La increíble parábola de Carlos Portell

Hace 14 años asumió la conducción de una institución agobiada por las deudas. Pero bajo su gestión el club ordenó las cuentas, logró un ascenso a Primera División, clasificó a las copas internacionales y ganó un campeonato en el fútbol grande de Argentina. Sin embargo, los turbios manejos administrativos y las controversias políticas desembocaron en una crisis deportiva que hoy amenaza la continuidad de el ‘Taladro’ en la máxima categoría de la AFA. Un dirigente como metáfora del poder.

Martín Voogd

Lomas de Zamora, mayo 22 (AUNO).- El presidente de Banfield, Carlos Portell, es el protagonista estelar de los últimos 14 años del club del Sur del Gran Buenos Aires. Tomó la conducción allá por 1998, con la institución en crisis y hundida en la B Nacional. Ordenó la economía y fortaleció los cimientos deportivos, al punto de transformar al viejo y modesto ‘Taladro’ en uno de los grandes animadores del fútbol argentino, con la ansiada vuelta olímpica en el Apertura 2009 como lógico corolario de un crecimiento asombroso.

Sin embargo, cuando parecía que Banfield había dejado en el olvido las continuas desventuras de su centenaria historia, es el mismo Portell quien conduce a la entidad sureña a foja cero, con serios problemas económicos y una crisis deportiva que parece tener como destino inequívoco la pérdida de la categoría.

Con la venia de Eduardo Duhalde, el empresario tomó las riendas del club luego de las elecciones que se celebraron en agosto de 1998. Sin pasado en las política del club, el empresario encabezó la lista del ABC (Acuerdo Banfileño para el Crecimiento), respaldada por las agrupaciones Albiverde y El Taladro, que venció por 841 votos a 601 a la Agrupación Tradicionalista, que llevaba como candidato a Horacio Sola, hijo de Florencio, histórico directivo de la entidad.

El club estaba en ruinas, con una deuda millonaria heredada de la gestión de Atilio Pettinati, con serios problemas para afrontar los gastos operativos y con continuas amenazas de cortes de parte de los proveedores de servicios públicos, como electricidad, agua y gas.

Tampoco había dinero para invertir en grandes planteles y resultó necesario recurrir a un concurso de acreedores para tratar de achicar el pasivo que se agigantaba. “En total, Banfield debe nueve millones y medio de dólares. Y como tenía pedidos de quiebra, entrar en concurso de acreedores es la única salida posible. No es jugar con fuego, como dijeron algunos”, explicaba Portell en declaraciones al diario Olé en enero de 1999.

La deuda se redujo considerablemente y Banfield logró la homologación de la convocatoria para terminar de reordenar sus finanzas y así poder abocarse al proyecto de retornar a Primera. El sueño se consumó en 2001, cuando fue campeón de la B Nacional de la mano de José Luis Sánchez tras las recordadas finales ante Quilmes. Luego llegó el tiempo de la consolidación –con el uruguayo Luis Garisto como timonel- y más tarde la posibilidad de jugar copas internacionales, con Julio Falcioni como entrenador.

El proyecto futbolístico surfeaba con suerte dispar las olas de inestabilidad, luego de los pasos de Carlos Leeb, Patricio Hernández, la dupla Pablo Sánchez-Hernán Lisi, Juan Manuel Llop y Jorge Burruchaga. Hasta que Falcioni pegó la vuelta tras limar diferencias con Portell –con quien llegó a tener “diferencias irreconciliables”- y, con un equipo superlativo, comandado por Santiago Silva, Walter Erviti, Sebastián Méndez, Victor López y Cristian Lucchetti, hizo historia al darle la primera estrella al club.

La partida de Falcioni y las conflictivas salidas de Silva y Erviti desembocaron en el desmantelamiento de aquel plantel de estrellas que fue perdiendo brillo y calidad, a medida que los directores técnicos desfilaban como material descartable. Así fue como Méndez, devenido entrenador, se fue por la puerta chica y lo siguieron Ricardo La Volpe, el renunciante Jorge Da Silva hasta llegar a Eduardo Acevedo, sin contar los interinatos de Raúl Wensel. La curva descendente parece no poder frenarse y conduce sin escalas a la B Nacional.

Sin embargo, la debacle futbolística es apenas un capítulo dentro de la compleja realidad que atormenta a la entidad. Tras ganar el campeonato económico con la homologación de la convocatoria de acreedores y antes de la vuelta olímpica del 13 de diciembre de 2009, Portell ya comenzó a sumar cuestionamientos como consecuencia de su forma de gestión.

Cuentas en rojo y controversias electorales

Las fojas de los balances, que dejaron de ser superavitarios desde 2001, no terminan de dejar en claro cuánto dinero ingresó, por ejemplo, con las ventas del mediocampista Daniel Bilos y del delantero Rodrigo Palacio a Boca. Tampoco fue comprensible por qué el arquero Mariano Barbosa fue vendido a un grupo por 700 mil euros y meses después, sin haber jugado en otro lugar que fuera Banfield, los empresarios embolsaran dos millones de la moneda comunitaria por su transferencia al Villarreal. Ni cómo fue que los 750 mil dólares que entraron por el pase de Jorge Cervera quedaron documentados más allá de que Querétaro de México apenas pagó una cuota de las diez establecidas antes de declararse en quiebra. Se trata de un puñado de ejemplos, la punta de un iceberg que fue la gran cantidad de ventas por cifras millonarias que realizó el club en la última década.

Las explicaciones jamás llegaron ni alcanzaron a ser justificadas, pero no le impidieron a Portell pasar su primera prueba electoral en 2005, cuando con ABC se impuso a la Agrupación Banfileña liderada por Esteban Muñiz, hoy miembro de la Comisión Directiva. El oficialismo cosechó el 69,4 por ciento de los votos contra el 30,6 de la AB. Prometió una nueva platea y cumplió, más allá de que su construcción no estuvo exenta de polémicas por las diferencias entre el costo inicial del proyecto y su precio final.

En 2008, Portell volvió a imponerse en las urnas. Fue reelegido en una votación histórica y reñida en la que participaron casi 3.500 socios. El candidato oficialista obtuvo el 50,13 por ciento (1.740 sufragios) contra el 49,44 (1.716) de Eduardo Spinosa. La diferencia de apenas 24 votos marcó la necesidad de un cambio en las políticas.

Todo siguió igual. La conquista del Clausura 2009 parecía darle la derecha a Portell, que aprovechaba para esconder las impurezas debajo de la alfombra. Pero estas malas decisiones no pudieron disimularse y terminaron de quedar expuestas al desmantelarse el plantel campeón y el armado de otro de menor jerarquía, pero increíblemente de mayor presupuesto.

Así, en octubre de 2011, se produjeron las elecciones más convulsionadas de la historia moderna en el club. Portell, al frente de Banfield para todos, se impuso otra vez a Spinosa, que encabezaba la Agrupación Banfileños. El acto se celebró, más allá de que la oposición los había impugnado a través de una medida cautelar, dictada por el juez Luis Arias, por la supuesta mala confección de los padrones. Y el oficialismo triunfó con 2999 votos contra 594 de Spinosa, que luego denunció que su lista no se había presentado a los comicios y que las boletas que se usaron durante los comicios eran apócrifas.

Las denuncias provocaron la dilación en la asunción de la nueva Comisión Directiva, aunque finalmente, según reza un comunicado oficial, “las elecciones fueron ratificadas luego de que la Cámara de Apelaciones contencioso administrativa de la Provincia de Buenos Aires resolviera revocar los fallos contra el Club Atlético Banfield por considerar incompetente al juez Arias”.

La crisis deportiva se acentuó, los problemas económicos se multiplicaron –empleados y futbolistas se quejaron en los últimos días por la falta de pagos- y la interna política se recrudeció, con actores exógenos que se mezclan entre la desidia y la desestabilización. Un escenario que retrasa catorce años, más allá del paso adelante que significó la apertura de un colegio propio y el desarrollo de otras disciplinas deportivas.

Como si fuese poco, para evitar apretadas de la barra brava, el plantel dejó de trabajar en el predio de Luis Guillón para mudarse al Buenos Aires Football Club de Matías Almeyda, en Benavídez, al Norte del GBA, para preparar el partido contra Argentinos Juniors.

Banfield es el peor equipo de la temporada si se tienen en cuenta todas las categorías del fútbol argentino bajo la órbita de la AFA. Al cabo de 34 fechas apenas acumuló 21 puntos, superado por Chacarita (25 en 34 PJ) en la B Nacional, Lamadrid (31 en 39 PJ) en la B Metropolitana, Liniers (37 en 37 PJ) en la C y hasta por Sportivo Barracas (28 en 34 PJ) luego de perder la afiliación por ser el último de la D.

Los directivos quisieron pegar el volantazo al decidir la destitución del gerente de Fútbol, Clide Héctor Díaz, a quien intentaron responsabilizar de las malas decisiones tomadas en los últimos tiempos tras 14 años en el cargo. Está claro que Díaz no estuvo solo.

Mientras tanto, Portell, en su rol de tesorero de la Asociación del Fútbol Argentino y hombre de confianza de Julio Grondona, pidió licencia y acaba de viajar a Budapest, Hungría, para participar del Congreso anual de la FIFA.

La increíble parábola de Portell. De la nada a todo. Y de todo a la nada.

AUNO 21-05-12
MFV-LDC

Un comentario en «La increíble parábola de Carlos Portell»

Dejar una respuesta