas que se ofrecen como voluntarios para ayudar en aquellos lugares donde hay pocos médicos narradores. No obstante, el coordinador de la reunión, el mismo Barello, se preocupa al evaluar la posibilidad de poder realizar esta actividad en el Garrahan, cuyos trabajadores están tomando medidas de fuerza. “Vamos a poder hacerlo”, alienta Silvia Leida, empleada de esa institución y todos cruzan los dedos.

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*Agencia Universitaria de Noticias y Opinión
Revista Tercer Sector

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